1. CONEXIONES

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Miércoles, 9 de septiembre 2020

Empujo con fuerza la puerta de la cafetería. Acelerando el paso para poder librarme de la molesta morena que no conoce el significado de la palabra "No", porque continúa siguiéndome de un lado a otro, mientras el resto de estudiantes aprovechan para almorzar y llenar su sangre de cafeína. Al principio podía tolerar su insistencia, pero con los meses ha terminado volviéndose insoportable.

—Cassie, no te lo voy a repetir.

Freno de golpe. La chica choca con mi espalda y se queda clavada en el sitio. Suelto un largo suspiro, me doy la vuelta y la miro directamente a los ojos mientras dejo salir parte de mi creciente desesperación.

—Haz el favor de irte a tu casa, Cassie. En serio, búscate un pasatiempo, un hobby o algo por el estilo. Lo que sea, no me importa lo que hagas, pero déjame en paz de una vez. Ya estoy harto de tenerte siempre detrás. Por favor, Cassie.

La repentina rudeza de mis palabras parece tomarla por sorpresa. Su expresión cambia, y en lugar de la típica sonrisa desafiante que solía mostrar, ahora hay un atisbo de confusión en su rostro. Sus ojos, generalmente chispeantes de energía, se oscurecen momentáneamente, como si hubiera apagado una luz que iluminaba su mundo. No entiendo por qué, pensaba que con el tiempo que había pasado desde que nos conocimos ya sería consciente de la escasez de paciencia e interés que poseo con respecto a las interacciones sociales.

El bullicio de la cafetería se convierte en un murmullo distante, y de repente, me encuentro atrapado en un momento que parece extenderse infinitamente.

Cassie abre la boca, como si fuera a decir algo, pero se detiene. La tensión en el aire es palpable, y un escalofrío recorre mi espalda. La gente a nuestro alrededor sigue comiendo y riendo, ajenos a la tormenta que se desata entre nosotros.

Finalmente, ella suspira. Un sonido que parece el eco de mi propia frustración. Sus hombros se hunden ligeramente, y por un instante, parece más pequeña, más vulnerable.

—No quería molestarte tanto... —murmura, su voz es apenas audible entre el ruido de platos y conversaciones.

Esas palabras me golpean. En medio de mi enfado, me doy cuenta de que, a pesar de todo, hay una parte de mí que siente una punzada de culpa. «¿Acaso he sido demasiado duro?» Pero la realidad es que no puedo soportar su presencia constante. Cada vez que empieza a seguirme de esta manera, siento que mi espacio personal se reduce y mi aire se vuelve escaso.

—Lo sé, pero no sé cómo decírtelo de otra manera —mi voz se suaviza, aunque aún resuena con tono firme.

Cassie baja la mirada, y en ese instante, veo cómo su fachada de confianza se desmorona. La chispa que la caracteriza se apaga.

—Está bien, lo entiendo —finalmente, dice con voz temblorosa. Levanta la vista y me lanza una última mirada, una mezcla de tristeza y resignación, antes de alejarse, dejando tras de sí una estela de emociones contradictorias.

Echo un último vistazo al lugar y disfruto del suave y deliciosamente amargo olor a café que flota en el aire. El aroma me recuerda a las mañanas pasadas, cuando la vida parecía más sencilla y las preocupaciones se desvanecían con cada sorbo. Pero hoy, el día no me sonríe; estoy demasiado cansado, tanto física como mentalmente como para salir, y para mejorar la situación, un punzante dolor de cabeza se ha apoderado de mí, como un ladrón que irrumpe en mi paz. Lo mejor que puedo hacer es terminar las clases sin darle muchas vueltas y dirigirme directamente a casa, donde espero poder despejar mi mente.

«Por fin.» Me dejo caer en el pequeño y deshilachado sofá de mi salón, que ha visto días mejores. Mi piso no es un sitio amplio; de hecho, es más bien pequeño, uno de esos lugares medianamente baratos que compras cuando no tienes tiempo ni ganas para mirar otras opciones. Las paredes están decoradas con recuerdos de un pasado que a menudo preferiría olvidar. Al menos ya no tengo que volver a entrar en esa casa, y con eso me basta. Como no tengo fuerzas suficientes ni para desatar los cordones de mis converse negras, opto por dejármelas puestas. Algo de lo más incómodo y en absoluto recomendable, pero no me importa; la incomodidad parece ser mi compañera habitual.

El Nirvana De KyleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora