5. SECRETOS

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Sábado, 24 de octubre 2020
«—¿Cómo puedes ser tan estúpido? ¡Eh! ¡Mírame cuando te hablo, estúpido payaso inútil de mierda!
Por el rabillo del ojo veo cómo él aprovecha el momento y sale por la puerta. Así sin más, desaparece de mi vista. Como siempre. Sentimientos de frustración y desdén me inundan. «Ni siquiera se atreve a mirarme a la cara. Será cobarde.»
Levanto la mirada con cuidado, sabiendo claramente lo que va a pasar a continuación. Respiro profundo y un aire cargado de tensión entra en mis pulmones.
—¡¿Cómo te atreves a mirarme, enano de mierda?!
No tengo apenas tiempo ni para cerrar los ojos, cuando su puño golpea con fuerza mi mandíbula. El dolor es agudo, como si un rayo me hubiera atravesado. Caigo al suelo por el impacto, pero al instante me sujeta del cuello de la sudadera y me levanta de un tirón. La adrenalina comienza a correr por mis venas, y la ira se apodera de mí una vez más. Grito.
—¡TE ODIO! —«Grave error.»
Sus ojos brillan con una furia incontrolable. Y su expresión se llena aún más de ira y odio.
—¿QUÉ ES LO QUE ME HAS DICHO?
Siento cómo el sudor comienza a brotar en mi frente. La situación se ha vuelto insostenible. Me doy la vuelta dándole la espalda y aprieto los puños.»
Parpadeo un par de veces para volver a la realidad, me levanto y cojo el teléfono, pero anoche me olvidé de ponerlo a cargar por lo que no tiene batería. La desesperación se instala en mí como un visitante no bienvenido. Busco desesperadamente un cargador. Cuando por fin lo enchufo y se enciende, entro directamente a su chat.
"Quedemos esta tarde, necesito hablar contigo. Es importante.”
No espero ni un segundo en darle a enviar. Esta pesadilla sumada al último mensaje que me mandó acentúa mi mal presentimiento.

Estoy dando un paseo por el centro cuando me encuentro con mi mejor amigo y su novia. Están sentados en un banco charlando animadamente, sus risas resuenan en el aire como melodías familiares. Se levantan al verme, sus rostros iluminados por sonrisas genuinas. No es que me apetezca demasiado estar de sujetavelas, por lo que rechazo su oferta cuando me proponen unirme a ellos.
—Bueno, pues quedamos esta tarde —sugiere Styles ante mi negativa—. Todos juntos, conozco un sitio genial, con música y toda la parafernalia —hace un gesto quitándole importancia—. ¡Tenemos que celebrar!
—¿Celebrar el qué? —enarco una ceja ante su repentina muestra de entusiasmo, sin comprender a lo que se refiere. No creo haber olvidado ninguna fecha importante.
—¿Cómo que "el qué"? —inclina la cabeza y hace una mueca—. Bro. ES SÁBADO. ¡POR FIN ES SÁBADO! ¿Qué otra cosa va a ser?
Me despido riendo bajo la atenta mirada de confusión de mi amigo y Halsey me guiña un ojo con complicidad. Me alejo de ellos aún riendo, disfrutando de la calidez del sol en mi rostro, pero mi estómago ruge, recordándome que no he desayunado. Trato de hacer memoria sobre si cené ayer o no. Suspiro. «Supongo que no.»
Decido por primera vez, hacer caso a Styles y me dirijo a un supermercado que hay en esta misma calle, un poco más adelante.El sonido de mis pasos resuena en el pavimento, mientras la brisa fresca acaricia mi piel. Una vez dentro, el aire acondicionado me recibe con un soplo de frescura. Saco un par de monedas del bolsillo de mis viejos jeans azules y me acerco a la sección de frutas. Decido comprar una manzana. Roja. Me gustan mucho más las de este color que las verdes o incluso las amarillas. No sé bien por qué, pero hay algo en su brillo que me atrae. Hace tiempo que tengo algún que otro pequeño flashback con esta fruta... pero no logro recordarlo bien. Recuerdos borrosos de mi infancia, quizás, donde la manzana era un símbolo de algo más. «En fin, qué más da, es solo una fruta.» Pago y salgo del supermercado. Con la manzana en la mano, continúo mi paseo.

Termino de comerme la manzana y cuando tiro el corazón de esta. Mi teléfono empieza a sonar al ritmo de "Something in the way" de Nirvana, una de mis bandas favoritas. La melodía, melancólica y envolvente, llena el aire con una nostalgia que resuena en mi interior, indicando que alguien me está llamando. Saco el teléfono y veo que no tengo el número agregado, pero aun así contesto. Podría ser algo importante.
—¿Diga?
— ... —solo hay silencio al otro lado de la línea. Frunzo el ceño sintiendo cómo la incertidumbre me invade.
—¿Hola? ¿Quién es? —«Tal vez no me ha escuchado.»
— ...
Hago una mueca sin comprender y cuando estoy a punto de colgar, alguien responde.
—Kyle... —mi corazón se detiene por un instante. Me quedo sin respiración al oír su voz por primera vez en dos años. La familiaridad de su tono me golpea como una ola, y me pongo de pie, sin saber qué decir. Un fuerte remolino de emociones empieza a formarse en mi interior, una mezcla de alegría, confusión y miedo, cuando él vuelve a hablar.
—Hermano... —de repente, un fuerte estruendo, un frenazo de neumáticos interrumpe la conversación y la llamada se corta.
Estoy paralizado. No puedo moverme. Estoy de pie en medio de la calle, con un montón de gente yendo de un lado a otro, todo continúa su ritmo normal en las carreteras, a diferencia de mi corazón acelerado, mi respiración irregular, mi estómago amenazando con expulsar la manzana que me he comido hace apenas un momento, el temblor en mi mano derecha, que ahora aprieta con fuerza mi teléfono. Con los ojos abiertos como platos, un escalofrío recorre toda mi columna vertebral. «No puedo creerlo. ¡No lo entiendo!»
Salgo de mi trance y sin pensármelo dos veces echo a correr hacia casa, donde tengo encadenada mi bicicleta. «Tengo que llegar a Camberwell lo más rápido que pueda. En bicicleta ganaré algunos minutos.» El viento golpea mi rostro mientras mis pensamientos se agolpan, mezclando la ansiedad con la esperanza. La imagen de su rostro, la conexión perdida, me impulsa a pedalear con todas mis fuerzas, cada giro de la rueda acercándome más a lo que tanto me aterra confirmar.
Pedaleo con todas mis fuerzas, sin pararme en los semáforos, ni en los pasos de peatones. Escucho cómo algunos caminantes me gritan y los conductores tocan el claxon cuando les hago dar volantazos y frenar de golpe para no pasarme por encima. Cada minuto que pasa se me hace una eternidad.

El Nirvana De KyleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora