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Callie

No tenía idea de qué se había adueñado de mí para ofrecerme a ser su tutora, pero como me gustaba cumplir con mi palabra, no me quedaba otra opción que seguir adelante.

Aquella misma noche, mientras me preparaba algo ligero para cenar y alimentaba a Lucifer, me llegó su mensaje.

Los días que yo le había indicado que me venían bien, parecían adecuarse también a su horario, por lo que acordamos encontrarnos en la biblioteca de la universidad después de las clases.

Aquella noche, mientras esperaba a que el sueño llegara, no pude evitar pensar que quizá aquello tampoco sería malo para mí. Ser tutora no estaba en mis planes pero sin duda figuraría como algo bueno en mi currículum cuando terminase el curso.

Estaba a punto de quedarme dormida cuando llegó un nuevo mensaje.
Creí que sería Devon de nuevo, pero me equivoqué.

Suspiré y dejé el mensaje sin respuesta.

Después de la muerte de mi abuela, quién me crió cuando mi madre murió cuando yo tenía diez años debido a una infección respiratoria, me esforcé en seguir con mi vida.
Estudié y trabajé hasta el cansancio tratando de mantener un techo sobre mi cabeza.

Mi abuela había estado enferma durante año y medio y yo me había ocupado de todos los gastos.
En su testamento, me entregó la casa y una cantidad considerable de dinero pero la casa era vieja y los recuerdos me estaban consumiendo.

Aguanté hasta que me aceptaron en esta universidad gracias a mis notas.
Vendí la casa, cogí a Lucifer y todo lo que necesitaba y empecé de nuevo.

Nueva ciudad, nueva gente.

Los mensajes no se detendrían hasta que respondiera, pero eso sería en otro momento. La Callie del futuro se encargaría de dejarle claro que podía irse a la mierda y meterse sus disculpas por dónde no da el sol.
La Callie del presente solo quería dormir y olvidar que estaba sola.

 La Callie del presente solo quería dormir y olvidar que estaba sola

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Devon

Ashley no estaba durmiendo bien y por consecuente, yo tampoco.
No importaba cuantos juguetes para morder congelados le diese, solo quería estar en brazos. Principalmente, los míos.

Al final, había terminado por acostarla en mi cama para que al menos pudiéramos juntar las horas de sueño, lo que me permitía descansar cuatro o cinco horas en total.

—Buenos días, hijo. ¿Cómo está nuestra niña?

Mi madre se abrió paso dentro de la habitación de Ash mientras terminaba de vestirla para llevarla a la guardería.
Me había asegurado de preparar su bolsa con todo lo que podía necesitar.

Ese día tenía entrenamiento a primera hora y después de las clases me reuniría con Callie en la biblioteca para nuestra primera sesión de tutoría. Solo esperaba aguantar despierto hasta entonces.

Mi madre la recogería por la tarde después de salir de su trabajo como gerocultora en el centro de mayores.

—Durmió un poco más de lo que esperaba.

—Es normal. En esta etapa no lo pasan nada bien.

Recogiendo sus cosas y después asegurándome de tener las mías, la coloqué en su sillita en el coche de mi madre y me despedí de ella como cada mañana.

—Ten un buen día, mi niña. Te quiero.

Dejé un sonoro beso en su mejilla haciéndola reír y esperé hasta que el coche se alejara para correr hasta el mío y conducir hasta la universidad.

Una vez allí, me reuní con Cameron quien tenía muchísimo mejor aspecto que yo.
Juro que el tipo podía pasarse la noche en vela pero siempre ofrecía buen aspecto y había sido así desde siempre. Era mi amigo más cercano y el único del equipo que estuvo a mi lado la primera vez que sostuve a Ashley en brazos cuando mi mundo se derrumbó por primera vez al perder a Leyla.

Contaba con él para prácticamente todo y sabía que adoraba a mi niña casi tanto como yo.
Siempre traía algo para ella cuando iba a verla y tenía la memoria de su teléfono llena de fotos de ambos pasando tiempo juntos.

Anoche incluso habíamos compartido algunos mensajes y se ofreció a venir a ayudar para que yo pudiera descansar, pero Ashley era mi responsabilidad. Ya sentía que abusaba cuando ella pasaba tanto tiempo con mi madre por mucho que esta le quitara importancia diciendo que era su única nieta.

—Toma — acepté agradecido el vaso de café que me tendía mientras caminábamos hacia los vestuarios para cambiarnos antes del entrenamiento.

—¿Cómo está mi princesa? ¿Durmió algo?

—Sí, un poco —respondí frotándome los ojos con el talón de la mano que no sujetaba el vaso.

—La oferta sigue en pie, hermano. No tiene nada de malo aceptar ayuda.

—Lo sé, y te lo agradezco, pero necesito hacer esto por mi mismo.

—De acuerdo, pero recuerda también que eres el único padre que tiene y ella te necesita al cien por cien. No la ayudará en nada si acabas quedándote dormido al volante.

Era muy consciente de eso.

Una vez cambiados y en el campo, me centré por completo en el juego, en mi meta.

El día fue eterno

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El día fue eterno. Luché por no quedarme dormido durante mis clases e incluso en el almuerzo.

Nunca en mi vida había tomado tanta cafeína pero esperaba que me ayudara a soportar lo que quedaba de día.

Después de mi última clase y de camino a la biblioteca llamé a mi madre para saber cómo estaba Ash.

—Está muy tranquila. Pasé por la farmacia y compré una crema para ponerle en las encías. Ha sido ponerle un poco y la calmó rápidamente.

—Eso es genial. Voy a entrar en la biblioteca ahora. ¿Puedes darle un beso de mi parte y decirle que la quiero? Volveré tan pronto como termine.

—Por supuesto que lo haré. Nos vemos luego, cariño. Te dejaré la cena en el horno.

Callie me había mandado un mensaje para decirme en que parte se encontraba y como sabía que le gustaba la tranquilidad, no me sorprendió que estuviese lo más apartada posible.

Caminé hasta el segundo piso y me detuve frente a la pequeña sala detrás de la puerta acristalada y la observé.

Estaba sentada rodeada de libros y con boligrafos y subrayadores alineados sobre la mesa en perfecto orden, tal y como la veía hacer a menudo.

No podía ver como iba vestida, pero sí una de sus chaquetitas de punto que se ajustaba perfectamente a su pecho dándome un indicio de su escote.

Mordisqueaba un lápiz mientras al mismo tiempo jugueteaba con sus gafas.
La imagen me quitó por completo el aliento.

No había mirado a ninguna otra mujer desde el momento en que conocí a mi novia y después de que murió, mi mente y mi cuerpo parecían haber perdido cualquier interés en las mujeres. Hasta ella. Hasta Callie.

Imperfecto romanceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora