17. FAMILIA

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Aiden

Kyle vuelve de la cocina con un par de tazas y las deja en la mesa. Sirve el té y me acerca una de las tazas.

-Gracias -digo cabizbajo.

-No hay de qué -hace una pausa pero yo ya sé lo que va a decir-. ¿Vas a contarme lo que pasa, verdad?

Levanto la mirada y sus intensos ojos se encuentran con los míos.

-No puedo permitir que me haga perder la cordura.

-¿A qué te refieres?

-Todos esos años no me fue tan bien como te hizo pensar. Tardé mucho en sacarme la secundaria y ni siquiera aprobé los exámenes de acceso a la universidad. Conseguí un trabajo de mierda pero que me permite pagar esta casa. Que es demasiado grande y demasiado vieja. Hace años que tomo pastillas para dormir y siempre me despierto con pesadillas.

-Pesadillas...

-¿Eh?

-No he dicho nada, sigue.

Frunzo el ceño pero sigo hablando.

-Pienso en mamá todos los días, Kyle. Todos los días. Ella querría que estuviéramos juntos.

-Juntos solo tú y yo, Aiden. Nadie más.

-Ahora lo sé, ¿vale? Pensé que, después de estos años en la cárcel, había cambiado. Pensé que de verdad quería arreglar las cosas. Mi error fue creer en sus mentiras.

-Tu error fue pensar que tres míseros años en una celda, pueden cambiar a alguien así -da un trago largo a su bebida y yo fijo la mirada en la mía.

Nos quedamos en silencio y empiezo a mover la pierna frenéticamente. Ya no sé qué más decirle.

-Relájate.

-¿Eh? -levanto la vista y Kyle me observa con expresión neutra.

-La pierna -traga saliva y yo no puedo evitar reír levemente. Kyle frunce el ceño sin comprender.

-Había olvidado lo observador que eras.

-Ambos hemos olvidado muchas cosas -baja la mirada y yo vuelvo a ponerme serio.

-Supongo que tienes razón.

Un pensamiento llega a mi mente. Me muerdo el labio inferior. Una parte de mi quiere preguntarle, pero otra parte de mi tiene miedo de saber la respuesta.

-Dime -hace una pausa, parece que se ha dado cuenta del mal rollo que da que adivine mis pensamientos-. Siempre te muerdes el labio cuando quieres decir algo, no es que tenga el poder de leer la mente.

Acaba de hacer un comentario gracioso, pero ninguno de los dos se ríe. Nos quedamos en silencio mirándonos a los ojos unos segundos que se hacen eternos.

-¿Por qué no quisiste quedarte conmigo?

-¿Qué?

-Cuando murió mamá. ¿Por qué decidiste vivir solo? ¿Por qué no te quedaste conmigo?

-¿Me lo estás preguntando en serio? -frunce el ceño y hace una mueca entre sarcástica y de genuina confusión.

-Perdona, ha sido una tontería. No tendría que habértelo preguntado. Olvídalo.

-No, no, tranquilo -suelta un pesado suspiro y se remueve en su asiento-. Tú has respondido a mis preguntas, por lo tanto, ahora es mi turno de responder.

Resopla y agacha la cabeza apoyando las manos en sus rodillas.

-Verás, ese día... en el hospital, cuando desperté después de que me operaran -«¿te operaron?»-. me preguntaron si tenía algún pariente con quien pudiera quedarme hasta cumplir la mayoría de edad -traga saliva y yo asiento para que siga hablando.

El Nirvana De KyleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora