-CAPÍTULO SEIS-

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ALANYS

Habíamos andado en silencio por la entrada al bosque mas cercana a su casa, era increíble el olor de la pura naturaleza, se me llenaban los pulmones de tal pureza que me sentía completamente increíble. Frente a lo que parecía una pequeña cueva tapada por unas enredaderas que caían de la roca nos paramos, alce ambas cejas algo sorprendida.

- ¿Vamos? – Aparto las plantas con una mano invitándome a entrar.

- ¿Ahí dentro? – Miré el interior oscuro esperando que fuera una broma.

- Confía en mí. – Arrugué la nariz al escuchar esas tres palabras.

Me miró con seriedad aun con la mano extendida hacía mí, suspiré aceptándola. Comencé a andar a su par cuando sus ojos se iluminaron en la oscuridad, era obvio que así podía ver en el entorno negro que nos encontrábamos. Apenas estuve andando treinta segundos cuando abrió con una mano una ranura en la que se colaba luz, movió la piedra con facilidad entrando en ella sin soltarme. Tuve que pestañear varias veces cuando salí de allí. Me quedé completamente fascinada por la imagen que tenia delante de mis narices, una enorme cascada justo en frente nuestro caía con suavidad sobre un estanqué de agua cristalina, estábamos rodeados una montaña en la que parecía haber hecho un cráter en medio. Me solté de su agarré observando la mariposas y ardillas volar y corretear en libertad, podía sentir la enorme felicidad de aquellos animalitos, los entendía a la perfección. Solo se escuchaba el agua y el canto de las aves.

Esto era paz.

- ¿Qué te parece? – Miré hacía arriba con una enorme sonrisa.

- Esto es increíble. – Murmuré sintiendo toda aquella felicidad de los animales que habitaban en el lugar.

Su mano se poso en mi cintura llamando mi total atención, tuve un pequeño escalofrío al tener su mano sobre mí, tragué saliva mirándole.

- Sentémonos ahí. – Se señalo un tronco tumbado en el suelo frente a la cascada.

Me abroche la chaqueta sintiendo todo aquel fresco recorrerme las entrañas, en aquel momento desearía poder tener una temperatura corporal superior a la normal, como tenía Tristán.

Caminamos hasta ahí dejándonos caer, hubo unos segundos de silencio mientras disfrutábamos de la imagen visual. De verdad, todo aquí era tan verde que parecía sobrenatural.

- Así... - Carraspeé sacándonos del trance. – Tenemos el lazo. – Termine de decir llevando mi mirada a mis manos, que estaban sobre mis piernas.

- Si. – Me dijo con total seguridad.

- ¿Por qué no me lo dijiste el día que nos conocimos? – Le miré a aquellos ojos tan claros que tenia sobre su cara.

- Bueno... - Se rasco la nuca nervioso.

Nunca le había visto nervioso, inseguro.

- No sabia muy bien como hacerlo, es decir, quería esperar a la luna llena para que lo descubrieses. – Hice un mohín con los labios. - ¿Estas molesta? – Me rasqué el moflete encogiéndome de hombros.

- Un poco. – Fui sincera, porque era la verdad. – Pero puedo entenderte, aunque me hubiese gustado que me lo contases en otras circunstancias.

- No sabia que hacer para que te quitasen la pulsera. – Se miro las manos que las tenía sobre sus rodillas.

Me quede mirando su perfil durante un rato. No es que no lo hubiese observado nunca, lo cierto es que lo había hecho más de lo que jamás reconocería, pero el breve tiempo que llevo aquí nunca se mostró nervioso o inseguro de sus palabras, hasta ahora. Yo no sé cómo hacían las cosas los licántropos, yo necesitaba conocer a la persona que se suponía que era mi lazo, no pensaba lanzarme a sus brazos a la primera de cambio.

Full Moon, eras tú.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora