CAPÍTULO 4

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KATHERINE 

HACE SEIS AÑOS

Asher y yo estábamos juntos; lo que rompía todas las reglas que por años me había esforzado en respetar, pero lo amaba y no tenía ninguna duda sobre eso; estaba profundamente enamorada de él, tan enamorada que no podía imaginarme estando al lado de alguien más.

Amaba a Asher con cada latido de mi corazón y con cada respiración; estaba enamorada de su voz, de su sonrisa y su emoción; estaba enamorada de sus sueños y sus alegrías; estaba enamorada de todo lo que él significaba y con cada día que pasaba el amor que sentía solo iba haciéndose más grande.

Al inicio tenía que admitir que me sentía culpable; no podía evitar pensar que estaba cometiendo un grave error al romper las reglas de los amish, pero si Dios era amor, entonces no podía creer que condenara el amor que Asher y yo sentíamos el uno por el otro.

Habían pasado meses desde que estábamos juntos y pronto sería mi cumpleaños número diecisiete en dónde finalmente tendría que tomar mi gran decisión; podría irme o quedarme en mi comunidad, solo tenía esas dos opciones y se me acababa el tiempo para decidir, pero todavía no sabía que hacer.

Tenía mucho en lo que pensar y demasiado que considerar; si elegía marcharme no habría vuelta atrás y no estaba segura de poder hacerlo; la comunidad amish, el pueblo y mi familia eran todo lo que conocía; eran todo mi mundo y dejarlos atrás era demasiado difícil, además, no solo sería doloroso para mí perder el contacto con mi familia, si no que les causaría un gran dolor si decidía marcharme y ese era un temor que nublaba minuto a minuto mi mente.

Si elegía irme, mi comunidad me apartaría y mi familia tendría que rechazarme; tendrían prohibido hablarme y no volvería a verlos; pero si me quedaba, no volvería a ver a Asher y eso también me rompería el alma.

Me sentía dividida en dos y no sabía que decisión era la correcta; ¿Debería quedarme en casa y aceptar la vida que se planeo para mí desde mi nacimiento o debería arriesgarme y enfrentar un mundo desconocido para luchar por mis sentimientos? Francamente no lo sabía.

-        Cariño... - dijo mi madre llamándome desde el interior de la casa y solo entonces salí de mis pensamientos – Ayúdame a poner la mesa para que cenemos

Obedecí a mi madre y entré a casa para terminar de ayudarla con la cena y una vez que todo estuvo listo, llamé a mis hermanos y a mi padre que estaba trabajando en el campo para que vinieran a cenar y nos sentamos a la mesa en silencio, como cada noche; la luz de las velas era lo único que nos alumbraba y después de rezar, el único sonido que se escuchaba era el de las campanillas de la entrada que sonaban por el viento.

Todos comíamos en silencio, aunque por momentos mi padre intercambiaba algunas palabras con mi hermano mayor, hablando de trabajo y una vez que acabamos de cenar, mi hermano mayor se marchó hacia su casa y mi madre llevó a mis hermanos menores a la cama mientras yo recogía los platos de la mesa, pero antes de que pudiera ponerme a lavar, mi padre me pidió que me sentara, ya que quería hablar conmigo de algo importante.

-        En unos meses cumplirás diecisiete años y tendrás tu ceremonia de bautizo

-        Lo sé, papá... - murmuré en voz baja

-        El obispo Benjamín Mullet vino hoy a verme para pedirme tu mano

En cuanto esas palabras salieron de su boca se me cortó la respiración y por un segundo sentí que mi corazón se detenía; siempre supe que llegaría el momento en que tendría que casarme y la idea del matrimonio nunca me había disgustado; era mi deber como hija el casarme y formar mi propia familia para hacer crecer nuestra comunidad; así me educaron, esas eran las cosas que me enseñaron desde que tenía memoria y era el papel que se suponía que debía cumplir, pero ahora la idea del matrimonio me asustaba. 

SECOND HALFDonde viven las historias. Descúbrelo ahora