Capítulo XI

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LA ALIANZA

Día 53

No comprendo...—Murmuró mi madre con estupefacción.

—Ella sí está destinada a dirigir las tierras oscuras, pero no de la forma en que creemos. Los fieles creyentes de la Morada de Inneve detectaron un acontecimiento que se acerca a través de repentinas visiones, Majestad. Ellos aseguran que un cambio se avecina. Un cambio significativo que marcará la historia, a nuestro pueblo y sobretodo...A su hija.

Frunzo el ceño luego de escuchar las palabras del Decretador. ¿Qué quiere decir con exactitud?...

—¿Princesa?

Una voz me obliga a abrir los ojos y a sentarme de golpe, lo que me ocasiona una fuerte y dolorosa punzada en la sienes.

—Discúlpeme, mi intención no era...

—No te preocupes —Tranquilizo a la asistente que se encuentra de pie al borde de mi cama y masajeo mi frente con la palma de mi mano—. ¿Podrías decirme qué hora es?

—Seis de la mañana, Su Alteza. El cielo comienza a iluminarse.

Asiento, observando de reojo mi alrededor.

Me doy cuenta de que mi espejo está acompañado de la plataforma en la que me subo para ver mejor mi reflejo cuando me pruebo un vestido. Veo que mi vestidor ya está abierto. El maniquí que imita mi fisionomía y que las costureras utilizan para confeccionar mis atuendos está usando un diseño poco común y muy hermoso que no había visto jamás. Asomo mi mirada hacia el cuarto de baño y percibo como el vapor se desborda por la bañera. Mi tocador está novedosamente lleno de diversos productos que no suelo necesitar y la asistente, un poco más joven que yo quizá, se ve sospechosamente impaciente, a juzgar por la forma en la que juega con sus dedos.

Entorno los ojos.

—Disculpa, ¿Hoy sucede un evento que requiera de mi participación y yo no esté enterada? —Pregunto con gentileza.

—Está usted en lo correcto, Su Alteza. Permitame recordarle que hoy es la firma de la alianza que la comprometerá con el Príncipe Bruno.

Frunzo profundamente el ceño.

—¿Qué? ¿Y quién decidió que hoy se realizaría ese acto?

—Bueno...

Alzo la mano para que no me lo diga. Ella calla automáticamente.

¿Quién pudo haber sido, eh?  Pienso de manera sarcástica.

—Fue mi madre. ¿No es así? —Apreto los labios, conteniendo la ira.

—Así es, Su Alteza. Ella declaró que este suceso se llevaría acabo hoy surcando la mañana —Su mirada se pierde en la confusión— ¿No lo recuerda?

—Nadie me lo dijo. —Espeto.

—Oh...Su Majetad la Reina Paris le encomendó a una de las mujeres del servicio la misión de informarle a usted. Me pregunto por qué dicha asistente no le habrá comentado nada al respecto. De igual forma, le diré a su madre que la mujer no cumplió con su recado.

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