Capítulo 17: Marea

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NARRADOR OMNISCIENTE

Disfrutando el ultimo día de paseo, Razeck, transitaba sitios inexplorados junto a Javier quien conducía la cuatrimoto. Todos agrupados en pares, con excepcion de Domenico quien lo hacía de manera individual, y la pareja de chicos que optó por llevar su coche trayendo consigo a Mantequilla quien divisaba sobre la ventana, sumiendose en la aventura de sentir la brisa y dejar que su pelaje fuese acariciado por el sol de la mañana.

La emoción y la risa resonaban mientras atravesaban caminos sinuosos rodeados de bosques frondosos. El rugido de los cuatrimotos rompía la serenidad de la naturaleza mientras avanzaban por trayectos empedrados que ofrecían una experiencia única.

A medida que avanzaban, la exuberante vegetación daba paso a pequeñas casas de campo dispersas y campos verdes que se extendían hasta donde alcanzaba la vista. El grupo de amigos disfrutaba del paisaje cambiante, deteniéndose ocasionalmente para capturar la belleza del entorno en sus mentes y teléfonos.

Después de un emocionante recorrido, llegaron a una pequeña pero encantadora ciudad. Las calles empedradas estaban flanqueadas por estructuras de casas pintorescas, cada una con su propio encanto único. El bullicio del mercado y las risas de los lugareños crearon una atmósfera acogedora.

Luego de estacionar las cuatrimotos y el auto, exploraron el lugar, Domenico, un observador reservado, miraba de reojo a Razeck, quien compartía risas y abrazos con Javier a la par que sujetaba a Mantequilla por una correa, pero él no fue a quien unicamente observaba, sino tambien a la pareja de chicos quienes intercambiaban expresiones físicas de afecto y amor más intimas. Dichos actos inicialmente generó miradas despectivas por parte de Domenico. Sin embargo, a medida que observaba cómo el resto se mostraba indiferente ante ello, quitó su atención, dirigiendosela a Sol quien le expresaba su emoción por todos aquellos objetos artesanales que se encontraban.

El sol golpeaba con mayor intensidad en aquella zona, pero a decenas de kilometros de distancia, la brisa marina atenuaba aquel golpe.

— Creo vienen por aquí —anunció Mía poniendo en sobre aviso a sus amigas quienes dirigieron la mirada hacia el grupo de muchachos que se aproximaban.

Edward, de estatura imponente y una estructura facial bien definida, al igual que sus colegas, destacaba entre la multitud. Sus ojos, de un color que a menudo se describe como azul intenso, añadían un toque simpatico a su expresión, junto a una mirada tenue y compasiva. Heredaba una corta melena en rubio cenizo, que en su largo a penas rozaba el inicio de sus orejas. Cejas finas, mejillas cubiertas a menudo por un rubor natural y labios delicados enmarcaban su rostro junto a un perfil clasico y sin curvaturas.

Patrick, por su lado, llevaba el cabello en el que cierta vez que el sol se reflejaba sobre ella flameando en tonos ardientes, en el que una amalgama de rojo y cobre se tejía la luz del día en cada hebra. De tez palida cubierta unicamente por pecas, labios rojos, y ojos risueños de color celestes, que anunciaban a Patrick como un tipo de sonrisa rapida y frecuente.

Finalmente, Henry, quien en la fresca mañana, su figura se perfilaba con impacto y gran confianza. 

Con una estatura que imponía respeto, su cuerpo esbelto y atlético revelaba la dedicación a un estilo de vida activo. Su cabello chocolate, alborotado por la brisa matutina, añadía un aire despreocupado pero a la vez elegante. Los ojos de Henry, profundos y de un tono agudo, reflejaban la chispa de la curiosidad y la determinación.

Ataviado con ropa casual pero elegante, Henry llevaba consigo una mezcla de estilo y comodidad, donde bajo la luz matutina, parecía fusionar la vitalidad de la mañana con su propia energía intrépida, creando una imagen que resonaba con una combinación única de fuerza y ​picardía.

El Juego De Las Rosas | En EmisiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora