Prólogo

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Los ojos del líder, del mayoritario, del jefe, se posaron sobre toda aquella sala repleta de gente adinerada y de aquellos que estaban acabando una entre un millón de jugadas sin un maldito duro en los bolsillos; víctimas de una obsesión que los podría llevar a un oscuro y económico abismo del cual era difícil salir.

Nada más dar las diez y media de la noche, todas las puertas de la cadena ROYAL de casinos y bares de alterne que poseía en sus manos Hwang Hyunjin se abrieron, dando por hecho que esta noche iba a triunfar como todas las anteriores en cinco años de astucia y profesionalidad.

—Hoy es una gran noche, ¿No crees?

Hyunjin tan solo asintió con una media sonrisa, mirando como la gente vestía elegantes trajes y rápidamente se podía detectar la desesperación que tenían por ganar dinero, sintiendo sus vellos erizarse por las inesperadas caricias que le estaba brindando su nueva hermosa adquisición.

Una muchacha de rasgos asiático-europeo, universitaria y con un sencillo, pero escandaloso cuerpo que lo lograba marear nada más sentirlo sobre el suyo. Hace unos meses le había sorprendido el ver como aquella niña, de tan solo veintiún años, entraba por una de las puertas de ROYAL, acompañada de otras tres hermosas muchachas americanas, sin embargo; ella, Minjeong, lo había hechizado por completo, torturándose por la inesperada promesa que se había hecho meses atrás sobre no posar los ojos en algún inquieto cuerpo tan puro.

No tardó más de cinco días en acercarse a ella, sabiendo la hora exacta en que frecuentaba uno de sus bares, su bebida alcohólica favorita y su nombre, pero no su apellido, algo que le daba curiosidad y terminó olvidando. La muchacha no había sido para nada fácil de dominar, en absoluto, él, Hwang Hyunjin, tuvo que aguantar dos meses de estúpidas citas donde ella le cogía la mano, donde lo llamaba "cariño" y se jactaba contándoles a sus amigas el dios hecho hombre que la estaba cortejando desde hace poco más de un mes.

Ni siquiera él entendía cómo había logrado seguir aquella estupidez por más de una semana; sin embargo, tuvo su recompensa y, hoy en día, disfrutaba de aquel cuerpo esculpido por los ángeles y, esos labios, tan finos y deseables que le hacían maravillas en cualquier sitio de su cuerpo.

Sinceramente, la espera había servido de algo.

—Deberías volver a casa —Hyunjin se giró hacia la dirección de su mujer (o así era como se llamaba así misma: la mujer de Hwang)—. Son pasadas las tres de la madrugada.

Minjeong negó mientras posaba las manos sobre los anchos hombros de su pareja, acariciándolos tentativamente mientras se acercaba más a él, sabiendo que quizá con un poco de estimulante lograría llevárselo a casa.

—Le diré a Mark que te lleve a tu departamento —insistió, frunciendo levemente el ceño, y apartando las manos de Minjeong con obligada suavidad.

—Pero, Hyunjin...

—¿No escuchaste? Estás aquí desde que las puertas se abrieron y, sinceramente Minjeong, tengo mucho trabajo como para estar malditamente pendiente de ti —refutó sin frenos. La gente más cercana a Hyunjin, y también la que escuchaba rumores sobre él, admiraba la forma en que se expresaba hacia los demás, sin ninguna gota de sangre en las venas. Algo sorprendente.

—Señor, ¿Me mandó a llamar? —la voz de uno de los guardaespaldas hizo que la acompañante de Hwang callara sus excusas y tan solo se comportara sumisamente.

—Sí. Quiero que la lleves a su departamento — ordenó sin siquiera dirigir la mirada hacia la muchacha. Palmeó con fuerza el hombro del guardaespaldas y desapareció entre los pasillos privados del casino, dirigiéndose a su oficina.

Una venganza casi perfecta Donde viven las historias. Descúbrelo ahora