CAPÍTULO 3. Alguien especial...

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La adolescencia estuvo marcada, vaya si la estuvo.

Asidua a crear realidades mentales que luego se materializaban fue como se produjo el encuentro con el alma gemela, un ser único, el encuentro no fue casual, fue causa, efecto y obra del destino; las almas estaban destinadas a caminar juntas desde temprana edad, a pesar de que dijeran que eran muy jóvenes para ser amor.

Los amigos se encargaron del encuentro, el amor más el tiempo los encargados de fortalecer la relación.

Él, un joven alto, delgado, de pelo negro, ondulado y unos cristalinos ojos verdes, lo caracterizaba su andar lento, tan pausado que transmitía paz a todo el que lo observará. Cuerpo atlético de practicar fútbol desde pequeño. Tenía tan solo diecisiete años y ella dieciséis.

Había entrado en la vida de Victoria sin aviso previo, la había llenado de luz y esperanza, lo que haría honor a su nombre Ángel.

Era su ángel, quién la bajaba a tierra cuando se ponía a volar demasiado alto, la contenía y consolaba cuando se sentía triste, tenía las palabras más dulces y los gestos más amables. Siempre al pendiente de sus estados, increíblemente detallista, de esos detalles que enamoran y llenan el alma.

Se había enamorado no solo de la apariencia física, sintió que era un ser especial; desde el comienzo contaba con la seguridad de que lo pusieron en su vida para acompañarla y ayudarla a crecer.

El crecimiento formaba parte de la relación, los años de novios plenos, lógicamente con desencuentros de ideas, un trabajo de confianza y seguridad que la ayudaron a liberarse de los tan molestos celos.

Como en toda relación había mucho que conocer y aprender, aceptar sin intentar cambiar, porque de eso se trata el amor, de aceptar aquello que no podemos cambiar.

Llegó el momento de decidir si permanecían en un lugar donde sentían que las puertas y oportunidades eran escasas y contadas, donde el alcanzar metas y objetivos estaban condicionados, tenían que decidir si se quedaban o emprendían el vuelo hacia nuevos horizontes, con diferentes personas, distintas y nuevas experiencias, metas que solo ellos podían alcanzar.

Tan solo con diecinueve y veinte años tomaron una de las decisiones más importantes de sus vidas.

No todos en el entorno estaban de acuerdo, no contentos, habían decidido hacer caso a los sentimientos de esperanza y fe, comenzaban a programar la partida.

Pensaban en todas las posibilidades y sentían que la oportunidad no se presentaría dos veces.

Entre preparativos, comentarios de apoyo y de los otros un frío día de invierno, donde el amarillo y marrón teñían el paisaje, el viento traía susurros de otros sitios, con los bolsillos llenos cargados de esperanza se habían despedido de aquellos que los vieron crecer.

Familia, amigos, vecinos fueron todos testigos del momento en el que desplegaban las alas y levantaban el vuelo.

Victoria aún recordaba que cuando pequeña, un día caminando por la playa con la abuela ésta le había dicho una frase que recordaba: "Todo viaje comienza con un primer paso", acababan de comenzar el viaje felices de dar el primer paso.

Dejaban el lugar que los había visto nacer pero no había podido ofrecer las herramientas necesarias para cumplir las metas y sueños, no habían definido qué era exactamente lo que deseaban pero sí tenían claro que iban a agotar todas las oportunidades que se les presentarán en el camino para ser lo más felices posibles.

Bolsos, mochilas y unos pocos muebles donación de los padres, era todo el equipaje, desbordaban de satisfacción porque habían decidido y estaban en marcha.

El viaje se había hecho largo, el camino los llevaba a una ciudad totalmente desconocida, a un mundo y una vida completamente nuevos, allí iban los dos, juntos, cargados de miedos, interrogantes y respuestas sin contestar, pensaban en todo lo nuevo que les deparaba el destino.

La ruta los llevaba a la ciudad donde el movimiento era acelerado y continuo, las personas vivían a mil revoluciones, en pocas ocasiones se conocían o intentaban hacerlo. Luego de varias horas llegaban a un lugar distinto del que habían dejado, se miraban profundamente coincidiendo en que ambos sentían que estaban parados al borde del precipicio a punto de desplegar alas, sin saber adónde los llevaría el viento.

Despertando: Encuentra tu propia luz.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora