Capítulo 3

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El campamento funcionó durante tres días hasta que llenaron las reservas de provisiones y el ejército de la nación del fuego se acercó demasiado. Katara bajó un poco su beligerancia contra Aang, pero no desapareció por completo.

—¡Zuko! ¡Vamos a practicar! — Llevaban ya dos días volando en Appa y Sokka lo acababa de relevar de su turno.

—No.

—Por favor, solo un rato. — Aang suplicaba pero ya estaba sentado delante del moreno.

—Un rato.

Sin más esfuerzo había logrado convencer de nuevo a su compañero de lección para practicar. Zuko encendió la llama y Aang puso ambas manos encima para controlarla y tratar de apagarla. Se estaba volviendo adicto a la sensación del fuego contra su piel, era reconfortante, no esperaba sentir eso, pero podía imaginar que la sensación era por quien creaba el fuego.

Quería preguntarle si también sentía aquello, si sabía qué era.

—Lo siento. — Dijo Aang antes de que Zuko lo regañase, ya había aprendido a pensar sin descontrolar sus emociones, pero a veces fallaba.

—Has avanzado mucho, Avatar. — Lo felicitó Iroh que seguía observándolos. — Es difícil que las emociones no nos superen, pero lo estás logrando. En el fuego es diferente a los otros elementos porque es el único que generas tú. Los otros ya están, pero el fuego nace de ti.

—No lo había pensado. — Por cosas como esa Aang agradecía la presencia de ambos maestros.

Como Iroh le advirtió, el control del fuego iba a llevarle más tiempo que el del agua, pero Aang disfrutaba mucho de cada momento que podía compartir con Zuko.

En una de sus paradas de camino a Omashu, provocada por el ataque de la nación del fuego, se toparon con unos nómadas que cantaban y tocaban instrumentos, efectivamente el avatar los obligó a ayudarlos, pasando por un paso secreto a través de la montaña que también les serviría para cruzar.

—Dos jóvenes amantes, vivían amores prohibidos, una guerra distanció a sus gentes... — Era lo que el líder de los nómadas cantaba sin cesar mientras se dirigían a las montañas.

—¿Queda mucho para el túnel? — Preguntó Sokka desesperado por tanta canción.

—No es sólo un túnel, es un laberinto maldito. — Añadió el trovador nómada.

—¡¿Cómo dices?! — Gritaron Sokka y Zuko a la vez, pero sólo éste último tuvo que ser agarrado por Aang para no golpear al nómada.

—Tranquilos, sólo hay que creer en el amor para superar el laberinto.

— ¿Creer en el amor? — Aang repitió aquellas palabras que había dicho el nómada y su visión vago sin pensarlo hacia Zuko, quien hacía unos instantes se había liberado de su agarre. ¿Era eso lo que el príncipe provocaba en él? ¿Amor?

—Esto es ridículo.

Zuko estaba más que molesto con todo aquello, pero la discusión debería de seguir dentro, el ejército de la nación del fuego los estaba alcanzando.

—Al menos tenemos un mapa. — Los tranquilizó Sokka que lideraba la marcha.

Tenían 10 horas hasta quedarse sin luz cuando la última antorcha se consumiese y tuviesen que depender únicamente de los dos maestros del fuego. Tres veces terminaron en pasillos sin salida, además de que el ejército que los perseguía había cerrado la entrada por donde habían pasado.

—Creo que los túneles se mueven. — Sokka planteó una hipótesis que cambiaba toda perspectiva de salir en menos de diez horas de allí.

—Te dije que el mapa no serviría, hay que dejarse llevar. — El nómada parecía decidido a terminar la paciencia del joven de la tribu del agua.

Avatar: Compañeros de LeyendaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora