Capítulo III.

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PREGUNTAS SIN RESPUESTAS

Día 45.

—Tú madre parece ser muy...Controladora.

No me molesta la opinión de Bruno porque sé que es cierto.

Exhalo y me llevo la taza entre mis manos a la boca para tomar un sorbo de mi té.

Estamos en mi habitación, sentados en los sillones. Ya no llevo puesto mi camisón, sino mi pijama de algodón, conformada por un pantalón y abrigo del material nombrado, con los colores azul oscuro y blanco. Estoy segura de que mi madre me reprendería, pero me encuentro en mi habitación con la compañía de Bruno, así que no me preocupo.

Él se tomó la molestia de preocuparse por mí y eso me parece tierno. El simple hecho de que haya enfrentado a mi madre me parece muy valiente de su parte.

—Así ha sido siempre —Confieso, mirando y jugando con mi taza—. Aunque antes lo era menos. Ella ha...cambiado, supongo.

—Uhm...¿Por qué te desmayaste? —Pregunta frunciendo el ceño.

—No lo sé, fue un acontecimiento muy extraño, si te soy honesta. —Respondo con una mirada extraviada.

—En cuanto me lo dijeron, solo pude pensar: Exelente, primero mi tía y ahora Edelweiss. —Comenta, pasándose las manos por la cara.

Sonrío un poco.

—Gracias por preocuparte por mí...—Murmuro, y juego con mi taza nerviosamente.

—Deberías saber algo...—Su tono de voz decae un poco. Parece que quiere decirme algo importante—...Los médicos lograron identificar que tenía la bebida de mi tía.

Alzo mis cejas en señal de sorpresa, me remuevo en la silla y espero a que continúe.

—¿Y bien? —Lo animo a hablar.

Él se toma su tiempo.

—Encontraron una sustancia tóxica, muy dañina para el organismo.

No consigo pestañear pero no digo nada porque me da la impresión de qué Bruno va a agregar algo.

Exhala con frustración.

—Sí era veneno, Edelweiss, uno letal.

La perplejidad no me cabe en el rostro. Es cierto que Bruno y yo ya lo habíamos sospechado, pero que pasara de ser una sospecha a ser una certeza, no lo teníamos planeado, al menos no yo.

—Y, y, ¿Como está? —Pregunto con ansiedad.

-Estable, gracias a los dioses. Los médicos hallaron un antídoto lo suficientemente eficaz como para eliminar el veneno. Actualmente, se lo están aplicando y me llena de alivio que este haciendo efecto.

Suelto aire por la boca en señal de alivio.

—También me alivia mucho, Príncipe Bruno. No me podría imaginar como sería todo para ti y tu familia sí la presencia de la Reina faltara en sus vidas.

—Yo tampoco podría imaginarlo —Admite, asintiendo—. Ella es...Nuestro pilar.

Asiento con comprensión.

—Oye —Me observa con los ojos entrecerrados—, volviste a llamarme príncipe, ¿Qué dijimos sobre las formalidades?

—No lo sé, ¿En que momento hablamos sobre ellas? —Enarco una ceja y esbozo una sonrisa divertida.

—En el momento en el qué te pedí que sólo me llamaras Bruno. —Responde, también con diversión.

Fingo recordar.

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