Una vez que estuvieron en el hiperespacio, no hablaron durante un rato. Ferus sentía un enorme dolor en su corazón. No era un bellassano nativo, pero había adoptado ese mundo. Era su mundo natal. Había hecho una vida allí. Sentía como si hubiese sido cortado en dos.
Obi-Wan introdujo las coordenadas de un espaciopuerto que orbitaba alrededor de un par de estrellas moribundas llamadas Gemelos Rojos. El alcance del Imperio no se extendía hasta allí, al menos en términos de vigilancia constante.
Realizó comprobaciones en los sistemas, dándole a Ferus tiempo para recobrarse. Ferus había llegado a conocer mejor a Obi-Wan durante dos días de lo que le había conocido en todos
sus años en el Templo Jedi. Siempre había sabido que Obi-Wan tenía coraje, pero también había visto su sensibilidad para emocionarse.—¿Qué era eso de Polis Massa? —preguntó Ferus, rompiendo el silencio—. Parecías tan azul como un twi’lek cuando leí el nombre.
Obi-Wan miró fijamente a las profundidades del ordenador de navegación. El brillo de la pantalla le hacía verse repentinamente ojeroso.
—No puedo decírtelo —dijo—. Tiene que ver con cierta… información que debo
mantener en privado. Si lo contase, podría ponerte en peligro, y no sólo a ti… podría poner en peligro en lo que crees —Obi-Wan se giró para mirarle a la cara—. No se trata de confianza. Confío en ti, Ferus. Pero regreso donde hago mi exilio. Si me necesitas, podemos idear una manera para que me avises. No lo entiendes, pero creo que el futuro
de la galaxia radica en mi habilidad para esperar.—De acuerdo —dijo Ferus—. Ésta es tu tarea. Pero la mía es localizar a tantos Jedi como pueda encontrar. Debe de haber otros. Seres sensibles a la Fuerza que necesitan ayuda. Jedi que han pasado a la clandestinidad. Sé que están ahí fuera. Los encontraré. Si
puedo establecer un lugar seguro, podemos estar preparados para lo que viene.—¿Otra guerra?
—Es inevitable. Especialmente desde que me has contado que el Emperador es un
Sith.—Razón de más para esperar —dijo Obi-Wan suspirando—. Pero antes de que
partamos, quiero preguntarte algo. Siempre sospeché que Anakin jugó un papel en tu marcha de los Jedi.—Todo el mundo desempeñó un papel —dijo Ferus, evitando la pregunta—. ¿Qué
más da? Ahora están todos muertos.Había visto qué difícil era para Obi-Wan decir el nombre de Anakin. Debía echar de menos a su aprendiz. Ferus se preguntaba cómo habría muerto Anakin, pero no quería preguntar. No quería remover un recuerdo doloroso para Obi-Wan. Y él no quería contarle la historia real de su marcha de los Jedi. Cómo sospechaba que Anakin había ocultado información deliberadamente acerca del sable láser de Tru Veld, sabiendo que fallaría en combate. A causa de eso, Darra Thel-Tanis había muerto. Pero Ferus se había sentido responsable. Había arreglado el sable láser de Tru y lo había guardado en secreto, una violación de las reglas entre Maestro y Pádawan. Anakin lo
había sabido, y también había guardado el secreto.Todo había ocurrido hacía mucho tiempo. Errores cometidos por niños, por Pádawans con sueños de convertirse en grandes Maestros Jedi. Los sueños habían muerto. Era muy duro para Ferus aceptar que la Orden Jedi también había muerto. No lo creería. No se permitiría creerlo. Buscaría por todos los
sitios de la galaxia hasta que los encontrase a todos y cada uno de ellos. Su causa había sido Bellassa. Ahora era la supervivencia de la propia galaxia.—Debería haberme dado cuenta —dijo Obi-Wan. Ferus se percató de que todavía estaba pensando acerca de la marcha de Ferus de la Orden—. Debería haber hecho más preguntas. Algo no parecía correcto en ese momento.
—No importa —dijo Ferus—. Me marché. Fue la cosa más difícil que tuve que hacer alguna vez, pero en cierto modo me alegro de que ocurriera.
—Todavía eres un Jedi, Ferus.
—No —dijo Ferus lentamente—. No lo soy. Nunca podré ser realmente un Jedi de nuevo. No sólo porque dejé la Orden —miró hacia atrás, en la dirección de Bellassa—. Tengo apegos.
—Una vez había algo de quería, algo prohibido por el código Jedi —dijo Obi-Wan—. Qui-Gon me dijo algo entonces. Dijo, puede que en una galaxia diferente las cosas cambiarán. Los Jedi cambiarán. Aquí está el cambio, Ferus. Y creo que… en el nuevo orden, los apegos serán una fuerza. Tal vez así es como la galaxia se salvará. Así que sí, sigues siendo un Jedi.
Repentinamente, una cabeza con erizado pelo azul salió de un armario de
almacenamiento.—¿Eres un Jedi, Ferus? ¡Tú mono lagarto… esto es galáctico!
Ferus se levantó de su asiento.
—¡Trever! ¿Qué haces aquí?
Trever salió del diminuto espacio y cayó en el suelo de la cabina. Se levantó,
quitando el polvo de sus pantalones.—¿Qué esperabas que hiciera cuando las alarmas empezaron a sonar? Me escondí.
—Sabías que nos dirigiríamos a este crucero —dijo Obi-Wan severamente—. Podías haber dicho algo antes de que saltáramos al hiperespacio. ¿Por qué te quedaste escondido?
—¿Necesito unas vacaciones? —dijo Trever.
—Genial. Disfruta del paseo —dijo Ferus—. Tan pronto como aterrizamos te pondré en el primer transporte de vuelta.
—No puedes —dijo Trever—. Me reconocieron en el punto de control. Tienen mi imagen en su banco de datos. Me meterán en prisión. Probablemente me ejecutarán por ayudarte a escapar —sonrió abiertamente ante la expresión molesta de Ferus—. Parece
que estás atrapado conmigo.—Qué afortunado eres —dijo Ferus.
Así que a pesar de sus mejores esfuerzos para convertirse en exiliado, había logrado convertirse en un Jedi otra vez. Obi-Wan miraba fijamente su sable láser. Algo profundo se removió en su interior, y por primera vez en mucho tiempo, no era dolor o arrepentimiento. Era un propósito. Ahora entendía, más completamente de lo que lo había
hecho, que la justicia se alzaría de nuevo. No podía predecir cuándo o cómo, pero sabía que los seres como Ferus serían una parte de eso. Cuando le había dicho a Ferus que los apegos podrían ser una fuente de fuerza, también había estado hablando para sí mismo. El
tirón que le había llevado al lado de Ferus había sido más que una preocupación por Luke. Le había reconectado con algo que había perdido. Había pasado tantos meses pensando en los muertos. Soñando con ellos. Ahora era tiempo de unirse a los vivos.Eso era por lo que velar por Luke era tan crucial. Eso era por lo que no podía perder la esperanza, no podía vacilar. Todo lo que sabía se había ido, y cuando las cosas cambiaban, no cambiaban de la forma que él quería. No recuperaría todo lo que había perdido. Se percató ahora de cuánta de su amargura había estado atada en ese simple deseo infantil, recuperar lo que había amado.
Lo que había amado se había ido para siempre. Lo que vendría no lo podía ver.
Lo que tenía que hacer para lograr que ocurriera, lo haría. Lo haría como algo más que su deber. Lo haría con el corazón.
Salieron de hiperespacio cerca de su destino. Los Gemelos Rojos estaban escondidos en una densa nebulosa, y tuvieron que usar el ordenador de navegación para abrirse paso.
Después, repentinamente, tuvieron contacto visual, una neblina rojiza que parecía una débil estrella. Obi-Wan dio su posición al espaciopuerto, y les concedieron permiso para aterrizar.
Ferus posó el crucero pulcramente en el área de aterrizaje y después manualmente lo guió hasta una plaza de aparcamiento. Se estiró.—Podría tomar una comida y un descanso —dijo él.
—Me temo que tendrás que esperar un poco más para eso —dijo Obi-Wan.
El presentimiento reptó a través de Ferus. Siguió la mirada fija de Obi-Wan fuera del parabrisas hacia el abarrotado espaciopuerto. Estacionada a escasos metros estaba la nave
de ataque Firespray.
Boba Fett les había encontrado.
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The Last of the Jedi : The desesperate mission
Khoa học viễn tưởngEl Imperio se ha alzado. La Orden Jedi ha sido destruida. Hasta donde sabe el Emperador, los Jedi están completamente extintos. Pero en el remoto planeta Tatooine, queda un maestro Jedi: Obi-Wan Kenobi. Devastado por la pérdida de sus camaradas J...