Capítulo 8

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Subir la muralla fue el inicio de unas celebraciones que duraron días hasta que cogieron el tren a Ba Sing Se.

Zuko habló durante esos días con su tío, hablaron bastante, juntos decidieron que sería mejor mimetizarse lejos de la corte del rey de la tierra una vez llegarán a la ciudad. También Iroh le habló de todo lo que recordaba de la boda de sus padres.

—No entiendo por qué no me dijiste nada...

—Lo descubrí tarde, traté de que no te obcecaras en tu labor de cazar al avatar, pero era imposible hacerte cambiar de opinión. — Iroh observaba cómo al otro lado de la plaza Aang bailaba con Katara y otros amigos que había hecho. — Siempre supe que tu destino estaría ligado al suyo, me alegro de que sea así. No se puede ganar una guerra sin amor.

—Ya. — De ese tema si que no se sentía cómodo hablando, su relación con Aang aún no se había formalizado pero todos lo daban por hecho. — No creo que vaya a ser algo sencillo.

—Gota a gota se forma un río. — Contestó sin dejar de sonreír. — Abriré una tienda de té en Ba Sing Se, estaremos en contacto. Además, eres un maestro del fuego espléndido para Aang, no me necesitáis.

—¡Zuko! — Aang corría hacia él. — Ven a bailar, ¡vamos!

Ninguna queja evitó que Aang tirara de él hacía la pista de baile desde donde vio la sincera sonrisa de su tío.. La última vez que lo vio sonreír así fue cuando su primo Lu Ten aún vivía. Desde que el hijo de Iroh murió, perdió parte de sí mismo, dejó de luchar y la bondad se apoderó de él.

Zuko tomó el lugar de su primo en la vida de Iroh, se volcó en darle todo lo que no le pudo dar a su hijo, y lo crió como hizo con Lu Ten. Ver a Zuko feliz, bailando con quienes quería y lo apreciaban era como ver a su hijo vivo de nuevo, lo había hecho, lo había salvado.

***

El viaje en tren alcanzaba las más de diez horas con diversos descansos, horas que Iroh y Toph aprovecharon para contarles sobre la ciudad y lo que de ella se rumoreaba.

Nada más pisaron un pie y Iroh siguió en otro tren para ir a ver a un conocido del loto blanco, una mujer los recogió y guió por la ciudad. Fue desagradable e incómodo que no dejara nunca de sonreír. Pasaron por las distintas secciones separadas por murallas, desde los más pobres a los inmensamente ricos, entre los que les habían preparado una casa de tres habitaciones que había sido morada también de otros avatares.

Cuando trataron de salir para buscar a Appa la mujer los siguió y dificultó cualquier tipo de avance. Siempre que quisiesen ir a otras zonas de la ciudad la mujer exigía seguirlos, así que tendrían que esperar su momento para deshacerse de ella.

—Bienvenidos a la ciudad. — Toph ya quería irse de allí. — Os dije que es un asco.

—Bueno, no es necesario exagerar, la casa es preciosa. — Katara trataba de consolarse con cualquier cosa.

—Yo me voy a dormir un poco, supongo que la puerta con los emblemas es la habitación del avatar así que... — Sokka estudiaba las dos otras puertas que quedaba a los otros lados de la sala central. — Me pido la del fondo, por fin podré dormir a pierna suelta.

—Espera, ¿a qué te refieres? — Aang no entendía a que se referías hasta que efectivamente lo entendido, iba a compartir la habitación única y exclusivamente con Zuko. Su corazón se disparó y su rostro alcanzó el color del fuego.

—No es justo que seas tú quien duerma solo, podrías dormir con tu hermana. — Opinó Toph ignorando el momento en el que estaba Aang, o tal vez ayudándole.

Avatar: Compañeros de LeyendaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora