Capítulo 8

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Los párrafos en cursiva que aparezcan más adelante narran escenas pasadas que ya sucedieron


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—Entonces... ¿Estás bien? —la preocupada voz de Jeongin hizo reír entre dientes al rubio, Jisung—. Lo sé, Minjeong. Algún día tendrás que venir, ¿No? Debo conocerlo.

—Ya, déjala vivir en paz —el mayor de los dos no pudo aguantar más y le arrebató el teléfono móvil a su mejor amigo, poniéndoselo él en la oreja—. Oye Minjeong, ¿Todo bien, verdad? Me alegro. Adiós.

Escuchando la risa suave de la menor a través de la línea, colgó rápidamente.

—No hablo con ella desde hace una semana — murmuró Jeongin mostrando cierto tono de molestia en su voz.

—Cuando ella se case y tenga hijos ni siquiera se acordará de ti —sentenció, ciertamente dando un buen punto.

Jeongin tan solo pudo refunfuñar por lo bajo y llevarse a la boca una empanadilla de pisto para no soltar todas las malas palabras que tenía preparadas para su amigo.

De alguna manera no podía sentirse seguro del todo, una parte de él todavía tenía cierta inseguridad sobre la felicidad de Minjeong y aunque recientemente se enteró por boca de ella que había empezado a salir con alguien, aquel sentimiento no cambiaba ni un poco... debía superarlo porque Hyunjin estaba lejos —no literalmente—, lejos de ella... lejos de Kkami.

Y de él.

Ahogó un suspiro e intentó que la comida lograra llevarse de su garganta aquel nudo de desesperación que había mantenido desde hace poco menos de un mes.

Seguía recibiendo las llamadas perdidas de Hyunjin; los mensajes desesperantes diciéndole — más bien rogándole— que intentara contactar con él de alguna forma u otra, pero tan solo se dignaba a dejarle las pequeñas alas azules del visto.

—Innie —su mejor amigo lo llamó y se obligó así mismo a alzar el rostro—, ayer por casualidad vi a Chan.

Oh, dios...

—Realmente es atractivo —las mejillas de Jisung se tiñeron de un leve, casi invisible, color carmesí—. No es del todo mi tipo, pero no tiene nada que envidiar de los demás.

—Sí, es verdad —de repente, Jeongin ya no sentía las mismas ansias por desayunar hasta quedar completamente satisfecho.

—¿Y qué tal con él? —el rubio siguió degustando un pequeño trozo de pastel de fresas que le había recomendado el camarero—. Espero que logren pasar al siguiente tramo.

Esta vez sí suspiró.

—Nada de eso... simplemente, no puedo — chasqueó la lengua y definitivamente hizo a un lado el plato donde yacía su comida medianamente mordisqueada. Sintió la intensa mirada de Jisung sobre él y decidió contárselo—. ¿Es increíble que todavía no logre sacármelo de la cabeza?

Jisung bufó por lo bajo y negó.

—Menos mal —un sentimiento de alivio surcándole el pecho—, porque por un demonio, ese hombre me atormenta.

—Deberías experimentar con Hyun—puso cierto tono de seducción en el diminutivo solo para burlarse del menor—, pero como siempre haces todo mal...

—Chan está completamente dispuesto a hacerme ese favor.

—Ajá, ¿Y? —Jisung dejó a un lado su desayuno y miró al castaño con cierta seriedad en los ojos—. Sigues pensando en otro. Piensa que si vuelves con Hyunjin, él no te va a reclamar nada, no debería.

Una venganza casi perfecta Donde viven las historias. Descúbrelo ahora