Capítulo 1

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Sintió el fuego dentro de su pecho inundar sus pulmones, calentar su garganta... Un fuerte tirón en su interior lo acercaba a ese soldado de la nación del fuego, un hombre de cabello oscuro, ojos ámbar y una cicatriz en el rostro. ¿Quién era? ¿Por qué todo su cuerpo ardía cuando él lo miraba?

— Si me voy contigo, ¿dejarás en paz a la aldea? — Suplicó Aang sin dejar de mirar esos dorados orbes.

Sabía que ese hombre sentía lo mismo, notaba su tensión, el fuego también recorría sus venas y el vaho que su cuerpo desprendía al respirar no podían equivocarse. El hombre accedió a su propuesta y los otros soldados lo llamaron Zuko, el príncipe de la nación del fuego.

Zuko perdió el habla, su control del fuego reaccionaba contra su voluntad, cada vez más descontrolado conforme el contacto visual de ambos se prolongaba. Agradeció que sus hombres lo apresaran por él, no podía enfrentar su cercanía, no aún...

El príncipe había comenzado su hercúlea tarea de capturar al Avatar antes de haber tenido cualquier pista de su paradero, se había entregado a esa labor en cuerpo y alma... Y ahora que lo tenía...

Fue alivio lo que respiró cuando el maestro del aire huyó de su barco, un alivio arrollador que hasta su tío sintió, pero del que no hablaron. Debía sobreponerse y capturar al avatar, por su padre, por su honor, por él mismo.

***

Aang no entendía que fue aquella extraña sensación que se despertó en él, pero a pesar de que el viaje con sus amigos hacia el polo norte se llenó de risas y diversión, no pudo olvidar a Zuko. Esa alma complicada y aturdida. Sus encuentros fueron fugaces pero a cientos de metros de separación por suerte para ambos.

Tras su paso por una tormenta sus amigos comenzaron a sufrir fiebre y alucinaciones, obligándole a salir en busca de unas ranas que los curaran. Para el avatar las cosas no parecían salir nunca bien, su misión fue saboteada por el ejército de la nación del fuego, quienes lo encerraron y encadenaron en una fortaleza.

Tenía que escapar, sus amigos lo necesitaban, ¿pero cómo salir de ahí?

Por arte de magia la puerta se abrió, seguido no de un guardián, sino de alguien con una máscara azul. Estaba demasiado nervioso, atribuyendo así la aceleración de su pulso y su calor a ese nerviosismo, sobre todo cuando el desconocido empuño sus espadas.

—¡Aaaah! — Aang gritó con fuerza, pero cesó cuando las ataduras de sus muñecas cayeron al suelo. Seguidos de las de sus tobillos. — ¿Eh? ¿Quién eres tú? ¿Has venido a rescatarme?

El enmascarado le hizo señas para que lo siguiera a fuera y así lo hizo, fue un viaje silencioso hasta que los descubrieron y juntos lucharon. Tenían que lograr salir. El espíritu azul luchó al lado del avatar, en una simbiosis perfecta hasta que se vieron acorralados.

—Alto el fuego, hay que capturar vivo al avatar.

Aquella orden del almirante fue clave para que el enmascarado los sacase de ahí poniendo ambas espadas en su cuello. Y Aang lo supo, conforme salían, con su espalda contra el pecho de Zuko, presionando contra su corazón que cabalgaba descontrolado. Era él, era Zuko. Lo estaba salvando.

Pero entonces una flecha golpeó directamente contra su máscara, y Zuko cayó al suelo. No tuvo tiempo, Aang lo tomó en brazos para huir de ahí, confiando en que estaría bien por cómo su corazón seguía latiendo.

Debía alejar al príncipe Zuko del almirante todo lo posible, si descubrían que lo había salvado las consecuencias serían terribles.

Lo cargó lejos de las tropas de la nación del fuego, le hizo una cama con hojas y lo tapó para que guardara el calor, lo cuidó en la distancia por mucho que desease acercarse. Cuidó su sueño.

Avatar: Compañeros de LeyendaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora