Segundo Año

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Un año había pasado desde que la pequeña Layla había logrado concretar su sueño: asistir a Hogwarts

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Un año había pasado desde que la pequeña Layla había logrado concretar su sueño: asistir a Hogwarts.

Con su grupo de amigos habían quedado en escribirse cartas durante el verano para no quedar incomunicados. Sin embargo nada había llegado al correo de la pequeña Snape.

Estaba algo decepcionada pero no permitirá que las cosas terminen con la ilusión de estudiar en la más grande y prestigiosa escuela del mundo, es por eso que prefirió pensar que las cartas se habían extraviado en el viaje o simplemente habían quedado sin enviar.

Poco le importaba el tema cuando volvió a subir al Anden 9¾, sabía que debía apurarse a encontrar un lugar o termina igual que el año pasado y eso no lo iba a permitir.

Sus expectativas habían sido superadas por mucho, incluso ver los conflictos que se fueron otorgando a lo largo del año la mantenía entretenida cuando no tenía ganas de estudiar para los exámenes.

Caminando por los vagones en busca de un sitio tuvo un pequeño deja vú: Mattheo Riddle, el niño que la ignoro durante todo el año pasado, se encontraba en completa soledad observando por la ventana.

Layla se preguntaba qué era lo que llamaba su atención, pues lo único que había para contemplar eran familias despidiéndose de sus hijos con lágrimas en los ojos.

Ella estaba agradecida con que su padre trabajara en la institución, de esa forma podía verlo cuando quisiera y se ahorraba varias escenas trágicas como esta.

Mattheo logró percatarse de su presencia porque de manera inmediata cambio su objetivo, ahora la estaba viendo a ella.

Layla no sabía que decir, suponía que sería inútil preguntar si podría sentarse con él. Además tenía la certeza de que, dijera lo que dijera, Mattheo jamás le daría una respuesta.

Es por eso que hicieron contacto visual menos de un minuto ya que Layla se retiró rápidamente de la vista del muchacho sin decir una sola palabra, ella sabía que él era muy reservado y que jamás se veía interesado por socializar con el resto.

Siguiendo su camino en busca de un lugar libre siente como le tocan el hombro, de inmediato se da vuelta y una sonrisa se asoma en su rostro cuando ve que se trata de Theo, su mejor amigo.

—¡Theo, no sabes cuánto te he extrañado!

Sin dudarlo Layla saltó sobre sus brazos para envolverse en un fuerte abrazo, lo había echado de menos.

—Yo también te he extrañado Lay, ¡Ven los demás te están esperando!

La emoción que recorría el cuerpo de la pequeña pelinegra no se podía comparar con nada, está claro que la felicidad no podía superar el hecho de ir a Hogwarts pero sin duda llegaba raspando.

El año pasado, durante varios meses el único amigo que tuvo había sido Theodore, con el tiempo él terminó integrándola a un grupo diverso y lleno de idiotas divertidos.

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