LA IGLESIA DE LA SANGRE

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El frío glacial de esta mañana, se entremezclan con la gélida llovizna que aún cae, esas gotas rebotan como púas en la piel; el olor a sangre y carne podrida, altera el ambiente fantasmagórico de este pequeño y lúgubre pueblo, lo convierte en algo indefinido y caótico, se respira muerte, se respira maldad.

Procedo a acomodarme la mascarilla, nuevamente recuerdo aquel año 2020, pero bueno, ese fue otro tiempo. Adriana fue a dialogar con su superior, para que me dejen pasar, no sé cómo lo hace, pero siempre lo logra.

Salgo del auto y siento cómo el agua corre bajo mis zapatos, ferragamo, muy costosos, por cierto, me pregunto por qué los traje, sé que no van a salir ilesos de este día, ya que en este pequeño pueblo la corrupción ha llegado hasta sus calles, sus estrechas callejuelas oscuras y malditas, están sin pavimentar.

Todavía están los adoquines rústicos y maltrechos de esas edades inmemoriales, creo que tienen más de trescientos años. Por estas calles brumosas, hay lugares donde sus caminos solo son barro rojo y putrefacto; observo mis zapatos, los veo empapados de algo rojo, pienso que es el lodo pútrido, enciendo la linterna y veo que es sangre, está se mezcla con trozos muy finos de carne y piel, bajan por un pequeño arroyuelo que se arremolina en esas calles antiguas y adoquinadas, noto cómo se desplazan pedazos de huesos triturados, lo acompaña un ojo, uñas y dientes, la cosa no se ve bien.

Me incomoda realmente y hace encoger mi alma; presiento que este día veré cosas terribles, torturas pavorosas, un sinfín de sufrimientos, vomitaré, me desmayaré, perderé la cordura, pero para eso fui educado.

Va a ser un día de caos; camino sin importar, dañar mi calzado de fina procedencia, ya no me importa, lo que sí me importa, es no mojar mis pies con esa mescolanza, ya que esta empieza a descomponerse, las miasmas son terribles, ni siquiera las mascarillas KN95 son suficientes para apartar ese efluvio asqueroso.

Trato por todos los medios, pero va a ser inevitable que mis pies se humedezcan, con tan grotesco amasijo de cosas asquerosas, me siento hastiado, con ganas de vomitar, pero la buena de Adriana sabe mi suplicio, y aparece con unas botas de caucho; en fin, ya pase mi primer tortura, sigue las más espeluznantes, inquietantes y oscuras, cosas que mis ojos jamás habían visto, ni mi memoria debería de recordar.

Prendo mi grabadora, una tascam dr-40x, sé que tengo mi móvil, no obstante soy de la vieja escuela; lo primero que hago es entrar a la iglesia, definitivamente algo me atrae hacia ella, siempre me atrae, me llena de conmoción, me empuja, ese algo quiere que vea el rojizo torbellino de muerte, que esconde este pequeño pueblo y nada más entrar en ella, veo el primer cadáver.

Es el sacerdote nuevo, tan solo llevaba un año, un párroco de origen mexicano muy joven, tendría unos 38 años, tuve la oportunidad de hablar una vez con él, lo puse en conocimiento de mi antigua investigación; como supuse, el hombre jamás supo del párroco Almeida, al cual la cruz le destripo la cabeza, ni del padre Amaro que murió cuando una de las gárgolas luciferinas cayó encima dé él o del padre Mateo el cual se colgó en su habitación.

Jamás supo de eso y tampoco sabia de aquella gruta, recuerdo pedirle permiso para revisar la parte baja del sótano, donde aquella portezuela se hallaba ubicada, al parecer no había sótano, ni portezuela alguna, era un piso macizo de cemento y arena, donde antes estuvo la escalera para bajar al sótano, había una extraña inscripción y una estrella de David la acompañaba, raro para una iglesia católica; la cruz que está en el altar pesa bastante, si no estoy mal, casi unos trescientos kilos, me puedo equivocar, pero sé que es muy pesada y ya ha matado en el pasado.

La cruz es de madera de roble, a esta la han colocado al revés, han destruido su cristo y han ubicado el cuerpo inerte de aquel joven sacerdote; está mutilado, saciaron sus apetitos asesinos en él, el pobre ha sido cruelmente torturado, está hecho jirones, esto es un espectáculo macabro.

INFERNUM, El Último Ángel CaídoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora