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CATHERINE


Me dejé llevar por la oscuridad de sus ojos, enmarcados por largas e incontables pestañas. Tardé apenas unos segundos más en darme cuenta que él había colocado una mano en mi cintura, acercándome más a su cuerpo. La distancia entre ambos era casi nula y no puede evitar estremecerme al sentir su otra mano en mi nuca; nuestras respiraciones eran pausadas y lentas, mezclándose una con otra. Me sentía hechizada y cautivada a su alrededor.

Fue acercándose de manera cautelosa sin despegar su vista de la mía, parecía gozar de mi sumisión, pero en el momento en que sus labios rozaron los míos giré mi rostro esquivando su beso.

— Debo admitir que no me esperaba tu rechazo — argumentó, alejando sus manos de mi cuerpo. Aliviada, di un paso hacia atrás chocando nuevamente con el Jeep.

— Debo admitir que solo beso a chicos que me gustan — traté de sonar lo más engreída posible, lo cierto era que él era uno de los chicos más lindos que había visto en mi corta vida, por lo menos en persona. Mis palabras parecieron afectarles porque su entrecejo se frunció y sus ojos ya no brillaban con diversión —. ¿Es tu hobbie?

— No sé de qué hablas.

— Debe ser tu hobbie besar a chicas en el estacionamiento, sino no le encontraría una explicación a tal acto... de todos modos la frasecita esa estaba de más — reí, causando que su mandíbula se tensase — "me perteneces" cariño, las mujeres no somos ganado, puede que sean pueblerinos pero estamos en el siglo veinte.

— Será un placer demostrarte que me perteneces — susurró, regalándome una sonrisa torcida — y en más de un sentido. ¡Por cierto, soy Alec Levinnson!

Me quedé sin palabras al verlo tan confiado, poseía sensualidad y erotismo en cada uno de sus movimientos: la manera en la que su voz era ronca y varonil, como movía y mordía sus labios, todo en él desprendía goce.

Dejándome con la boca entreabierta me dedicó una última mirada junto con una sonrisa triunfal y dio media vuelta comenzando a alejarse. Me perdí en su silueta alta e imponente y también en su redondo y musculoso trasero.

Me subí al Jeep cuando lo vi entrar al establecimiento. Aún seguía algo impactada por todo lo sucedido, incluso mi cabeza comenzó a doler una vez que mis pensamientos y reacciones volvieron a la normalidad.

Conduje distraída hasta la casa, una vez que llegué dejé mi bolso en la entrada y corrí escaleras arriba hacia mi desordenada habitación, no lo pensé más de una vez y me tiré en la cómoda cama.

— Esto es raro, mi vida es rara, esta ciudad es rara y las personas aquí son raras — susurré tratando de convencerme a mí misma.

Una vez que me aburrí de autoanalizar mi vida, me levanté dispuesta a abrí la ventana y dejar que el aire ventile la habitación.

Preparé la bañera y me sumergí dejando que mis músculos se relajasen, cuando aseé mi cuerpo y me aburrí estar allí, decidí salir envuelta en mi bata. Caminé descalza y mojada por el frío piso de madera, el aire se filtraba por la gran ventana haciendo que el frío calase hasta mis huesos, cerré las ventanas para luego adentrarme a mi pequeño armario. Tomé mi ropa interior y una sencilla remera blanca. Me senté en el tocador y comencé a secar mi pelo, apliqué algo de crema humectante de rosas por todo mi cuerpo, una vez lista decidí meterme en la cama.

Luego de revisar mis redes sociales y buscar alguna serie en mi laptop, unos oscuros cafés vienen a mi mente junto con el recuerdo del rose de sus labios, por instinto deslicé la yema de mis dedos por mis labios.

— Pensando en mí...— el susurro de su voz retumbó en el silencio de mi habitación, impactada por la alucinación de su voz decidí borrar cualquier recuerdo de él de mi mente. Decidida a pensar en cualquier otra cosa caminé hacia la cocina por algo de comer, tal vez eran las tripas de mi estómago las que suplicaban comida.

Abrí el microondas encontrando una porción de pizza, la olí percatándome que por lo menos olor a rancio no tenía. Calenté la pizza mientras me servía un vaso con refresco y una vez con todo listo me senté en la sala, encendiendo la tv.

Luego de terminar de comer, mis párpados empiezan a pesar pero la flojera que me daba ir hasta mi habitación fue mayor y terminé durmiéndome en el sofá.

— Eres mía... ¡Dilo! — sus oscuros ojos me miraban con firmeza esperando una respuesta, mientras yo me encontraba sin poder siquiera articular una palabra.

Sus manos recorrieron todo mi cuerpo y en un ágil movimiento había quedado acorralada contra la pared de mi habitación, una de sus manos estaba sobre el costado de mi cabeza apoyada en la pared y la otra estaba en mi nuca acercando más nuestros labios, su duro miembro estaba haciendo presión en mi vientre y sus penetrantes ojos cargados de deseo me miraban desesperados.

— Dilo — ordenó por segunda vez. Podía ver que estaba intentando mantener la calma, mientras recorría con su mano mis muslos y luego tiraba del borde de mis pequeñas bragas.

Deslizó sus manos entre mis piernas hasta llegar a mi punto, con su pulgar hizo presión en mi clítoris a través de la fina tela, un gemido retenido escapó de mis labios.

Rompió mis bragas y las tiró en algún lado de la habitación, sin perder tiempo volvió a colocar su pulgar en mi clítoris llevándome a la perdición. Luego introdujo dos dedos en mi húmeda vagina haciendo que suelte alguna que otra maldición junto con más gemidos.

— Soy tuya...

Desperté sobresaltada y transpirada sobre mi cama, no sabía qué hacía allí pero no le di mucha importancia, tenía un problema más importante y era lo acalorada que me sentía.

— ¿Un sueño mojado conmigo?— aquella pregunta resonó en mi habitación, no sabía qué hora era pero lo que si sabía era que había dormido más de la cuenta, ya que por la cortina de la habitación apenas se filtraba el sol.

Coloqué mis ojos en blanco y llevé una de mis manos a mi pecho, como si eso pudiese calmar los fuertes latidos de mi corazón.

¿Lo había soñado o había sido real?

Lo más probable es que en definitiva me estaba volviendo loca y que las pastillas causaban alucinaciones o simplemente la pizza que comí había causado algún tipo de efecto alucinógeno.

Respiré con pausa y traté de ver algo en la oscuridad, intenté llevar mis manos hacia la mesa de luz y cuando por fin encontré el interruptor de la pequeña lámpara la encendí.

Y allí lo vi, parado en unas de las esquinas de mi habitación, mirándome con una sonrisa siniestra, como todo un psicópata.

Y allí lo vi, parado en unas de las esquinas de mi habitación, mirándome con una sonrisa siniestra, como todo un psicópata

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Multimedia: Alec.

Capítulo corregido, 13/10/20

Eternos I: Suya por la eternidad. (+18) |EDITANDO|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora