Período de tiempo: 230. Día 44.
BAILE DE BIENVENIDA.
Mi madre siempre ha dicho que poseo una belleza envidiable y sé que tiene razón. ¿Pero de que sirve ser hermosa sino puedes vestirte o arreglarte como tú quieres?
Mi reflejo en el espejo de cuerpo completo es el mismo de todos los días. A pesar de llevar puesto un hermoso vestido —color azul por supuesto—, joyas, maquillaje y un peinado que solo una princesa llevaría, me siento sosa, simple.
Suspiro y conservo mi postura. Espalda recta y mentón en alto. Paso mis dedos por la tela del vestido; esta llena de pequeños diamantes que hacen que el vestido brille pero no de forma despampanante.
Hoy es un día importante.
Un toque en la puerta me hace salir de mis pensamientos. Sin girarme, hablo:
—Adelante.
Escucho como alguien abre y cierra la puerta, y es hasta que esa persona se detiene detrás de mí que me doy cuenta quién es gracias a que se refleja en el espejo. Una mujer de largos cabellos grisáceos, ojos grises y piel pálida.
La Reina Paris.
Mi madre.
La veo sonreír cuando termina de examinarme.
—Veo que el vestido te ha quedado precioso.
—Al igual que todos. —Asiento con una pequeña sonrisa.
Ella da unos pasos para acercarse y detenerse justo detrás de mí. Me mira fijamente en el reflejo del espejo.
—Eso es. Buena autoestima siempre.
No digo nada. Un mechón de cabello se resbala y queda en mi cara. Rápidamente, mi madre lo toma y lo coloca detrás de mí oreja.
—No olvides que debemos esforzarnos en dar una buena impresión. —Ella me mira con cautela.
—Sería imposible no darla, madre. —Aseguro, sonriendo adecuadamente. No debo sonreír ni mucho ni muy poco.
Ella asiente y también sonríe de la misma forma que yo.
Se aleja un poco de mi para ir hasta mi tocador y tomar entre sus manos la diadema que reposaba en un cojín azul rey. La pequeña corona tiene detalles y pequeñas piedras color azul y plateado. Es muy hermosa, digna de una princesa.
Mi madre se posiciona detrás de mí y lenta y cuidadosamente coloca la diadema sobre mí cabeza. Esta me queda perfecta —al igual que todas— gracias a mi peinado.
Mi madre besa la parte de atrás de mi cabeza y me susurra al oído:
—Eres la princesa heredera. Compórtate como tal.
Ella se endereza y camina para salir de mi habitación.
Cuando ya no está, me miro otra vez en el espejo.
Mi cabello es negro, ondulado, largo y suelto, y los mechones que me llega hasta la parte baja de la espalda son color azul rey mezclado con negro.
Mis ojos son azules eléctricos, mi piel es tan blanca, suave y delicada como la nieve de Reino Azul, mis labios son gruesos por naturalidad, y mis uñas son largas pero no demasiado, ellas están cubiertas por pintura plateada, con reflejos blancos y azules.
Esos son los colores del reino: Azul, blanco y plateado.
Pero primero y principal, azul.
Una pequeña lágrima se escapa de mi ojo derecho y se desliza por mi mejilla, la toco con mi mano y luego la observo.
ESTÁS LEYENDO
THE BLUE KINGDOM
FantasyTodos en el Reino Azul creen que La Realeza es el sinónimo de lo que es bueno. Pero por ahí dicen que las apariencias engañan. Todos tenemos secretos. Hasta las más "benévolas" personas. Pero ¿Qué tan grandes pueden ser esos secretos? Quizás el...