10. CUADERNO

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—Mi padre se puso delante, fue… como un acto reflejo ¿sabes? Él recibió el disparo en mi lugar —revuelvo mis rizos, no sé cómo reaccionar a todo esto—. La bala se quedó en una parte complicada de su columna vertebral, por lo que era demasiado peligroso intentar sacarla, pero hacer esfuerzos suponía un gran riesgo igualmente, así que tuvo que dejar de trabajar de todos modos. Con el tiempo se iba sintiendo cada vez más inútil, quedándose en casa todos los días mientras mi madre iba a trabajar y yo al colegio, así que se refugió en culparnos por lo que le había pasado y hacérnoslo pagar, por decirlo de alguna manera.

Su tono de voz es ahora más grave y bajo, lo miro a los ojos, puedo ver que está luchando contra las lágrimas y su rostro ha perdido color.

Me mira, supongo que espera que diga algo pero no sé qué decir, no me esperaba que mi mejor amigo de toda la vida, hubiera estado pasando por todo eso delante de mis narices y yo como un estúpido no me diera cuenta.

—Siento mucho no haberme dado cuenta de nada, debí ver que estabas mal… debí estar ahí, debí darme cuenta —una punzada de impotencia se clava en mi alma por no haber visto que necesitaba ayuda. Él parece leerme la mente porque vuelve a hablar, sin apartar sus profundos ojos de mí.

—Ni se te ocurra sentirte culpable por todo esto, no tienes nada que ver con ello, eras la única persona que podía distraerme un rato, gracias a tí no he perdido la sonrisa. Además bastante culpable me he sentido yo los últimos años por lo que le pasó a mi madre.

—¿Qué le pasó?

—Abre el cuaderno —me hace un gesto con la cabeza para que haga lo que dice. Con el cuaderno entre mis, ahora temblorosas manos, empiezo a leer las primeras páginas.

"Las cosas se han salido de control, me he despertado hace una hora en el hospital. No recuerdo cómo he acabado aquí. El médico me ha dicho que tienen que hacerme más pruebas porque tengo lesiones antiguas que no han sido tratadas de manera adecuada, también han venido un policía y una trabajadora de servicios sociales. Cómo odio que la gente me mire con pena y compasión, prefiero que me miren con odio o asco. Además de un montón de frases de apoyo y motivación cutres, me han preguntado si tengo algún familiar o alguien con quien pueda quedarme hasta que cumpla la mayoría de edad dentro de dos años, a lo que yo he respondido con un "No" rotundo porque me niego a quedarme con mi hermano y después de lo que pasó ayer aún menos. Dios, mi cerebro aún no lo procesa. Es como si nada fuera real, como si se tratara de una película. No puedo aceptar que mi madre ya no esté, que mi padre… espero no volverlo a ver nunca más. Maldito indeseable, cómo lo odio. Lo odio con todas las fuerzas que me quedan."

Miro a Kyle y este me devuelve la mirada con expresión compungida.

—Lo siento muchísimo, tío —me muerdo el labio inferior con nerviosismo.

—Mi madre… Lo que estábamos viviendo en casa con mi padre, le provocó una profunda depresión, la cual no hizo más que empeorar y por aquella época ya había empezado a tener síntomas psicóticos. Aquella noche me despertaron gritos y golpes, bajé intentando no hacer ruido y los sorprendí discutiendo una vez más. Cuando mi madre me miró fue como si en realidad no me estuviera viendo, vino hacia mí gritando que todo era por mi culpa. Estoy muy sorprendido por todo esto. Yo pensaba que de niño faltaba a clase porque se enfermaba mucho. Como me pasaba a mí. No me esperaba nada de esto.

—No la culpo por ello. Jamás lo hice. Ella y yo vivíamos en un estado de gran estrés y miedo constante.  Mi hermano por su parte, hacía todo lo posible por no estar en casa y así no ser testigo de nada de lo que pasaba. Se desentendió por completo de lo que ocurría delante de sus narices. Por eso perdimos el contacto. He pasado los últimos años culpándolo por lo que me hizo mi madre —lleva una mano a su costado izquierdo. ¿Se refiere a la cicatriz que tiene ahí? ¿Fue eso lo que le hizo su madre?—. y por cómo acabó todo, aunque por fin he entendido que nadie es culpable de los actos de otras personas. Solo somos responsables de nuestros propios actos. Ni él ni yo podíamos evitar que cogiera el coche en ese estado. Me tortura que para darme cuenta de esto haya tenido que pasar algo así —pasa ambas manos por su rostro y suspira pesadamente.

El Nirvana De KyleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora