Un pequeño Hatenna despertó a Berto bastante pronto en la mañana, ganándose un empujón sin demasiada fuerza para tirarlo de la cama. El entrenador, incapaz de seguir durmiendo, se puso en pie y se desperezó para posteriormente ir a preparar sus cosas. Caminó por su apartamento hasta llegar a un pequeña cocina donde se preparó un café y comió unas galletas como desayuno. Miró en su frutero y de allí agarro algunas bayas para meterlas en su bolsa. Cogió unas cuantas pokeballs que tenía por allí y con eso ya había terminado de guardar sus cosas. Se colocó su chaqueta rosa y salió del apartamento seguido de Hatenna.
Berto: Hattena, haz el favor de volver a tu pokeball.
El pokémon se negaba en rotundo, molestando a su entrenador.
Berto: Muy bien, haz lo que quieras.
El peli blanco recordó el día que recibió a Hatenna, que también fue el día que abandonó el orfanato.
_______________________________________Llevaba en el orfanato desde siempre. Jamás supo quien era su padre o si tenía algún familiar al que acudir, pero eso no era importante. Sin duda alguna, lo que él más disfrutaba era combatir. De todos los pokémon del orfanato, siempre sintió cierta predilección por los de tipo psíquico, con los que combatía contra el resto y prácticamente siempre ganaba. Pero el creía que podía hacerse más fuerte. Si realmente consiguiese un pokémon con el que entrenar, nadie podría pararle.
Berto empezó a escabullirse por las noches junto a unos de los pokémon del orfanato, un Ponyta de Galar. Se las apañaban para llegar al descampado y allí entrenaban por las noches. Gracias a esto se dio cuenta de que tenía talento como entrenador. Convirtió a Ponyta en un pokémon bastante fuerte, a cambio claro de descuadrar completamente su horario de sueño. Ahora Ponyta se negaba a combatir con nadie que no fuese Berto. Aquella dupla era imparable para el resto de niños.
Berto: Ja, ¿veis? Ya os lo había dicho, tengo talento.
Niño 1: Eso no es cierto. Mi estrategia era mucho mejor que la tuya, tan sólo es que ese Ponyta es mucho más fuerte que el resto de pokémon.
Berto: ¡Tú lo que tienes es envidia!
Niño 1: ¡¿Si no es por eso por qué siempre combates con él?!
Niño 2: Eso es cierto. Hasta ha conseguido adiestrarlo para que sólo pelee junto a él.
Berto: ¡Eso es porque ambos hemos entrenado mucho juntos!
Niña 1: Sí, claro.
Adulto 1: Berto, ¿estás causando escándalo otra vez?
Berto: ¡No soy yo! ¡Ellos tienen envidia de mi talento!
Adulto 1: Berto, ya hemos hablado sobre esto.
Eso motivó más y más al futuro entrenador, que siguió entrenando buscando que aceptasen que él tenía talento para los combates.
A sus 10 años, finalmente llegó el día que cambiaría su vida por completo. El día en el que saldría de ese estúpido orfanato. El día en el que alguien reconocería su esfuerzo. El día en el que conoció al presidente Rose.
Hicieron ir a todos los niños al comedor para verle. Él hablaba de algún tema que no podría llamar menos la atención de Berto. El Ponyta que lo acompañaba en sus entrenamientos fue hasta él y empezó a agarrarle de su camisa para intentar arrastrarlo. Berto fue junto a este y empezaron a entrenar ignorando por completo la visita de aquel aburrido señor. Para cuando llegó el anochecer, el extraño señor se sentó a su lado.
Rose: ¿Tan aburrido soy que te fuiste sin decir nada?
Berto: Puede.
Rose: ...Eres muy serio para tu edad. Me recuerdas a mi asistente.
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Las Jóvenes Estrellas De Galar
FanficDurante el desafío de los gimnasios algunos jóvenes destacaron por su enorme destreza en combate. Ahora todos ellos son más que reconocidos a nivel regional, ¿pero qué estarán haciendo ahora que su camino como aspirantes acabó? Esta historia estará...