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♬BTS (Cover - Coldplay) - Fix You 

Fue solitario. Su cumpleaños fue un día sumamente solitario. Nada de lo cual no estuviese acostumbrado ya, pero claro que todo radicaba en que había probado un bocadito de aquella felicidad que le brindaba Rain, por lo cual no se extrañó al sentirse mucho más golpeado por aquellas sensaciones en esta ocasión.

—Se encuentra con Liz, señor Ling. Briana dijo que se encargaría personalmente de él, así que no hay mayor preocupación por el momento.

La voz de Sam se escuchó desde afuera de su habitación, aquel era el hombre que dirigía a los demás carer, o como les decían algunos aldeanos de leyendas antiguas; "cuidadores", aquellos seres alados oscuros que habían sido enviados a la tierra para proteger y guiar las almas en pena hacia su siguiente vida. Una idea algo romantizada de lo que realmente hacían, pero sí, era un hecho, en eso consistía su labor en la tierra, o al menos gran parte de ella.

Aidam no respondió, posó uno de sus brazos sobre sus ojos mientras sentía cómo las lágrimas se deslizaban desde sus mejillas hasta su cuello. Se encontraba acostado en la cama. Desde la tarde, cuando Briana le había ayudado a llegar hasta su habitación, no había querido salir de ahí, ni siquiera para hablar con Erick, quien decía tener noticias importantes.

El carraspeo por parte del hombre que aguardaba tras la puerta le hizo bufar con frustración. Solo quería descansar, intentarlo al menos, pero tal parecía que nadie se lo quería permitir. Sus pies descalzos tocaron el frío suelo y con pasos rápidos se aproximó a abrir la puerta, listo para gritar de ser necesario con tal de que le dejaran en paz.

Dicho grito no llegó, pues Sam cerró fuertemente sus ojos mientras alzaba un pequeño pastel casi poniéndolo contra su rostro, dándose a la espera de cualquier grito o maldición que Ling Aidam fuese a soltar.

Nada.

Y cuando el carer abrió lentamente sus ojos, se encontró a Ling con las mejillas rojas y empañadas en lágrimas, precisamente una pequeña gema caía de la esquina de su ojo derecho mientras el propietario de dichas piedras preciosas le miraba estupefacto.

No hizo falta preguntar, Sam entendió perfectamente aquella reacción y con nerviosismo se rascó la nuca antes de decir en voz baja:

—Puede que... Rain nos descubriera, pero no se preocupe —se apresuró a aclarar cuando vio cómo el hombre al frente fruncía sus cejas—. Señor Ling, él no lo tomó a mal, nos invitó a pasar hacia la casa de aquella peluquera, tal parece que vienen formando una amistad hace semanas. Briana y yo nos negamos al principio, pero bueno, usted ya sabe que Rain tiene eso en los ojos, que... bueno, usted sabe.

Y sí, Ling Aidam sabía a la perfección, por lo que no pudo evitar sonreír mínimamente, sintiendo su cuerpo un tanto más ligero que en las últimas horas, indicando de manera silenciosa que la luna empezaba a ocultarse.

—Es para usted, señor. Lo hizo él mismo —concluyo extendiendo el pastel que portaba en una cajita plástica transparente.

No hubo más palabras. Solo un Ling Aidam quien abrazaba aquel postre en su pecho y se sentaba en la cama.

Abrió cuidadosamente el empaque y despegó el pequeño tenedor de madera que venía con cinta sujeta a la tapa. Sus papilas gustativas entraron en contacto con el chocolate dulce y la acidez de las fresas, y, oh, por todos los dioses, Ling Aidam sintió sus ojos aguarse un poquito porque Rain le quería tanto, pero tanto, hasta para recordar esos pequeños detalles de los cuales solo hablaba en la madrugada medio dormido con un Rain repartiendo caricias por su cabello en un intento de que descansara después de llorar tantas horas seguidas.

Sabía casi igual que el de su madre, y bueno, en definitiva, sollozo bajito mientras comía y se aferraba al empaque plástico, sin poder soltar lágrima alguna, pero aun así hipando como niño consentido después de haber sido regañado.

Le amaba, Ling Aidam estaba casi seguro que le amaba mucho. Y si tenía que dar su misma existencia con tal de que la criatura de ojitos brillantes fuese feliz... lo haría.

En definitiva, él lo haría. 

El Hombre Que Lloraba Gemas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora