Capítulo 2

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Jeongin soltó un pequeño jadeo de sorpresa cuando sintió las manos frías de Hyunjin meterse bajo su camiseta blanca. Aquel estúpido hombre se las había apañado para bailar junto a él, en mitad de la pista, mientras la gente se frotaba contra ellos, inocentes a las perversiones que el mayor estaba pensando en esos momentos.

El castaño se había tenido que resistir a mandarlo a la mierda cuando Hyunjin tuvo la brillante idea de asistir a uno de los bares de alterne que poseía entre sus manos.

También tuvo que acallar las ganas de reírse en la cara del otro por ser víctima de las armas que poseía para ligar; sin embargo, sintió algo de vergüenza al darse cuenta de que prácticamente todos los hombres hacían lo mismo cuando querían llevarse a una mujer a la cama.

Se sentía jodidamente extraño; tenía miedo de pensar cómo iba a manejar la situación cuando su víctima cayera de redondo en su venganza, por lo que empezó a aceptar cada bebida que Hyunjin le pedía.

El hecho de no haber cenado bien no ayudó a que su organismo resistiera el alcohol con mayor fuerza, por lo que después de unas cinco copas bien cargadas ya estaba mareado, riéndose por cualquier estupidez y abrazándose al mayor como si de aquello dependiera su vida.

Aunque aún seguía completamente consciente de lo que hacía frente al hombre, no podía dejar que la labia de éste consiguiera su cometido. Hyunjin tenía los ojos oscuros, brillantes y llenos de un sentimiento acaparador de deseo, como si en cualquier momento, cuando menos se lo esperara, se lanzara hacia él para devorarlo.

Como una fiera acechando a su presa.

—Aquí tienes otro —el mayor sonrió levemente viendo como Jeongin se intentaba sentar sin tropezar en el sofá blanco que había en una de las salas privadas del bar—. ¿Realmente quieres seguir bebiendo?

—Ajá, tú déjalo ahí —el menor señaló la pequeña mesa de cristal que se encontraba frente a él, y después de ver como Hyunjin le hacía caso, se dejó caer sobre el cómodo sofá y soltó un suspiro pesado.

Acababa de salir del baño, tan solo esperaba que aquello ayudara a bajarle un poco el alcohol.

Para hacerse el interesante miró el reloj de muñeca dándose cuenta de que eran más de las tres de la mañana, por lo que pensó en Minjeong por un segundo; sin embargo, al sentir la repentina cercanía de Hyunjin dio un brinco olvidando incluso su nombre.

El hombre olía genial, tan natural y varonil que Jeongin, por un momento, le tuvo envidia.

La seguridad con la que se acercaba a lo que pretendía que fuera suyo era tan sofocante que no tardó en sentirse agobiado por tal hecho. Por un segundo se arrepintió de planear aquella cena de pareja, sabía perfectamente que no lo había planeado con cautela, simplemente se dejó llevar por la manera en que le ardía la sangre nada más pensar en Hyunjin.

—Es... es tarde —murmuró el menor, cerrando los ojos con fuerza, sintiendo como la cercanía de su víctima se hacía cada vez más grande.

Quizá, si estuviera en sus cinco sentidos, no hubiera permitido aquello; sin embargo, el alcohol que residía en su cuerpo le hacía nublar toda expectativa que quisiera tener en esos momentos.

Se sentía tan liviano.

El adictivo olor almizclado que Hyunjin poseía lo mareaba, sus frías y grandes manos posándose sobre su cadera le causaban escalofríos...

Jeongin empezaba a tener miedo porque aquello, extrañamente, le gustaba.

—¿Realmente quieres que está noche acabe? — murmuró el mayor pegándose más, logrando que sus labios chocaran con la suave mejilla de pan del otro.

Una venganza casi perfecta Donde viven las historias. Descúbrelo ahora