Capítulo 4

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Omashu había caído a manos del ejército de la nación del fuego, Bumy estaba preso junto a tanta otra gente de la ciudad, debían ayudar.

Aquella misión de rescate de la ciudad se convirtió en el primer encuentro del Avatar con Azula, la hermana de Zuko, y con su dominio del fuego el cual incluía rayos. Bumi no quiso huir con ellos, así que se conformaron con lograr sacar a la población civil de allí.

Si Azula había pasado a ser su preocupación número 1, la chica que la acompañaba que era capaz de dejar a los maestros sin su control del elemento durante horas, era la preocupación número 2.

—Bueno... ¿Alguno me va a explicar cómo Azula hace rayos? — Se atrevió a preguntar Aang una vez pasados varios días desde su encuentro.

—Son relámpagos. — Explicó Zuko recostado al otro lado de Appa. — Mi padre y mi tío también los dominan.

—A mi no me gusta esa práctica Zuko, ya lo sabes. Es llevar la destrucción del fuego al extremo. — Iroh parecía realmente desagradado con ese ejercicio del fuego.

—Pero... ¿Cómo lo detienes?

—No puedes. — Fue la dolorosa respuesta de Zuko. — Te mataría.

Todos guardaron silencio, era desolador pensar que había un ataque cuya única creación y finalidad era la muerte de quien lo enfrentara.

—No lo puedes parar, lo tienes que redirigir. Y eso también te puede matar. — Iroh sabía bien de qué hablaba.

—Tú enseñaste a Azula a usarlo, ¿verdad? — La pregunta de Aang fue contestada con un leve asentimiento, el hombre no se mostraba especialmente orgulloso de su prodigiosa alumna. — No sé cómo afrontar todo esto...

—No debes hacerlo ahora Avatar. — Iroh le recordaba tanto a sus maestros en el templo del aire. — Ni lo harás solo cuando llegue el momento. Ahora debemos encontrarte un maestro de la tierra, y para ello deberíamos de ir a alguna ciudad del Reino de la tierra. Paso a paso.

—Si... — Aang sabía que tenía razón pero...

—Aang, vamos a practicar tu dominio del fuego. Llevamos dos días sin hacerlo. — Zuko se había ofrecido por primera vez a entrenar con él.

—¡Vale! — Aang no tardó en ir a su lado a poner la manos sobre las llamas de Zuko, ¿era posible que se hubiese ofrecido a ello para animarlo? ¿Para distraerlo? — Gracias.

—De nada.

Había supuesto bien, Zuko quería consolarlo de la única manera que sabía que era capaz de hacerlo, dominando el fuego, dejándolo sentir el fuego entre sus palmas... No estaban tan cerca desde el beso, desde que sus cuerpos se rozaron y sus labios acabaron húmedos... No podía pensar en eso ahora. No ahora.

—Contrólate... — Fue un susurro que se escapó de los labios del avatar que iba dirigido a él mismo.

Hacía días que no practicaba pero se sentía tan diferente, lo extrañaba, extrañaba el fuego a pesar del enfrentamiento con Azula... Así que empezó a empujar.

Aang empujaba, ahogaba el fuego de Zuko mientras este se resistía, luchaba por hacerlo crecer, pero Aang no paró. No dio tregua mientras bajaba más y más las manos hacia las del maestro del fuego cuya llama era cada vez menor. Aang quería llegar hasta las manos de Zuko.

Lo que parecieron segundos fueron minutos hasta que el fuego desaparecía y sus manos chocaron, logrando así que Aang comprobar que no ardían.

—¡Lo logré! — Celebró el avatar tomando fuertemente las manos de Zuko antes de sacudirlas.

Avatar: Compañeros de LeyendaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora