UNA PRINCESA ENCANTADORA

Playa

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Mi mente sentía agotada, especialmente después lo ocurrido ayer. Hoy, parecía que había perdido la capacidad de funcionar correctamente; mis manos temblaban ligeramente. Estaba en el escenario principal de la cumbre marina y no solo las miradas de la audiencia estaban fijas en mí, sino también las cámaras que capturaban cada movimiento. El sudor frio en mis manos y el acelerado latido del corazón me recordaban la mezcla de nerviosismo y determinación que llenaban el aire.

El ambiente estaba cargado de expectación, y el olor a salitre se mezclaba con la ligera brisa marina que acariciaba mi rostro. Me sentía como si estuviera bajo un microscopio, y la presión de no defraudarlos era abrumadora. Mi mente estaba plagada de dudas y temores, pero a medida que avanzaba hacia el podio, me repetía a mí misma que debía hacerlo. Debía enfrentar este desafío y, de alguna manera, inspirar a estos delegados y activistas medioambientales, que habían depositado sus esperanzas en mis palabras. A pesar que el apoyo que Enmanuel me había brindado, los recuerdos del colapso emocional aun rondaban en mi mente, amenazando con socavar mi confianza. Respire profundamente, tratando de autoconvencerme que era capaz de superar esto.

Por otro lado, la emoción me invadía al ver que tanto mi antigua escuela secundaria como la institución en la que Enmanuel, estudiaba habían sido invitadas a esta cumbre. Ambas escuelas nos habían inculcado un profundo respecto por el océano y el medio ambiente, lo que hacia que la importancia de este discurso era innegable. Con delicadeza ajuste el micrófono.

Observe a Enmanuel y a papá, ambos inmersos en la captura de fotos con sus teléfonos, como si no hubieran considerado que el evento seria transmitido a televisión nacional. Rose, por su parte, fingía una mirada de orgullo para las cámaras, pues este era el evento público en el que  debía mostrar un amor por sus hijos. En realidad, ninguno de nosotros podía cometer un error. Sentí un nudo en la garganta mientras tragaba con fuerza, forzándome a mantener la calma y dar un discurso que inspirara a todos.

— Sus majestades, mi adorado hermano y queridos asistentes.

Hoy, estamos reunidos aquí con un propósito compartido, la salvaguardia de nuestros océanos, la fuente de vida de nuestro planeta. Pero no nos reunimos solo por la belleza de las profundidades marinas, si no por la urgencia de la situación.

Hemos vistos los efectos del cambio climático y la contaminación que amenazan nuestros mares y océanos. Hemos presenciado la perdida de ecosistemas marinos enteros y la disminución de la biodiversidad. Nuestros océanos merecen más que nuestra admiración. Merecen nuestra protección, nuestra pasión y nuestro compromiso. El futuro de nuestro planeta depende de la salud de nuestros océanos. Por eso, hoy me comprometo ante todos ustedes a liderar un movimiento global de conversación marina. Un movimiento que no conozca fronteras ni limites, que transcienda naciones y culturas. Un movimiento que una a biólogos marinos, científicos y defensores del medio ambiente en un esfuerzo para proteger nuestros océanos. Juntos, podemos desarrollar soluciones innovadoras, investigar y comprender los misterios de las profundidades marinas y trabajar incansablemente para la restauración de nuestros ecosistemas. Juntos podemos lograr un mundo donde la vida marina florezca y nuestros océanos brillen con todo su esplendor.

Gracias, thank you so much, merci beaucoup.

Los aplausos y ovaciones, llenaron la sala a medida que mi discurso llegaba a su fin. La ansiedad que me había acosado en los días previos parecía retroceder ante mi determinación. Cuando mire a mi familia, experimente una profunda gratitud por su apoyo. Rose, mi madre, irradiaba orgullo, con un pañuelo que usaba para enjuagar sus lágrimas. Debería averiguar el nombre del teatro al que asistía para perfeccionar sus magistrales actuaciones.