Capítulo cuatro

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—Buenos días, Sara.

Nos encontramos de camino al vagón del comedor a desayunar. Me mira unos segundos y entonces responde:

—Buenos días... —responde dejando la frase al aire. Seguro no recuerda mi nombre. No la culpo, yo tampoco quiero tener ningún vínculo.

—Me llamo Logan —digo. Por lo menos me gustaría que conociéramos nuestros nombres.

—Oh, cierto —responde y se va al vagón del comedor.

Como esperaba, no parece que habrá mucha comunicación. He notado que antes de los juegos casi nunca hay interacción entre tributos a no ser que sea para lanzarse miradas retadoras. Nunca he visto una pareja de tributos que parezcan ser buenos amigos a pesar de la situación.

Paso también al vagón del comedor. El desayuno ya está servido: huevos revueltos con unas plantas que jamás había visto, tazones de fruta y panes. Irma llega con la misma peluca verde pero ahora con un traje blanco y nos recuerda todo el itinerario de hoy y que no debemos llegar tarde a ningún lado o nos matarán. No sé si lo dice como una simple expresión o se está burlando de nosotros.

Johanna devora el desayuno y eructa. Sé que lo hace para molestar a Irma, yo también suelto un eructo y Johanna suelta una risa mientras Irma me mira asqueada. Vamos, no hay muchas posibilidades de que gane, ¿qué más da que un tributo cualquiera se burle de ella?

Irma dice que en pocas horas llegaremos al Capitolio y nos prepararán para el desfile. Entonces, por fin dice algo que me interesa: es nuestra oportunidad para conseguir patrocinadores. Bien, es momento de mentalizarme para sonreír a la gente como si fuera un animal rogando por comida.

No falta mucho para llegar al Capitolio, unas dos horas tal vez. Me siento más nervioso conforme pasa el tiempo, falta cada vez menos tiempo para que empiecen los juegos y me manden a enfrentarme a un montón de niños.

Sigo sin saber si mataré a alguien. Prefiero pensar en otras cosas: cómo será la arena, cómo sobreviviré, qué puede haber en la cornucopia. Se me vienen a la mente las imágenes de juegos pasados, de cómo unos morían de formas terribles y agonizantes para diversión del Capitolio.

No quiero contribuir a eso, pero tampoco quiero morir. No tengo muchas opciones.

Irma ha dejado de decirnos todo el itinerario como loca, parece que hasta ella se ha hartado de lo mismo. Blight y Johanna se ponen a hablar de lo que deben hacer en la sede de los juegos siendo mentores. Espero que esta vez intenten mandar regalos y conseguir patrocinadores.

Todo se pone oscuro y me doy cuenta de que estamos en los túneles, ya casi llegamos. Cuando vuelve la luz veo el Capitolio: es enorme, edificios gigantes por todos lados y mucho brillo. Por un momento creo que he llegado al paraíso y al instante me doy cuenta de la realidad.

—Bien —dice Irma—. ¡Hemos llegado! Ahora iremos al Centro de Entrenamiento y los prepararán para esta noche.

No tengo idea de lo que me espera, pero no tengo más opción que aceptar todo lo que me vayan a hacer.

No tengo idea de lo que me espera, pero no tengo más opción que aceptar todo lo que me vayan a hacer

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El Susurrador | En hiatusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora