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♬ The Irrepressibles - In This Shirt


El dinero era escaso, y la comida casi inexistente. La aldea Venus pasaba por uno de sus peores momentos, la tierra no se quería dar para cosechar, y quien sería su vocero no se mostraba ante nadie.

La aldea atravesó por muchas dificultades, no solo en su esencia como comunidad, sino en lo que fue dejado luego de que la gran familia quien les daba sustento, fuese cruelmente asesinada.

Había rumores, la gente se regodeaba chismeando, dejando que la muerte de dichas personas pasara a un muy segundo plano, y todo el foco de atención fuera hacia aquel descendiente que los hacía seguir marchando, permitiéndoles una buena vida.

A unos kilómetros de lo que sería la plaza y corazón de la aldea, más allá del bosque frío nevado que se tenía que atravesar para poder salir rumbo a la ciudad más cercana..., existía una mansión, una gran y vieja mansión. Se decía que esta era habitada por el vocero de la aldea, aquel que mantenía comunicación con la ciudad y todo el mundo, ayudándoles con las relaciones y a dirigir con una política casi impecable, claro que esto era con ayuda del alcalde, aquel que escogían por medio de votos.

La mansión pertenecía a la familia Ling, aquella que fue una de las primeras y también gran protagonista en la construcción de la aldea Venus. Era una familia respetada sin duda alguna, pero por muy debajo de la mesa también se podía palpar el odio que desprendían algunas personas hacia ellos.

No eran normales, la familia sin duda alguna era extraña. Y todos tienen más que claro que los seres humanos temen de lo extraño, de aquello que es desconocido.

La aldea Venus intento por mucho borrar su oscuro pasado décadas después, creando una conmemoración en dedicatoria a sus fundadores, misma en la que se ponía gran empeño, siendo un recordatorio de aquella solidaria familia, y esperando que nunca fuese olvidada.

«La celebración de las flores»

Era una de las tantas viejas historias que existían, pero que también mucha gente ignoraba, no queriendo tener mayor conexión con el doloroso pasado que se ocultaba detrás del telón, y solamente optando por tener el lindo recuerdo de una conmemoración más.

Fue en el mes de mayo, la iglesia y sus más íntimos allegados decidieron tomar cartas en el asunto con los reconocidos fundadores de la aldea, acusándolos de brujería e incendiando sus cuerpos vivos.

El cumpleaños número veintitrés de Ling Aidam se celebraría solo un mes después. No eran tiempos buenos... tampoco eran tiempos felices.

La familia para ese entonces estaba conformada por la señora y señor Ling, tres agraciados hijos; el mayor, Richart, el del medio, Aidam, y finalmente la frágil y pequeña, Cleo.

Pequeña por ser la de menos edad entre los hijos Ling, y frágil por la enfermada que se había adueñado de su cuerpo postrándola en una cama. Fueron tiempos difíciles, y tal vez... solo tal vez, tendría que ver el estado de la familia y lo desconsolados que se sentían, con que la aldea no estuviera fluyendo como debería.

La noche más oscura de mayo había llegado, y Ling Aidam quien apenas y vislumbraba la adultez, había decidido salir a caminar por el bosque en busca de despejar su mente.

Beso la frente de Cleo mientras le susurraba «te amo» por medio de caricias, abrazo a su madre y padre, quienes se encontraban en la cocina preparando la cena, y de último, fue hacia la oficina de su hermano, quien se encontraba casi enterrado en papeles de nuevos crímenes de grises que habían estado ocurriendo en la aldea. Le dio un profundo abrazo, y con decisión salió por las puertas de la gran mansión hacia el bosque.

El Hombre Que Lloraba Gemas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora