Capítulo 4: Solsticio

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POV RAZECK

Una vez en el club, la rubia nos invitó a que la siguiéramos pues se había ofrecido a darnos un pequeño recorrido.

Cruzamos por varios ambientes que poseía el club, lugares que ni yo sabía que existían. Además ¿Cómo lo sabría? Si solo vine una vez y solamente pude ingresar a la pista de tenis ya que se necesitaba ser socio para gozar de todo ello.

Amaba el lugar, era como una pequeña ciudad rodeada de mucha vegetación, tenía unos jardines preciosos, que siempre estaban regadas por medio de unas máquinas extrañas, que giraban y vertían el agua. Fácilmente podías ver cómo las abejas rodeaban las flores que decoraban el lugar. Mariposas tigre, revoloteaban por encima tuyo. El sutil sonido de las aves por la mañana, endulzaban tus oídos, transportándote a un paraíso terrenal.

Llegamos a un salón, su arquitectura llevaba una forma ovalada, bastante moderna a decir verdad. Aquel lugar era más como una especie de patio de comidas en los supermercados pero mil veces más bonito, era sumamente grande y tenía dos pisos de altura, a pesar de ello, las mesas se encontraban moderadamente llenas.

Tomamos asiento en una de las mesas libres, Mía pidió un par de bebidas heladas, Janick sacó a Pan de la transportadora y tomándola por su delgada correa dejó que ella observara el rededor nuestro, para luego recostarse casi cerca a Mantequilla mientras lamía su pelaje. Pan era una gata especial, le gustaba explorar, pero no podíamos dejarla a su libre albedrío pues corría el peligro de perderse o ponerse ansiosa.

En lo que daba un pequeño sorbo a mi bebida de manzana, mi vista cayó sobre una pandilla de chicos que se avecinaban entre carcajadas exageradas, palabras de alto calibre y conductas divertidas. Al verlos no pude evitar no abrir la boca.

En ese grupete que encontraban, los tipos quienes me habian amedrentado el dia del torneo, y también el chico a quien llevé la pizza a domicilio.

Ellos, juntos a sus amigos, reflejaban tanta confianza, y eso era... tan atractivo.

Ver al rubio con una actitud tan diferente a la de aquella vez, con una sonrisa, charlando con sus amigos mientras uno de ellos lo rodeaba con el brazo, fue como sentir una colisión interna, que nacía desde mi estómago y se esparcía por todo mi cuerpo.

Él y su amigo de cabello rizado me desagradaban...

Pero, que guapos eran...

Nunca había visto a un grupo de chicos tan apuestos. Algunos no traían camiseta puesta, como el ojiceleste, por lo que dejaban a simple vista sus grandes pectorales, un abdomen marcado que terminaba en la zona inferior de la barriga, y un cinturón de Adonis que descendía desde las caderas hacia el pubis con dos líneas diagonales formando una especie de V.

— Como te brillan los ojos —me dijo Janick en voz baja, llevando la vista hacia donde mi mirada se dirigía, acto que imitó Mía—.

— ¿Qué? —traté de hacerme al desentendido—.

— Que guapos ¿no? —pronunció la rubia mordiéndose el labio— Dos para mí, dos para Janick y dos para Razeck —adicionó haciéndonos reir—.

— El sobrino de Mía seguramente es el popular —comentó la ojiverde— Todos están alrededor suyo como esperando órdenes —rió—.

— Ni creas —carcajeó la ojiceleste— Domenico es muy reservado, no hace tan fácilmente amistad con alguien. Todos los que están aquí mayormente son amigos de Karl, su mejor amigo, es el chico de cabello rizado —señaló con la mirada—.

— ¿Cual de ellos es tu sobrino? —pregunté inundado por la intriga—.

— Es el de pantalones cortos azules y el que está a su lado es Karl, su mejor amigo —especificó causando en mí una gran sorpresa—. 

El Juego De Las Rosas | En EmisiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora