Capítulo siete

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Sara y yo vamos a trabajar por separado. Cada uno con sus mentores verán el contenido de las entrevistas mientras que con Irma la forma de comportarnos. Para mi mala suerte me toca primero estar con Irma durante cuatro horas seguidas.

No me había dado cuenta de que abro mucho las piernas cuando me siento. Irma dice que eso es grosero y que ni se me ocurra hacer eso delante de todo Panem a menos que quiera verme vulgar y corriente.

Antes de comenzar la sesión Irma me pidió que me pusiera un traje de los que tengo en el armario de mi habitación. Se puso loca cuando vio que llegué con tres botones sin abrochar y el saco abierto.

«¡Siempre con corbata!», dijo.

Ahora me está enseñando a sentarme bien y reírme con decencia. Por lo menos no me pidió imitar el estúpido acento que usan aquí.

—Tú sí que tienes porte para esto —dice—. He trabajado con otros jóvenes incorregibles. ¡Tú eres todo un galán!

Estoy comenzando a hartarme de que me digan que soy guapo. Sé que Irma lo dice por cortesía y porque confía en mí, pero no puedo evitar pensar en el resto de la gente del Capitolio que me ven como la estrella de los Juegos. No les pertenezco. No soy un simple objeto para su entretenimiento. Esta noche en la entrevista tengo que lograr que me vean como un ser humano.

Después de dos horas por fin termina mi entrenamiento con Irma. Aprendí cómo sentarme correctamente sin verme mal a los ojos de la gente del Capitolio, también aprendí cómo reír y a responder a las bromas de Caesar Flickerman.

Entonces vamos al comedor a almorzar. Durante la comida no hablamos mucho, estamos concentrados en lo que sucederá esta noche y lo que debemos hacer si queremos tener éxito. Lo único que me preocupa es lo que diré en la entrevista. Si de por sí no soy nada bueno expresando mis emociones, mucho menos en las entrevistas previas a los Juegos del Hambre. ¿Qué se supone que voy a hacer? No puedo copiar lo que hizo Johanna. Recuerdo que ella en su entrevista lloriqueaba y decía que extrañaba su hogar y temía morir. Para ella fue fácil, desde el principio tenía todo planeado y sabía cómo engañar a todos para que la vieran como un estorbo antes y durante los juegos. A mí me ven como un supuesto héroe, si quieren que diga que mataré a todos para salvar a Bruno y Anton están equivocados.

Cuando terminamos de comer volvemos al entrenamiento para las entrevistas. Johanna y yo estamos en mi habitación revisando las posibles preguntas.

—Hay una cosa muy clara —dice Johanna—: hablará de la cosecha y cómo te ofreciste voluntario. ¿Qué vas a decir?

—La verdad, que me ofrecí para salvar al hermano de mi mejor amigo.

—Eso suena bien. También te hablará del desfile y cómo captaste la atención de muchos de esos idiotas.

—No quiero que me vean así. Edinne desde el principio dijo que quería darme la imagen de un chico rudo y aprovechó mi carota.

—Voy a contarte algo —dice removiéndose en el borde de la cama—. No te conviene que te vean como Edinne quiere. Ella te está poniendo atractivo a propósito. Sabe que eres guapo y quiere explotar eso, al menos no te mandó mostrando piel en el desfile. Si llegas a ganar los juegos tu atractivo será tu perdición. Sé lo que te digo.

—¿Y cómo puedo cambiar eso? ¿Cómo puedo hacer que dejen de verme deseable?

—Hay una forma —dice mirando al suelo.

—¿Cuál?

—Muéstrate vulnerable.

—¿Vulnerable?

—Sí, háblales de tu amigo, lo que significa para ti y todo eso. —A Johanna le está costando mucho sacar las palabras. Noto cómo se le forma un nudo en la garganta.

El Susurrador | En hiatusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora