Capítulo 6

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Aang obedeció el consejo de la maestra de la tierra, no sin mucho esfuerzo. Cuando Zuko volvió no lo miró, no lo abordó, ni lo persiguió con las mil preguntas que enumeraba su cabeza. Simplemente le dio espacio.

Ese espacio se convirtió en un día y también dos, que se alargó cuando tuvieron que volver a montar en Appa. Cuando no guiaba al bisonte, meditaba, meditaba mucho, necesitaba algo con lo que no mirar a Zuko.

—Ya. Di algo.

El Avatar abrió los ojos molesto por la interrupción en su meditación hasta que fue consciente de que esa interrupción había sido cosa de Zuko, quien estaba sentado a su lado hablando lo suficientemente bajo para que no los oyeran.

—¿Cómo dices?

—Si. Algo. Lo que sea. No puede ser que lo vayas a ignorar. — Zuko trataba de contener su estado de alteración, pero no lo logró del todo.

—Increíble, ¿te refieres exactamente a cómo has estado haciendo tú? — Levantó la voz sin querer pero no lo suficiente como para atraer otras atenciones.

—Yo... Quería que la situación no escalase, eres un niño y...

—Y tú eres un adolescente muy venido a más, discúlpame.

No dijo nada más antes de ponerse en pie con su cayado y saltar de Appa para volar lejos de Zuko. No daba crédito, ¿eso era lo primero que quería decirle Zuko? ¿Que era un niño estúpido de 13 años que estaba confundido? Era joven, pero no estaba confundido, y tampoco tan joven si se contaba los años en el hielo o todas sus vidas. Si fue Zuko quien lo besó, no él.

***

—¿Sabés que, Romeo? — Toph interrumpió a Zuko mientras observaba a Aang volar tras su breve encuentro. — Puede que el resto no seamos tan maduros cómo tú, pero te comportas cómo un crío.

—No te metas, —advirtió Zuko— niña ciega.

—¿O qué? ¿Te dará un berrinche?

—Toph, Zuko, no es momento ni lugar para estos juegos. — Se quejó Iroh al tiempo que se colocaba entre ambos maestros.

—¡Dad la vuelta! — Gritó Aang cayendo sobre ellos mientras las nubes se abrían mostrando un globo con el emblema de la nación del fuego, antes de recibir un fuerte fogonazo de Iroh y Zuko contuvieron.

Ya habían visto un invento así cuando visitaron el ocupado templo del aire del norte, las tropas enemigas se habían hecho con un arma de matar.

Zuko y Iroh, uno en cada extremo del bisonte los protegían del fuego mientras huían, fueron minutos de extrema tensión hasta que Aang les logró hacer perder altura y finalmente romper aquel globo. Pero su camino ya había sido saboteado y ahora debían de adentrarse en el desierto si querían evitar al ejército del fuego.

***

—¡Aang! ¿Estás bien? — Zuko corrió a su lado cuando tocó tierra junto a ellos.

—Si, ¿estáis todos bien?

Habían logrado esquivar al ejército y ahora se encontraban en la entrada del desierto, no era la ruta más suave para seguir pero era la única que tenían.

Todos se reunieron para discutir cuál iba a ser el siguiente paso mientras Zuko mantenía una mano en su baja espalda, esa cercanía tan repentina le extrañó, sobre todo con su última conversación.

—Tenemos que avanzar. — Una idea cruzó su mente. — Tío Iroh, ¿tú has estado aquí antes?

—Sí, ya sabes que recorrí el mundo en mi juventud pero es probable que haya cambiado todo bastante. — Iroh no estaba muy seguro de hacia donde partir.

Avatar: Compañeros de LeyendaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora