Capítulo trece

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Son gritos de una chica. Se extienden por unos cuantos espantosos minutos hasta que suena el cañonazo.

Caleb está temblando a pesar del calor. Sin pensármelo lo abrazo e intento calmarlo. No puedo permitir que se altere y atraiga a los profesionales.

Estoy seguro de que fueron ellos. Nadie más pudo haber sido. Imagino a Bastian matándola de formas horribles, dolorosas y lentas.

—Tranquilo —le susurro a Caleb—, no saben que estamos aquí.

Caleb lucha con todas sus fuerzas para tratar de calmarse mientras yo deseo con todas mis fuerzas que no haga ruido y atraiga a los profesionales.

En medio de la noche logro ver al aerodeslizador llevándose el cuerpo, sucedió más al centro de la arena.

—Ya pasó —susurro—. Fue cerca de la Cornucopia. No van a venir aquí.

—¿Estás seguro? —pregunta una vez que se ha calmado.

—Muy seguro.

Después de un rato volvemos a intentar dormir. Al cabo de un rato Caleb ya está dormido y yo no puedo sacar de mi mente la idea de tener que matarlo para ganar los Juegos. ¿De verdad sería capaz de matarlo? No sé lo que haría si solo quedáramos él y yo, ni siquiera quiero pensar en eso. Hasta que ese momento llegue tengo que enfocarme en sobrevivir y deshacerme de los profesionales, especialmente de Bastian.

Aunque no quiera admitirlo, tengo que decir que Bastian de verdad me da miedo. Estoy seguro de que él mató a la chica que acabamos de escuchar. No puedo imaginar a otro de los profesionales haciéndolo. No tengo ninguna duda de que fue él quien lo hizo. Mi objetivo final será él, debo matarlo. Seguro que los Vigilantes se darán un festín con la pelea que voy a dar.

Mientras tanto, cierro los ojos y me concentro en intentar dormir hasta que mis ojos se rinden y me quedo dormido. En mis sueños, Anton está conmigo dentro de esta arena.

Soy el primero en despertar justo cuando la temperatura baja

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Soy el primero en despertar justo cuando la temperatura baja. Me pongo la rompevientos y despierto a Caleb para que haga lo mismo.

Con lo que he aprendido de Caleb y de los entrenamientos me siento preparado para buscar frutos. Pongo a Caleb a hacer una fogata mientras yo busco arbustos o algo parecido donde pueda encontrar algo comestible.

Procuro no alejarme mucho, traigo el hacha conmigo y no quiero estar muy lejos como para no poder proteger a Caleb de algún otro tributo. No quiero perder el campamento de vista, entonces busco alrededor algo que podamos desayunar.

Sé que pedir manjares en esta situación es tan estúpido como pedir justicia por parte del Capitolio. Es algo que simplemente no sucede. Llevo mis dieciséis años de vida sabiendo que no importa lo mucho que odie al Capitolio no habrá forma de que pueda hacer algo al respecto para cambiar esto. El Capitolio es tan poderoso que incluso puede hacer que los tributos aceptemos el hecho de que vamos a tener que luchar por sobrevivir a esta locura.

El Susurrador | En hiatusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora