Capitulo Cinco

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— ¡Hey, lárgate! —el chico intentó empujarle. Era sorprendentemente fuerte.

Obi-Wan le mantuvo alejado con una mano mientras se agachaba y agarraba los controles con la otra. Vio al soldado de asalto detenerse y mirar a su alrededor. Aún no había visto a Obi-Wan. Las pilas de tejido, las cajas y los lados altos del trineo le tapaban. El chico le pateó con fuerza en la espinilla. Obi-Wan se sobresaltó. El trineo dio un
bandazo, y el soldado de asalto miró hacia allí y llamó.

—¡Tú! ¡Detén ese trineo!

Obi-Wan accionó el freno e hizo un giro inverso, dirigiéndose en dirección opuesta. El torpe trineo gravitatorio a duras penas pudo ejecutar la maniobra, pero lo consiguió. Una de las cosas que había aprendido de Anakin era que la mayoría de las maquinas podían actuar más allá de sus capacidades y las forzabas en el sentido adecuado. Había
visto a Anakin hacer cosas increíbles con un trineo gravitatorio. Obi-Wan hizo un giro brusco hacia la derecha y se metió por un callejón.

—¡Qué estás haciendo, apestoso mono-lagarto! —Gritó el chico—. ¡Yo estaba aquí primero!

Hizo un giro brusco a la izquierda y sobrepasó la velocidad máxima.

—¡Esos son soldados de asalto imperiales! —chilló el chico.

Amablemente, Obi-Wan empujó al chico encima de una caja volcada.

—Relájate.

Una moto rugió girando una esquina detrás de ellos, después otra. Dos soldados de asalto. Bien. Dos era mejor que uno. Cada uno se metería en el camino del otro. El chico se levantó con los puños apretados y cargó. Invocando la Fuerza, Obi-Wan quitó una mano de los controles y alzó la otra. El chico no podía moverse. Sus ojos se
desorbitaron.

—Te devolveré tu trineo. Simplemente no te muevas —un delicado empujón con la Fuerza y aterrizó de nuevo en la caja. Esta vez, el chico se quedó allí.
Los controles del trineo ardían bajo sus manos. Temblaban. Estaba empujando a la máquina mucho más allá de sus límites. Aguanta un poco más, le dijo.
Ahora estaban en un distrito de almacenes. Aparcados a lo largo de las calles había vehículos de construcción con hidroelevadores, trineos gravitatorios más grandes que ese,
y deslizadores de transporte. Uno de los soldados de asalto voló más alto, intentando caer sobre ellos desde arriba.

El otro se inclinó hacia la derecha. Estaban intentando encajarle
contra el gran almacén de su derecha.
La precisión lo era todo. Y un trineo gravitatorio no era tan ágil como una moto deslizadora. Pero algo que había aprendido sobre las tropas de asalto era que a pesar de su armamento, su inagotable energía y su necesidad incansable de terminar el trabajo, no
tenían mucha imaginación. No podían elaborar una estrategia. Sólo podían seguir órdenes.

Moviéndose a máxima velocidad ahora, Obi-Wan tuvo que invocar la Fuerza y usarla. Su visión se agudizo. El tiempo se ralentizó. Delante vio una oruga de construcción montada en una vía que subía rápidamente por el lado de un edificio. Los trabajadores se habían detenido en mitad del trabajo de restauración de un muro de piedra en la pared frontal. Obi-Wan desenganchó su sable láser y lo mantuvo a su lado, oculto por su capa. Tenía que mantenerlo oculto a menos que fuese absolutamente necesario, si descubrían
que era un Jedi, pronto tendría a todo el planeta buscándole. Elevó el trineo un poco más arriba, sabiendo que sólo tendría unos pocos segundos antes de que las motos se elevasen
siguiéndolo.

Mientras pasaba a la oruga, alcanzó la cabina del vehículo y cortó el panel
de instrumentos con un golpe limpio y preciso. La oruga inmensa calló con un estruendo. Aplastó a las dos motos antes de que pudieran esquivarla. Obi-Wan se alejó, libre… e intranquilo. Obi-Wan detuvo el trineo en la calle fronteriza con el Lago Piedra Azul al lado de Los Comunes. Aquí había tráfico y peatones.

The Last of the Jedi : The desesperate missionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora