CAPÍTULO 8

18 1 0
                                    

Pensando que nos presentarían a nuestra nueva familia trate de arreglarnos lo mejor posible con lo que tenía a la mano, pero lo inesperado fue que no nos estábamos librando de una prisión si no entrando a otra peor. Nos llevaron a un edificio muy abandonado junto con otros niños, algunos estaban golpeados otros estaban enfermos resulta que estábamos siendo vendidos, un hombre se presentó como nuestro nuevo líder y teníamos que grabarnos que ahora éramos parte de la Yakuza.
Nuestra próxima ubicación sería Japón nos sacarían por un barco y así llegaríamos a nuestro destino, nos dijeron que si queríamos sobrevivir teníamos que demostrar que seriamos los más fuertes ya que reconocían cuando alguien nacía con el talento.
Mientras estábamos en el barco nos pudimos acercar a un niño mayor a nosotros, tenía una cicatriz en el ojo lo recuerdo muy bien porque fue el único que en mucho tiempo nos dio una manta para calentarnos. En el orfanato a pesar de que el director siempre estaba muy bien vestido y tenía un carro de lujo nosotros teníamos pocos suministros, nos teníamos que compartir una manta entre varios la mayor parte del tiempo estábamos calentándonos con hojas de periódico que dejaban tiradas por ahí.
El era muy callado dijo varias cosas pero lo que más recuerdo fue esa mirada apagada sin ganas de vivir que decía que su cuerpo ya no resistía, pasaron algunos días y llegamos a un país desconocido fuimos llevados directo a un sótano, nos dimos cuenta que del total de niños que estábamos al principio habían desaparecido dos entre ellos aquel niño con la cicatriz que deseaba pronto ver a su mamá aunque no fuera en esta vida.
No entendíamos de lo que hablaban siempre Daewhi se escondía tras de mí, eso irritaba a aquellos hombres así que nos ponían a hacer el doble de tareas.
Nos alimentaban poco y era más bien sobras que ellos no querían comer, si nos negábamos hacer lo que nos decían éramos golpeados y encerrados sin comer o vendidos a otros sitios.
Así pasaron algunos meses nos fuimos adaptando para sobrevivir, por las noches antes de desmayarme del cansancio llorando me preguntaba si habíamos hecho algo mal para merecer esta realidad.
Empezaron a tener más trabajo y se ausentaban cada vez más tiempo, teníamos que tener limpio el lugar, la ropa, la comida para que en cuanto llegaran no los hiciéramos esperar. En ese tiempo ya habíamos ganado algo de confianza por eso teníamos ciertas libertades que cuando llegamos, en el momento que todos salían y nos quedábamos solos nos escapábamos a escondidas teníamos la oportunidad de por un pequeño rato salir aunque fuera a la puerta no había nada que Apreciar porque era un simple callejón pero en la esquina de la calle en ciertos días se ponían un mercado con vendedores de todo tipo, así que decidimos arriesgarnos más y salir a dar un paseo para olvidar el encierro.
Ya habían pasado varios años y se empezó a regir una regla, el que demostrara que era uno de los más fuertes iba a ir perteneciendo a la organización pero los demás que no lo lograron serían desechados.
Los que fuimos obligados a pertenecer ahí no éramos cercanos pero si tratábamos de no buscarnos problemas ese cambio de inmediato gracias a esa regla, hizo que nos volviéramos rivales lo irónico es que a pesar de llevar esa vida de mierda buscábamos sobrevivir.
A nosotros no nos importaba ser de la pandilla pero queríamos seguir como estábamos era lo único estable que teníamos, volvimos a salir como de costumbre mientras esperaba a Daewhi que había ido a conseguirme algo de comida fui arrastrado hacia una bodega por uno de ellos, me di cuenta que nos habían retrasado porque era muy temprano para que ellos regresaran. Estaba borracho me golpeó sin parar diciendo que era una rata malagradecida me trate de proteger pero eso lo irrito más, me quito los pantalones y me arrastró hacia él creí que me golpearía con su cinturón pero también se estaba desabrochando el pantalón.

Límite CorrompidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora