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♬Sam Smith - To Die For


Era de madrugada; los copos de nieve caían con calma, la luna se había ocultado por las densas nubes, y un silencio casi sepulcral cubría toda la morada rocosa a la que Aidam llamaba por momentos hogar.

Los brazos de Rain se aferraban fuertemente a su persona, causando que su respirar tuviese dificultad, pero... ¿Cómo él podría decir algo si su dolor estaba casi por desaparecer?

— ¿Aún duele?

—Ya casi nada —respondió Aidam mientras ocultaba un poquito más su rostro en el cuello acanelado de Rain.

—Debe haber alguna forma de parar, debe haber alguna forma de detenerlo.

Y oh, vaya que Aidam realmente quería saber las respuestas hacia aquellas cuestiones, pero en definitiva hacía décadas que daba por perdida la esperanza en hallarlas.

—Ya estoy acostumbrado, no es gran cosa.

— ¿Cómo puede decir algo así? —pregunto Rain casi en un reclamo indignado—. Nadie nunca debería acostumbrarse a sufrir... No de ese modo.

Aidam se quedó nuevamente embelesado con la imagen frente a él; un Rain con los ojos brillosos de un profundo azul oscuro casi imperceptible, su cabello haciendo conjunto con el par de pupilas, y su piel tal cual como una constelación por las incontables pecas que la cubrían.

Etéreo.

Justo como un etéreo ángel.

—Creo que tienes razón, ningún ser humano debería sentirse merecedor de un sufrimiento tan cruel.

Entonces Rain le estaba sonriendo tan hermosamente; con sus pómulos sobresalientes adornados por las dos imperfecciones de nombre "hoyuelos" que para Aidam no eran nada más y nada menos que pequeñas gotitas de perfección en cada rellena mejilla.

—Yo siempre tengo la razón, señor Dam.

El mencionado negó suavemente mientras intentaba recomponerse, aun sin haber podido aceptar completamente aquel mote que parecía querer acariciarle el alma.

—Tengo curiosidad de una cosa —dijo Aidam luego de unos minutos, cuando se encontraban recogiendo una a una, las gemas que yacían regadas por todo el suelo.

— ¿Sobre mí? —fue el preguntar de Rain deteniendo sus manos y dejándolas fijas en el cesto, donde precisamente Ling Aidam dejaba las nuevas gemas que había recogido.

—Sobre ti —confirmo con su mirada fija en uno de los tantos lunares que tenía Rain, pero que justo ahora solo parecía una pequeña distracción para Aidam, era... atractivo. Su lunar cerca del ojo le da un toque de elegancia y porte a su vez. Aclarándose la garganta, llevo de nuevo sus pupilas a las contrarias y pregunto sin contenerse: — ¿Por qué Rain?

—¿Se refiere al porqué de mi nombre?

Aidam asintió con su cabeza, terminando de recoger las escasas gemas que quedan en el suelo.

—Fue mamá... ella lo escogió porque decía que yo era similar a la lluvia.

—Hasta ahora escucho algo parecido.

Rain rio mientras intenta recordar todos los porqués de su nombre.

—Es bonito, a decir verdad, mi madre lo interpretaba como si yo viniese del cielo y fuera alguien puro que limpia todo mal. Justo como la lluvia; que viene de arriba inesperadamente, y luego, cuando pasa una gran tormenta, miras tu entorno y lo ves algo más... limpio, refrescante.

El Hombre Que Lloraba Gemas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora