Capítulo XIII

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CONFLICTO

Día 55.

El repiqueteo del Trineo al pasar sobre el deteriorado sendero —por culpa del granizo atorado en el suelo— me impide quedarme quieta. Desde que empezamos nuestro viaje camino a Wyntter no hemos parado de sacudirnos sobre nuestros asientos. Y hablo en plural porque Bruno está conmigo, acompañándome. Mis padres y sus tíos viajan en otro Trineo.

Al menos mi madre tuvo la consideración de darnos privacidad durante el trayecto. Su atención a mi comportamiento ya me estaba respirando en la nuca, cosa que no es muy agradable, a decir verdad.

A pesar de que me he esforzado en mantener una conversación, Bruno no ha estado precisamente comunicativo conmigo. Desde que subimos al Trineo ha estado moviendo la punta del pie derecho de arriba a abajo y no ha separado su vista de la ventanilla. Si me respondió uno que otro comentario fue mucho.

—Bruno estás...¿Estás bien? —Decido preguntarle.

El constante movimiento de su pie se detiene y se gira con lentitud hacia mí. Por un segundo creo que está enojado hasta que veo el arrepentimiento en su expresión.

—Sí, no te preocupes —Me sonríe a duras penas—. Lamento si evadí tus intentos por entablar una conversación, es solo que necesito pensar...

—Creo que estás pensando mucho —Digo, con suavidad—. Desde hace dos días has estado ausente en prácticamente todo. No has intercambiado ninguna palabra de relevancia conmigo y tampoco has participado en los avances de la boda. El lugar en dónde se llevará acabo este evento ya ha sido elegido ¿Sabes? Inclusive la lista de invitados está casi completa. Creí que haríamos esto juntos...

—Y lo haremos —Me corta, levemente irritado—. Pero no es necesario que actúes como si el peso de la organización de la boda haya caído únicamente sobre tus hombros cuando claramente es tu madre la que dirigirá todo.

—Eso lo sé —Admito, ceñuda—. Pero a lo que me refiero es que hay algo que te está perturbando y sea lo que sea está afectando nuestros encuentros.

—Estoy pensativo, ya te lo dije. Mis disculpas si te causa algún inconveniente, pero me gustaría que respetaras mi espacio.

—Solo quiero saber si te sientes bien o no, Bruno...

—Todo quieres saberlo. Y para la clase de Princesa que eres es inusual que hagas tantas preguntas impertinentes. —Suelta, hastiado y sin contenerse. Ni siquiera me mira a los ojos.

No puedo reprimir mi jadeo de sorpresa, confusión y enojo.

La clase de Princesa que eres.

—¿Y qué clase de Princesa soy, según usted? —Pregunto, ardiendo en rabia, decidida a llamarlo de usted porque sé lo mucho que le obstina—. ¿Creyó que las Princesas de mi clase, sumisas, rectas y obedientes no podemos ser entrometidas e insistentes? ¿Cree usted que soy impertinente? Mis disculpas —me llevo una mano al pecho con dramatismo—, no consideré el hecho de que preocuparme por su bienestar, preguntarle si está bien y hablar maduramente sobre la situación me hiciera ver insoportable. Supongo que deberé actuar como si usted no me importara a partir de ahora. Quizás así no tengamos problemas durante nuestro matrimonio. —Ironizo.

—Eres muy exagerada...—Murmura, frotándose la cara con las manos.

—¿Exagerada? —Repito, indignada—. Habló el Príncipe consentido que armó un berrinche en plena cena familiar porque se enteró que su tía toma decisiones sin consultarlo con él antes. ¿Y luego yo soy la que exagera?

THE BLUE KINGDOMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora