-CAPÍTULO OCHO-

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ALANYS

Frene en seco cuando llegamos a la puerta trasera de su casa. Se suponía que iba a llevarme a alguien que pudiera curar a Tormenta, no a su casa. Lo que menos me apetecía en aquel momento era la ver la cara de sus padres, sobre todo la de su padre. Negué varias veces con la cabeza cuando abrió la puerta de cristal invitándome a entrar. Alzo una ceja confuso, gire sobre mis talones dispuesta a irme cuando su mano agarró la mía haciendo que parase.

Estaba huyendo de aquel lugar.

-        No está mi padre. – Le miré de reojo. – Mi madre es veterinaria.

Me giré por completo analizando sus palabras.

-        ¿De verdad no está? – Murmuré desconfiada.

-        Hoy tenía una reunión con la guardia de las fronteras, llegará tarde. – Inevitablemente no pude disimular el alivio que sentí.

Aun así, no estaba segura del todo si entrar ahí y pedir ayuda a su madre iba a ser buena idea. La última vez que los vi desobedecí y mostré cero respeto ante su autoridad.

-        Tus padres me odian. – Murmuré mirando hacia dentro de la casa.

Estaba todo iluminado y gracias a que la puerta trasera era de cristal se podía ver su interior. Todo hecho de madera con decoración rustica, pero lujosa.

-        No te odian. – Me agarro la mano dándome un apretoncito. – Y a mi madre le caíste bien. – Alcé una ceja incrédula. – Es enserio, venga... - Me animo tirando de mí.

Esta vez me deje llevar, entramos en aquella estancia y el agradable calor de la chimenea de leña del salón me invadió por completo. La madre de Tristán apareció por el arco del fondo con un tazón humeante, se quedó quieta sorprendida al vernos a ambos ahí. Sus ojos fueron a nuestras manos, incomoda me solté de su agarré.

-        Mamá. – La mujer elevo la mirada hacia su hijo, la forma de sonreírle fue tan tierna y sincera que pude relajarme un poco. – Necesitamos tu ayuda.

Las cejas de la Luna de la manada se alzaron sin esperarse esa declaración. Baje la cremallera de mi chaquetón dejando a la vista la pequeña cabeza negra con dos enormes ojos azules de mi nueva amiga. A Myra se le ilumino la mirada cuando sus ojos hicieron contacto con los de la pequeña. Posó el tazón que llevaba en las manos en una medita de madera y se acercó a mí.

-        Lo encontré herido en el bosque. – Le dije dejándole agarrarla en brazos.

Mi lado protector hacia esa criatura se encendió.

-        ¿Qué hacías en el bosque? – Aunque su pregunta iba dirigida a mí no paraba de mirar a Tormenta.

-        Mamá...

-        Mamá nada Tristán. – Elevo la mirada hacia su hijo. – Es peligroso estar rondando tan de noche. – Ahora sus ojos estaban puestos en mi ropa la cual estaba llena de barro.

-        Yo...

-        Estábamos haciendo una carrera. – Giré bruscamente la cabeza. – Obviamente gane yo. – Fruncí el ceño en su dirección.

-        Eso es porque ibas en tu forma de lobo, en tu forma humana habría que verlo. – Le rete achinando los ojos.

Una risa nos sacó de esa pequeña conexión divertida que estábamos teniendo. Myra nos miraba completamente entretenida.

-        Venga le curaré y luego Tristán os acompañara a casa. – Asentí con una pequeña sonrisa.

Miré a Tristán que a su vez me miraba a mí, me guiño un ojo provocando que rodase los ojos.

Full Moon, eras tú.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora