Capítulo 11

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—¡Tenemos que hablar con el rey de la tierra! — Gritó Sokka. Llevaban horas volando sobre la ciudad decidiendo cómo actuar ahora que estaban juntos de nuevo.

—No nos escucharon cuando no estábamos generando problemas, no creo que lo hagan ahora que hemos tumbado a todos esos guardias y descubierto que tenían a Appa. — Aang tampoco sabía cómo proceder.

—Tenemos un bisonte volador, podemos ir directos al palacio. — Zuko había propuesto un plan que puede que en otras circunstancias hubiese sido recibido como un plan suicida, pero tenían que llegar al rey. — Pensadlo un momento.

—Yo estoy con Romeo, acabemos esto. — Toph ya se estaba poniendo en pie para estirar los brazos lista para luchar.

—Podría funcionar... — Murmuró Katara, debían de estar desesperados si la chica secundaba un plan de Zuko.

—Tiene que funcionar. — Sokka tomó la correas de Appa y los hizo girar en dirección al castillo de Ba Sing Se. — ¿Estamos todos de acuerdo con el plan? Es la oportunidad de los objetores de conciencia.

Appa comenzó a descender, todos agarrados para no caerse de la montura hasta la llegada a tierra.

—¡No, pero me adelanto!

Sin más Zuko saltó de Appa, seguido de Aang y con una fuerte queja de Toph que veía competencia desleal empezar antes a golpear.

—¡¿Qué haces?! — Aang gritó al lado de su pareja sin abrir su planeador pero deleitándose con la sonrisa que este tenía.

—¡Llamar su atención!

Zuko comenzó a controlar el fuego creando a su alrededor y el de Aang una bola de fuego, el maestro del aire lo imitó ayudándole a hacerla aún más grande. Cuando ya estuvieron cerca del suelo ambos dirigieron todas las llamas contra los maestros que se habían concentrado a sus pies.

El viento que lanzó Aang los terminó de ayudar a caer cómodamente sobre tierra firme, segundos antes de la llegada de Appa y sus amigos.

—¡Ahora me toca a mí! — Toph saltó con un fuerte grito desde el lomo de Appa y en cuanto sus pies tocaron el suelo todo se sacudió.

Eran cuatro maestros temibles y un fuerte guerrero, siempre debían incluir a Sokka en sus hazañas físicas aunque su fortaleza se hallase en la planificación y elaboración de estrategias. Derribaron a toda guardia real, subieron la escalinata al palacio con el dominio de la tierra y entraron en el mismo sin necesidad de puertas.

—¡Majestad tenemos que hablar con vos! — Gritó Aang deteniendo los ataques de todos cuando estuvieron frente al rey.

—Os quiere derrocar, señor. — El señor que tanto había impedido que hablasen con el rey ahora le mentía para que no les escuchase.

—¡Calumnias! — Los defendió Zuko.

—¿Calumnias? ¿Ahora hablas repipi? — Toph no se cortó ni en esa situación de reírse de Zuko.

—Invadís mi palacio, derrotáis a toda mi guardia, destrozáis mi preciosa puerta, ¿y me pedís que confíe en vosotros? — Gritó el rey visiblemente enfadado.

Todos se miraron antes de deponer a la vez las armas, pero no les dieron esa oportunidad de hablar tranquilamente, todos fueron apresados. Pensaron que tal vez ahora los volverían a meter bajo tierra pero el Rey les cedió la palabra cuando descubrir que su oso sentía simpatía por el avatar.

Aún explicando las razones por las que estaba allí el Rey siguió creyendo a su consejero, de no haber sido por las heridas que Appa le dejó cuando lo apresaron nunca habría logrado desmentir a ese hombre. Se pasaron el día llevando al Rey sobre Appa, mostrándole pruebas que respaldasen todo lo que explicaban hasta que finalmente creyó todo.

El siguiente paso fue volar hacia las tribus del agua, Aang, Zuko y Sokka iniciarian ese viaje, mientras que Katara y Toph permanecieron en Ba Sing Se preparando lo que con suerte iba a ser la batalla que pusiese fin a la guerra.

***

—¿Estás bien?

Zuko había respetado la distancia que Aang había pedido, el viaje de ida y vuelta que realizaron para traer las tropas del agua fue un viaje sin descanso. Apenas hablaron pero cada vez que alguien animaba al Avatar con respecto a su papel en la batalla, Aang se cerraba más.

—Si.

Era la primera vez desde que salieron de la casa del Avatar en Ba Sing Se que iba a poder dormir juntos y en privado, en una de las habitaciones de palacio.

—No mientas. ¿Qué te pasa?

—Yo... No quiero hablar de esto. — Suspiró dejándose caer sobre la cama, pero sabía que Zuko no iba a parar. — Todos esperan que mate a tu padre.

—Ya lo sé.

El Avatar no esperaba una contestación tan fría y sincera por parte de Zuko, sabía que el chico había tenido una muy horrible infancia con su padre... Pero era su padre.

—¡¿Te parece bien?! — Aquello lo enfadó.

—No me tiene que parecer nada, es lo que todos quieren.

—¡Pero yo no! — Aang gritó fuera de sí levantándose de la cama de un salto. — Soy un monje, ¡soy vegetariano! Se supone que no mato, ¿y ahora me obligan a hacerlo?

Zuko no le contestó, no iba a entrar en una competición en la que cada uno gritase más, Aang nunca permito que sus primeras discusiones se elevara el tono y él haría ahora lo mismo.

—No te obligan. — Empezó a hablar el moreno conforme se acercaba al monje, directo a envolver sus brazos entorno su cuerpo. — Deberías haberme dicho lo que te pasaba.

—¿Cómo? ¿No quiero matar al señor del fuego, tirano, mala persona y que además es tu padre? Padre horrible, por otro lado.

—Si.

Aang suspiró antes de devolver el fuerte abrazo y ocultar el rostro en el pecho de su pareja, había sentado muy bien decir todo eso en voz alta.

—Te incluiré en mis discusiones internas acerca de mis pilares morales y de vida la próxima vez que tenga que ir en contra de ellos.

—Me alegra oírlo. — Sonrió Zuko mientras acariciaba la espalda del avatar y le sacábamos una tenue risa. — Tal vez puedes apresarlo.

—Lo someterian a un juicio con una muerte aún peor.

—¿Y si cómo su hijo reclamo su muerte? Podriamos no matarlo nunca y encerrarlo toda la vida.

—No sé si aceptarían...

—Pensaremos alg-

—¡Espero que estéis vestidos! — Gritó Toph abriendo la puerta de un fuerte golpe. — ¡Aunque sino me da igual! Azula está aquí, se hizo pasar por guerreras Kyoshi. ¡Vamos, vamos!

Aang cogió su callado y Zuko sus espadas mientras seguían a Toph por el palacio hasta donde estabas la gran pelea. Azula conocía todo el plan, no tenían oportunidad.

Azula, Zuko, Katara, Sokka, Toph, incluso Iroh se sumó a la batalla, pero antes de que esta terminara todo para Aang se volvió negro. El estado Avatar lo superó, tal vez el ciclo del avatar también había acabado.

***

—¡Aang!

El desgarrador grito de Zuko congeló a sus amigos mientras veían el cuerpo inerte del avatar caer. Katara lo rescató y todos trataron de cubrirla a ella y a Aang, pero él seguía luchando. No podía ir hasta allí.

Su tío se sacrificó por ellos, les dio la oportunidad de huir mientras él enfrentaba a Azula y otros soldados de la nación del fuego, el gran Dragón del Oeste capaz de respirar fuego. Cuando alcanzó a sus compañeros Katara lloraba tanto que las lágrimas se unían al agua que usaba para curar a Aang, debía de seguir vivo. Zuko no preguntó, no dijo nada, solamente le dio a Katara la seguridad para seguir curando a Aang, así que luchó.

Lo que hacía unas horas todo hablaban iba a ser la gran oportunidad de acabar con la nación del fuego, se volvió una carniceria.

El Avatar, parecía herido de muerte con una herida que ocupaba casi toda su espalda. Habían perdido, ahora debían esperar para saber hasta qué punto lo habían hecho.

Avatar: Compañeros de LeyendaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora