Capítulo 16 [R+18]

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Cinco años desde la derrota de Ozai

Era entrada la noche cuando el Avatar aterrizó en la amplia terraza que daba a los aposentos del Señor del fuego, su pareja, su Zuko. Había pasado dos semanas fuera, viajando a las otras naciones supervisando las nuevas construcciones y las relaciones entre sus soberanos.

Ya habían transcurrido 5 años desde el fin de la guerra, las potencias seguían desconfiando de la nación del fuego y de sus ciudadanos, no estaba siendo una tarea fácil para Aang el mediar en el bienestar de todos.

Con precaución de no hacer ruido se quitó su túnica de viaje y se unió a su pareja que dormía plácidamente.

—No son horas de llegar. — Susurró Zuko pegándose más al pecho de Aang que lo abrazaba desde atrás. — Te he echado de menos.

—Han sido un par de semanas, y podrías haber venido conmigo, también tienes que negociar en nombre de tu nación.

—Para eso estás tú, yo me ocupo de que todo siga funcionando justo aquí.

Podía estar aún medió dormido pero aún así besar a Aang era una obligación cada vez que volvía con él. Las manos del Avatar no pararon en su torso durante el beso, recorrieron todo el cuerpo del Zuko que deseoso de más de aquel roce se revolvió entre sus brazos para quedar cara a cara.

Aang había cambiado en esos 5 años, ya había alcanzado los 119 años de edad y aunque no había alcanzando su estatura completa ya había sobrepasado a Zuko. Sus besos cada vez se volvían más rápido demasiado ardientes, y aún así no corrían, no necesitaban hacerlo para ser felices juntos, el fuego no necesitaba velocidad.

—Pensé que tardarías un par de días más en volver. — Jadeó Zuko cuando Aang se puso sobre su cuerpo haciéndose hueco entre sus piernas.

—Quería volver cuanto antes, además en breve inauguramos la escuela y el orfanato nacional.

Las manos de Aang sobre sus caderas cortaron la respiración de Zuko, sus manos se mantenían en un firme agarre, podía sentir sus diez dedos como hierro candente contra su piel, hasta que tiró de todo su cuerpo pegándolo con ello al suyo propio.

—Vienes con mucha energía. — Zuko se acomodó en esa nueva postura, abrazando las caderas del monje con ambas piernas. — ¿Seguro no quieres dormir?

—¿Quieres que pare? — Las manos de Aang, que seguían en sus caderas, comenzaron un juguetón movimiento para meterse bajo el borde de su pantalón. Zuko estaba completamente despierto a ese punto, todo su cuerpo lo estaba.

—Sabes que no, soy todo tuyo, Avatar.

Aang tiró de la prenda con la que habían estado jugando hacia abajo, obligando a Zuko a soltar su cadera para poder desnudarlo. Había extrañado todo el cuerpo de Zuko, como sus pieles se rozaban, cómo Zuko gemía cuando lo tocaba y cómo él mismo gritaba con todo lo que él hacía en su ser.

El beso fue desordenado, violento, lleno de un hambre atroz que trató de saciar con su cuello, mordía y lamía cada centímetro de piel. Perfiló las clavículas del moreno y descendió por su pecho, directo a meterse uno de sus pezones en la boca. Aang quería saborear cada parte de Zuko, llevaba horas de viaje solo pensando en él, en su vientre musculado que su mano acariciaba mientras él viajaba a su otro pezón.

—¡Aang!

El grito de Zuko sólo lo encendió más, sintiéndolo duro contra su cuerpo cada vez que arqueaba la espalda. Pero cuando Aang lo miró, y vió su pelo largo negro hecho un desastre por su rostro... Era una visión demasiado para cualquier mortal.

Avatar: Compañeros de LeyendaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora