Capítulo 19

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Jeongin se sorprendió cuando Hyunjin le dio paso al portón de su departamento, lo miró un poco confundido y tan sólo se resignó al misterio que rondaba sobre el mayor. Entraron al ascensor y se cruzó de brazos viendo como la pequeña pantalla del interior iba indicando los pisos que subían, como si fuera lo más interesante del mundo. Notaba la mirada de Hyunjin sobre él y no podía evitar sentir como su cuerpo cosquilleaba por aquellos ojos tan intensos.

Bajó la mirada y sonrió un poco hacia el contrario, sin saber exactamente de qué manera actuar. No habían tocado temas muy importantes en el trayecto hacia el departamento, por lo que el ambiente permanecía un poco tenso todavía. Una vez que llegaron a la planta, Jeongin caminó hacia la puerta y esperó a que Hyunjin abriera.

—Woah...

Su lengua se trabó, privándole la oportunidad de poder decir algo más.

Sinceramente, nunca se imaginó encontrarse con el departamento ambientado de forma romántica; una mesa adornada con velas blancas y pequeños pétalos de rosas rojas encima de esta, una suave música chocando sin agresividad contra las paredes del salón.

Y lo que más había llamado su atención era la chimenea encendida, intensos colores anaranjados, rojos y violetas, formando una gran llama de fuego; frente a esta preciosidad había mantas grises y blancas sobre el suelo, almohadones de diferentes tamaños y colores, con una bandeja plateada donde se encontraba una cubeta de hielo, buen vino incrustado en ella, copas vacías y recipientes de cristal llenos de deliciosas frutillas.

—¿Te gusta?

Jeongin tragó saliva y asintió lentamente, girando el rostro en dirección a Hyunjin. Éste, con una sonrisa de satisfacción en el rostro, le ofreció su mano y él aceptó entrelazando los dedos con los contrarios. Caminaron hacia la mesa y tomaron asiento. De repente, la presencia de San se manifestó haciendo que Hyunjin se llevara la mano a la frente, avergonzado, y Jeongin se aguantara la risa.

—Sólo tenía veinticuatro horas para organizar todo —murmuró el mayor, mientras veían como el hombre de gran cuerpo servía un poco de vino en sus copas.

—Pensé que...

—No, Jeongin. Me abstuve de mandar a mi asistente a organizarlo todo —Hyunjin, en un acto repentino, colocó la mano sobre la ajena, dando suaves caricias que provocaron un vacío en el estómago del menor—. Esto es serio, por lo menos para mí.

El menor apartó un poco la mano que sostenía Hyunjin para mirar al guardaespaldas/camarero de forma en que le agradecía por aguantar estas cosas. Poco después de que tuvieran la cena sobre sus platos, San salió del departamento de una forma muy discreta.

—Él recibirá un buen sueldo —bromeó Hyunjin, logrando así que, por lo menos, Jeongin mostrara sus perlados dientes en una sonrisa divertida. Estaba siendo más difícil de lo normal entablar un ambiente menos tenso, pero no se rendiría—. Por cierto, no comenté nada, pero estás precioso con tu tono de cabello natural.

—Gracias —Jeongin sonrió más, mirando al otro bajo sus pestañas, mientras envolvía la pasta en su cubierto—. Realmente quería deshacerme del gris... Fue un momento de locura del que me arrepiento.

Hyunjin, interiormente, agradeció a los dioses de arriba el conseguir sacar un pequeño tema de conversación.

—Estabas estupendo, de todos modos.

—Bah, nada del otro mundo —el menor mojó sus labios con el vino, catando poco a poco el sabor de éste—. ¿Tú cocinaste?

—Sí.

Jeongin no se aguantó la risa y soltó un par de carcajadas suaves, claramente burlándose sobre los inexistentes dotes culinarios del azabache.

—No te creo.

Una venganza casi perfecta Donde viven las historias. Descúbrelo ahora