Capítulo veinte

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Irma toca mi puerta para decirme en treinta minutos llegaremos a la estación del Distrito 7. Me echo agua en la cara y me pongo la misma ropa.

Salgo de mi cuarto y me reúno en el vagón principal con Johanna e Irma. Me quedo de pie viendo los árboles que llenan el distrito y las casas de madera. Por fin vuelvo a mi hogar, a donde pertenezco.

Pienso en Sara. Durante la Gira de la Victoria tendré que hablar de ella y cómo me acompañó hacia los juegos.

Nunca tuve un vínculo con ella, ni siquiera me encariñé; pero no puedo evitar pensar en ella y sus padres. ¿Tendrá hermanos? Nunca se lo pregunté.

Entonces Caleb viene a mi mente. Me pongo a pensar en su madre y su hermano recibiendo su cuerpo en una sencilla caja de madera.

Pero también imagino a mis padres recibiendo mi cuerpo frío, imagino a Anton llorando sobre mi tumba.

No podía permitir que eso pasara. Sí, maté personas, pero también pudieron haberme matado. Me convertí en asesino para evitar que muriera Bruno.

Cuando llegamos a la estación y veo a Anton sé que valió la pena. Valió la pena todo lo que hice en la arena, haber matado a Root y Bastian, incluso haber abandonado a Caleb. Por Anton todo vale la pena.

Cuando salimos del tren las cámaras se acercan y no paran de tomar fotos. Después de quién sabe cuántas fotos Irma me indica que puedo saludar a mis padres, que están a unos pasos.

Mamá me abraza con más fuerza de la que recordaba que tenía al abrazar. Mi papá me abraza también y me da un beso en la frente.

Veo a Anton y me lanzo a abrazarlo.

—¡Volviste! —dice en medio de sollozos.

—Volví —digo en su oído.

Me permito llorar escondiendo la cara en su hombro.

No sé cuánto tiempo pasa hasta que las cámaras se van y nos dejan tranquilos. Irma me dice que hoy debo ocupar mi nueva casa, pero me deja visitar la mía una última vez.

Mis papás y los de Anton acordaron preparar una cena hoy en mi ahora vieja casa para celebrar mi Victoria. Irma no dijo a qué hora debía estar en la nueva casa, así que acepto.

Durante la cena les cuento cómo es el Capitolio, todos los lujos que hay y la tecnología que tienen ahí. No me preguntan mucho sobre lo que pasó dentro de la arena, ellos lo vieron todo.

—Ven —me dice Anton mientras nuestros padres platican.

Me levanto de la mesa y lo sigo hacia el bosque de mi casa. Nos alejamos unos metros y nos acostamos en el suave pasto.

Aquí sé que las estrellas son naturales. El cielo se ve muy claro sin todas las luces del Capitolio. Sí, este es mi hogar.

—Oye —dice Anton—. Mientras buscabas a Bastian vi que hablabas solo, o algo así. ¿Qué pasó?

—Escuché un susurro preguntándome si lo mataría igual que a Root.

—¿Un susurro? ¿Cómo el Susurrador?

Río al recordar esa leyenda infantil.

—No lo sé —digo—, tal vez me acompañó en la arena.

Nuestros papás siguen platicando y comiendo mientras Anton y yo volvemos a ser niños de dieciséis años. Disfruto estos momentos en mi casa antes de iniciar mi nueva vida como vencedor.

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⏰ Última actualización: Nov 29, 2023 ⏰

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El Susurrador | En hiatusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora