Capítulo once

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Todo este tiempo fue él. Creí que cualquiera d ellos profesionales podría tenerla, pero nunca imaginé que sería el chico del Distrito 11. Bien, ahora sé dónde está mi hacha; solo falta saber cómo haré para obtenerla.

Mi primer pensamiento es buscar una manera de robarla. Tal vez mientras duerma, puede ser cuando salga a buscar algo. No. Eso no va a funcionar.

Lo veo y noto que no luce lo suficientemente fuerte como para usar esa hacha en combate, seguro que la tomó solo por tener un arma. Por la forma en la que la toma no parece tener ni la más remota idea de cómo usarla. Quiero el hacha y la voy a conseguir. Como sea.

La noche llegó desde hace un rato, las proyecciones aún no comienzan y estoy quieto esperando a que la arena se inunde del himno de Panem

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La noche llegó desde hace un rato, las proyecciones aún no comienzan y estoy quieto esperando a que la arena se inunde del himno de Panem. Guardé la rompevientos en la mochila desde el atardecer. Solo me queda esperar.

Él está sentado mirando la fogata, que sigue encendida a pesar del calor. Veo que asa una pata de conejo usando un palo. Mi hacha está recostada a un lado, la luz del fuego baila sobre la hoja filosa.

Espero mi oportunidad para reclamar lo que es mío, lo que me pertenece. Mi pecho se infla y desinfla con delicadeza, no quiero hacer más ruido que el crujido de la fogata hasta que el himno comience y pueda actuar.

Dejé mi mochila escondida, yo estoy detrás de un muro con algunos huecos. Puedo ver lo que hace. Sigue asando su conejo sin molestarse siquiera en mirar a los lados para ver si alguien viene. No sabe que yo voy tras él.

Acaricio la funda del cuchillo en mi cinturón mientras espero al momento adecuado. A través de los huecos veo que me está dando la espalda sin ninguna preocupación. Bebe un poco de agua, toma otro trozo de conejo y lo cocina en el fuego. Intento ponerme en su lugar, estar delante de esa fogata co nun calor insoportable. Fácilmente estamos por encima de los treinta grados y este tipo no parece tener calor.

Los segundos pasan, que siento como si fueran horas eternas. Mi hacha sigue descansando en el suelo a un lado de él. Si me acerco con cuidado podré sorprenderlo. Durante unos momentos pensé en solo robar el hacha e irme, pero tengo una gran oportunidad frente a mí. Una oportunidad para demostrarles a los patrocinadores que puedo ganar los Juegos del Hambre. Una oportunidad para conseguir el hacha y enfrentar a los profesionales. Una oportunidad para volver a casa.

La noche comienza a pintarse de luz y el himno de Panem suena por toda la arena.

Es el momento perfecto para tomar mi hacha.

Saco el cuchillo de su funda con cuidado, a pesar de que el himno está muy fuerte no quiero que pueda escucharme por encima de la melodía. Me deslizo bajo la luz de las proyecciones cuidando mis pasos. La verdad, nunca he cazado, pero tengo muy presentes recuerdos de cuando jugaba con Anton en el bosque a las escondidas.

Uno contaba y silbaba mientras el otro se escondía. Al terminar de silbar era momento de buscar sin hacer mucho ruido. Yo solía ganar al asustarlo llegando de espaldas sin hacer ruido alguno. Esto no puede ser tan diferente.

El Susurrador | En hiatusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora