🪻24🪻

6 2 0
                                    

♬Sam Smith - Burning


—Tú no cambias —habló Erick mientras giraba el letrero que indicaba el cierre de jornada en la joyería.

—El nosotros, entre Rain y yo, no es para nada similar al nosotros que te involucraba a ti en un pasado —Aidam replicó fríamente.

— ¡Auch! Voy a fingir que eso no me ha lastimado.

—¡Ya basta, Erick! —casi le gruñó con mal genio—. No estamos en posición para jugar, esto es sumamente serio.

—Aim, escúchame... —pidió en voz baja, casi como si pudiese sentir el mar descomunal de pensamientos que se desembocaba dentro de la cabeza de Aidam. Se acercó despacio hacia él, tomándole por las mejillas y le dijo—: Sea quien sea, solo tiene un objetivo, y ese es... aunque intentes negarlo a toda costa, Rain.

—E-eso es...

—Por favor, entre más rápido lo aceptes y digieras, más rápido podemos tomar acciones sobre todo esto, ¿puedo contar contigo?

Y vaya, se sintió devastador. El imponente Ling Aidam había sido tan reducido como un crío. Esa era la maldita forma en la cual Erick siempre le hacía sentir.

Lo odiaba, lo odiaba tanto como amaba sentirse amparado y protegido por efímeros segundos.

—Ven aquí —Erick volvió a decirle con la voz bajita mientras lo atraía a un abrazo—. Está bien, Aim. No siempre tienes que mantener todo bajo control, no todo es tu responsabilidad.

Esa noche, cuando la luna se posicionó en su punto más alto... unos brazos contuvieron a Ling Aidam nuevamente.

Solo que esta vez no fueron de Rain.

Y los gritos en busca de ayuda cesaron, viéndose atrapados en el hombro y chaqueta de cuero que portaba Erick.

Tal parecía que el creador solo había decidido jugar con sus sentimientos la noche anterior, y eso... eso era sumamente cruel. Aidam sentía que realmente ya no podría continuar.

«¿Cuánto más?»

«¿Cuánto más tendré que aguantar, creador?»

La ira fue protagonista unos minutos después. Erick se quedó helado mientras veía cómo Ling Aidam estallaba en llanto, y regido por las emociones negativas, se ponía de pie, empezando a romper todo aquello a su alrededor.

El corazón se le encogió, y las lágrimas se desbordaron de sus ojos color miel. Estaba dispuesto a ir en busca de Rain, pero este dicho no fue necesario, porque el de cabellera azulada se encontraba parado en el marco de la puerta, con las mejillas llenas de agua salina y sus pies descalzos sobre la fría loza victoriana.

Con un pequeño asentimiento de cabeza, Rain y Erick se prepararon para hacer entrar en razón a un colérico Aidam que parecía estar mirando todo en rojo.

Erick se abalanzó hacia él intentando sostenerlo en sus brazos, y no, no resultó para nada bien. Un solo golpe: la palma de Aidam empujando su pecho, y él volando hacia el otro lado de la sala.

Sí, tal como los viejos tiempos, no había cambiado nada.

La sangre brotó de su boca, y relamiendo sus labios, se volvió a poner de pie, dispuesto a intentar de nuevo regresar a aquel campo de batalla que parecía ser Aidam.

No pudo llegar.

La mano de Rain sujetó con fuerza su brazo. Erick arqueó una ceja hacia él, pero con un simple movimiento en negativa por parte del teñido, terminó chasqueando su lengua y dirigiéndose hacia la puerta de salida.

No tenía mucho que hacer ahí, en el fondo sabía que estar junto a Ling Aidam solo era una tonta distracción para no pensar en quién realmente con un solo mirar le hacía querer volver a tener una vida.

Le hacía anhelar la mortalidad.

Y Erick odiaba la mortalidad, pero lo que odiaba aún más, era el dolor naciente en su miserable ser al ver cómo Rain y Aidam se sostenían el uno al otro, sin importar lo demás. Oh, rey celestial, ojalá, él también hubiese tenido el coraje suficiente para sostener a su amado igual.

Era un desastre.

Todo lo era.

El Hombre Que Lloraba Gemas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora