EL ÚLTIMO ÁNGEL CAÍDO

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la noche de sacrificios empezó, desataron a dos infantes, al de 2 años lo despedazaron vivo en una mesa, el niño solo gritaba y las mierdas que hacían esto, solo reían, el cuerpo lo trituraron en una cuenca de piedra.

De aquel crío solo quedo un amasijo, de carne, sangre y huesos molidos, era espantosa la imagen y los chillidos que había escupido aquel indefenso ser, también fue inenarrable los llantos de su madre, que se hallaba entre los que íbamos a ser sacrificados.

Esta secta era aberrante y maldita, colocaron una escalera, una mujer desnuda se subió encima del monolito, sacó un papel y empezó a leer, el monolito comenzó a arder; aquella mujer inició una danza, sin embargo, no sabía cómo podía soportar ese calor con los pies desnudos.

Derramo una parte del mejunje en el monolito, aquel brebaje, fue el cuerpo de aquel crío de 2 añitos, la roca apagó su fiereza, pero volvió a prender nuevamente pidiendo más, y la mujer vertió el resto de aquel bebistrajo, vi que tomo un poco, las náuseas no me hicieron esperar, me contuve, sé que si hubiese vomitado, no saldría bien librado, ya que mi cuerpo no se encontraba en una buena posición, podía haberme ahogado con mi emesis.

Acto seguido un hombre subió y le paso una tijera, ella procedió a cortarse la cabellera y a ofrecerla al monolito, este no respondía, después de verter aquel rancio líquido, el monolito se apagó o durmió, yo qué sé, lo único que podía entender, es que el monolito dejó de brillar.

La mujer intentó con todo, hasta que enterró las tijeras en la palma de la mano derecha y la sangre fluyó, la miserable roca, hija de puta, volvió en sí, la mujer sonrió, recito unas extrañas oraciones y clavó la tijera en su ojo derecho.

La extraía y la volvía a introducir, con un salvajismo frenético y delirante, mientras danzaba en un ritmo de tambores, flautas, quijadas, un sinfín de instrumentos, lo más parecido al Woodstock de los años 70.

El monolito empezó a arder y la mujer de un momento a otro, de forma súbita, paró de enterrar la tijera, su cara cambió de tono, la sorna de antes, se volvió una metamorfosis de histeria, llanto, gritos de dolor, la piel empezó a burbujear, esta explotaba una y otra vez, escuché que pedía auxilio, pero nadie la socorrió.

Los tambores se hicieron más febriles, aquella mujer era devorada por el fuego de manera grotesca, porque no se quemaba de forma usual, sino que su piel hervía, reventaba y se rasgaba, comenzó a deshacerse de forma dramática, los gritos de agonía eran horrendos y la miasma que expedía esa masa, era asquerosa.

De la mujer solamente quedó, un charco de lo que fue antes, su cuerpo y la cabellera que había cortado, vi que después buscaron al otro crío, tenía unos 6 años, este tenía la boca cosida, su cuerpo estaba completo, inmaculado, menos su cara, a este lo habían bajado del alto poste, y lo tiraron bruscamente a la mesa, el niño gemía y al parecer, habían golpeado su rostro con sevicia, "malditos qué clase de secta era esta", pensé.

El niño lloraba y miraba hacia uno de los maderos, al parecer su padre se encontraba allí, él temblaba del miedo, sus lágrimas, me hicieron llorar, el siervo se dejó venir y con la lanza que me había enterrado antes, desgarró los hilos, con los que estaba cosida la boca del pequeño, el niño gritó, le dolió y al mirar el rostro de aquella fétida imagen, se estremeció.

Ver la cara sin ojos de esa mierda, era angustiante y vomitiva, el crío suplicante agarro la mano de aquel monje, y entre lágrimas le decía unas cuantas líneas, que se conjugaba con la sangre de sus labios y la terrorífica golpiza de su rostro, lo que dijo me encogió el alma y el corazón.

—señor, no me haga nada, perdóneme, perdóneme, yo solo tengo seis añitos y mi papá estaba trabajando en la granja, perdóneme, por favor, yo no hice nada, no me vaya a hacer nada, por favor, por favor, por favor, nooooo, no me haga nada, nooooo, no me corte el pie, por favor, se lo suplico, nooooo, por favor, me dueleeee.

INFERNUM, El Último Ángel CaídoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora