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Callie

¡Ay Dios mío!

Me apresuré a quitarle a Lucifer de encima negándome a mirar dentro de mi apartamento.
Si el pelaje de mi gato y el agua que salía por debajo de la puerta era un indicativo, verlo solo me hará llorar.

El engendro del mal se aferró con las uñas al jersey de Devon y yo ya no sabía si era por lo mucho que detestaba el agua o porque estaba tirirando.
Lo cierto es que los tres nos encontrábamos en el pasillo completamente empapados.

Finalmente fue Devon quien logró que la bola de pelo con quién compartía piso a diario se calmase lo suficiente para que pudiésemos enfrentarnos al terror que ya esperaba.

El suelo de mi piso estaba completamente inundado y como era del tamaño de una caja de zapatos, desde la misma entrada quedó claro que el problema venía de la cocina.

—Joder.

Sacando el teléfono de mi bolsillo me disponía a llamar al casero cuando mi acompañante decidió hablar.

—No puedes quedarte aquí. Esto es un desastre.

—Eso es evidente, Sherlock. Gracias por tu observación.

Por supuesto, fueron necesarias media docena de llamadas sin responder antes de que una voz soñolienta descolgase el teléfono. Y media hora para que se presentara allí con un fontanero de emergencia.

Pese a lo mucho que insistí, Devon no se marchó.
Lucifer había terminado quedándose dormido en sus brazos mientras esperábamos al casero dentro de su coche con la calefacción encendida.

El calentador del agua había estallado y no solo eso, sino que también tenía una gotera enorme en el techo que había empeorado con la tormenta.

Mi casero me aseguró que el seguro cubriría todo pero necesitaba un lugar donde quedarme como mínimo durante una semana y mi presupuesto era muy ajustado.
Mantuve buena parte del dinero de la venta de la casa ahorrado para emergencias. Nunca esperé tener que acudir a él tan pronto. Sin contar que tenía que encontrar un lugar rápido y barato que admitiesen mascotas.

Estaba agotada. Todo lo que quería era darme una ducha, ponerme el pijama y caer desmayada sobre la cama. Y todo eso tenía que esperar.

Dejando a Lucifer dormido en el coche, Devon insistió en subir de nuevo conmigo para ayudarme a coger lo esencial.

Con ropa, mis libros, cargadores y las cosas del gato en bolsas, caminamos hasta mi coche.
Comparado con el suyo, no era nada del otro mundo, pero funcionaba relativamente bien pese a los años que tenía.

—¿Dónde te vas a quedar? —preguntó de vuelta a su coche para recoger a mi gato.

Me encogí de hombros.
Sinceramente no lo sabía. Daría un par de vueltas a la ciudad buscando algo.

Por primera vez desde que salimos de la biblioteca, realmente le presté atención.
Parecía ansioso.

—Conozco un lugar. Puedes seguirme hasta allí si quieres.

Bueno, eso sin duda no lo esperaba.

—¿Y puedo llevar a Lucifer conmigo? Necesito encontrar un lugar que admita animales.

—No creo que haya problema.

Suspiré y sentí que mi cuerpo se relajaba por primera vez en lo que me parecieron horas.

—De acuerdo. Gracias.

Miré atentamente el lugar dónde nos habíamos detenido y no había ningún cartel anunciando que fuese algún tipo de pensión ni nada

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Miré atentamente el lugar dónde nos habíamos detenido y no había ningún cartel anunciando que fuese algún tipo de pensión ni nada.

Bajé del coche al ver que él hacia lo mismo. Por suerte había parado de llover poco antes de ponernos en marcha.

—¿Dónde estamos?

La puerta principal de la casa que tenía a su espalda se abrió dando paso a una mujer envuelta en una bata afelpada y cabello recogido.

—Hola —dijo acercándose a mí y envolviéndome en un abrazo reconfortante—. Debes ser Callie. Soy Nicole, la madre de Devon. Por favor, entra. Estás en tu casa.

Me volví de inmediato hacia él pero ya estaba empezando a descargar mi coche como si la situación no fuese descabellada.

¿Por qué me había traído a su casa?

—¡Oh, por Dios! ¿Quién es este gatito tan mono?

Mirando de nuevo hacia ella, me sorprendí al ver que mi gato ronroneaba feliz.
Él nunca hacía eso. Era antisocial. No le gustaba la gente. Ni siquiera le gustaba yo la mayor parte del tiempo.

Todavía me extrañaba que se hubiese dormido en brazos de Devon antes, pero supuse que prefería eso a volver nadando a mi piso, pero aquello era algo totalmente distinto.
Casi parecía un gato... Normal.

—Vamos dentro, niños. Está refrescando y seguramente volverá a llover.

Mis pies obedecieron y les seguí ante la idea de un lugar cálido y seco mientras mi mente era una completa locura.

—Voy a poner las cosas de este bebé en la lavandería si te parece bien, mientras Devon te acompaña arriba y te enseña dónde vas a dormir.

Asentí todavía tratando de asimilar todo.

Le seguí escaleras arriba y me mantuve en silencio mientras él me instalaba en una habitación hermosa con una cama grande que parecía comodísima y me explicaba dónde estaba el cuarto de baño y las toallas limpias.

—Te... te dejo para que te acomodes. Si tienes hambre puedes bajar a la cocina. Mamá seguramente habrá preparado algo en cuanto supo que veníamos de camino.

—¿Por qué? ¿Por qué me has traído aquí?

—Es tarde y te ves agotada, Callie. Tú me estás ayudando y no podía dejarte vagar por ahí buscando un lugar para quedarte. Aquí estás a salvo y además, mamá insistió en cuanto la llamé para contarle lo ocurrido.

—Gracias. Prometo que no molestaré y me iré en cuanto me avisen de que todo está solucionado.

—Por supuesto. Te espero abajo.

Me tomó menos de quince minutos coger algo de ropa y saltar a la ducha, pero en cuanto me dirigía a las escaleras para bajar a la cocina, un ruido que provenía de una de las habitaciones me llamó la atención.

Terminé de abrir la puerta y me sorprendió ver una habitación de bebé.
El móvil sobre la cuna iluminaba el lugar con estrellas y una música suave.

Antes de poder adentrarme, unos pasos corriendo me obligaron a mirar hacia las escaleras.

Una mancha negra pasó entre mis piernas y saltó sobre la cuna fijando sus ojos dorados en el pequeño bulto que dormía plácidamente.

—Maldito gato. Baja de ahí.

Devon pasó por mi lado y caminó despacio hacia la cuna sin apartar los ojos de Lucifer quien a su vez mantuvo los suyos en el mismo lugar.

Temiendo que atacase a quien estaba allí me adelanté dispuesta a interponerme en su camino.

Justo cuando estiré mis brazos para cogerle, saltó de nuevo y se hizo una bola junto al bebé, ronroneando una vez se encontró cómodo.

Sus ojos se abrieron clavándonos en el lugar. Solo entonces me fijé en el bebé.
Era hermosa.

—Así que aquí estabáis.

Nicole se colocó a nuestro lado y extendió la mano para acariciar a Lucifer.

—Protegerás a Ashley, ¿verdad?

Un ronroneo más profundo retumbó por la habitación y se detuvo en cuanto cerró los ojos y se durmió.

—Vamos abajo, chicos. Tenéis que comer algo.

—Pero...

—Tranquila, Callie. Ella estará bien. Los gatos son guardianes. No le hará ningún daño.

—Pero Lucifer es...

—Te prometo que no le pasará nada. No permitiría que nada le ocurriese a mi nieta.

Estaba a punto de preguntar dónde estaban sus padres cuando una voz que conocía bien se filtró sobre nuestra conversación.

—Buenas noches, hija. Te amo.

Imperfecto romanceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora