Ferus Olin siempre se había prometido a sí mismo tener unas vacaciones en el aire fresco de la montaña. Ahora aquí estaba. Una cabaña en la montaña, un cielo lleno de estrellas. Debería estar agradecido. Aprovechar el tiempo para respirar, descansar, fortalecerse.
Sí, debería estar agradecido, de acuerdo. Si no estuviera a punto de volverse rematadamente loco. Ferus estiró una pierna y después la otra. La herida casi estaba curada. El mareo cada vez que se ponía de pie había pasado. Cada día se sentía más fuerte. Dona le había traído
medicinas, bacta y Polibiótico para su herida, así como hierbas y tónicos de su cultura montañera. Le había traído comida, demasiada comida. Ella cocinaba sopas, panes y asados, y siempre estaba tratando de tentarle. Había comido tanta sopa que sus globos
oculares estaban flotando. Ella le había cuidado con gran paciencia y amabilidad, y él quería recompensarla saliendo de aquí tan rápido como pudiese.Ferus gruñó suavemente cuando se levantó de su sofá-cama. Si permanecía mucho tiempo en una posición, su pierna se agarrotaba. La habitación era auxiliar, con sólo una cómoda y un sitio en el que dormir. Estaba oscuro, a pesar de que era mediodía. Dona había fabricado cortinas de tejido blindado y las había mantenido estrechamente cerradas.
Dona no creía en la ornamentación. Pasaba sus días en las montañas, reuniendo hierbas y cazando, o realizando el largo viaje bajando la montaña hasta el pueblo a por
suministros. Ferus no podía ir, ni siquiera podía ayudarla a recoger leña para el fuego, porque salir al exterior podría significar la muerte.Ya llevaba una semana atrapado en
esta diminuta cabaña de piedra.
Era como estar de nuevo en prisión, sin la tortura. Eso si no tenías en cuenta la charla constante de Dona. Allí no les llegaban muchas noticias de Ussa. Estaban tan aislados que eso tardaba
días, y la conexión de la HoloRed iba y venía. No había ninguna SombraRed de noticias reales, sólo la información controlada por los imperiales, así que no sabía lo que era cierto. Hasta donde sabía, Roan seguía en prisión. No le gustaba pensar en lo que le
estaba pasando allí. Pero lo hacía. En todo momento. Ferus pasó la mano sobre un sensor para abrir la pesada cortina. Se paró frente a la ventana que miraba hacia el valle. La abrió levemente para respirar el aire gélido.La nieve era profunda en pleno invierno, hoyada y salpicada de azul por la luz rebotada desde el cielo. Allí estaban sobre la línea de los árboles, rodeados de rocas y barrancos. Los nativos árboles pinir estaban más abajo, magníficos especímenes con troncos derechos extendiéndose cientos de metros en el aire, perforando el cielo con sus erizadas
copas. En la parte baja de la montaña había una pequeña colección de viviendas que apenas eran un pueblo. Solía ser una población minera en los viejos tiempos. Cuando el mineral se agotó, la gente se fue. Pero algunos se habían quedado, por alguna razón que Ferus no podía entender. Los inviernos eran duros, los veranos breves. El pueblo más cercano estaba a una hora.Un poco demasiado aislamiento para su gusto. A él le gustaban las ciudades.
Qué divertido, meditó Ferus mirando al paisaje invernal. Como Jedi, realmente no había sabido lo que preferiría. Los Jedi no se preocupaban por las preferencias. Ellos eran enviados aquí o allí. Cogían una línea espacial o un carguero abarrotado. Comían buena
comida o aguachirle. Nada de eso importaba. Lo único que importaba era la misión. Le había llevado meses y meses como ciudadano privado descubrir que podía hacer elecciones. Que podía preferir una cosa sobre otra. La ciudad al campo. El color azul al
color rojo. Cada tomaba miles de decisiones, y tenía que pensar en cada una de ellas. Al principio, había estado exhausto y furioso. Se había odiado a sí mismo por su vacilación; solía ser más decisivo.Había conocido a Roan una mañana en un café, cuando Roan había estallado en carcajadas por la larga consideración de Ferus sobre si quería un pastelito o un bollito. Roan había lanzado ambos a la bandeja de Ferus con tan agradable
buen humor que habían desayunado juntos y hablado hasta el almuerzo.
El recuerdo de Roan estallando de risa hizo que el pecho de Ferus se estrechara.
Después de dejar a los Jedi, se había sentido como si el suelo desapareciera bajo sus pies. Había vagado de planeta en planeta. Los Jedi le habían dado créditos suficientes, contactos y ayuda para empezar una nueva vida. Pero aquellas cosas prácticas no le
habían ayudado con el desconcierto que sentía. Fue Roan el que le había salvado. Roan el que le había enseñado lo que significaba tener un hogar.Cuando Ferus llegó con la idea del negocio, Roan había vendido todo lo
que tenía para financiarlo. Se había hecho socios al igual que amigos.
Él y Roan había hecho un acuerdo tan pronto como prometieron luchar contra el Imperio: Si uno de ellos era capaz de escapar, no volvería a por el otro. Había prometido esto usando el método bellassano de agarrar los hombros del otro y mirarse a los ojos. Ferus lo había prometido por su honor, y aun así sabía que rompería esa promesa en
un latido tan pronto como fuera capaz. Cada día estaba más fuerte. Cada día que pasaba estaba más cerca de marcharse.Escuchó el chirrido de la puerta a su espalada. Instintivamente su mano fue hacia el cinturón. Habían pasado años desde que dejó a los Jedi, y no podía deshacerse del hábito de alcanzar un sable láser que ya no estaba allí.
-¿Qué estás haciendo? ¡No puedes pararte delante de la ventana! -Dona se movió hacia adelante rápidamente. Movió una mano gruesa y ancha sobre un sensor y la cortina blindada se cerró de golpe-. Ya te lo dije, los imperiales están enviando droides buscadores a todas partes. Finalmente los enviarán incluso aquí, o antes de eso. -Dona
lanzó su trenza gris, que le llegaba por la cintura, por encima del hombro y fue de un lado a otro de la habitación, alisando una manta termal, moviendo una jarra de agua de aquí para allá, ajustando la inclinación de una pantalla de datos.Siempre estaba moviéndose,
normalmente hablando, y volviéndole loco. Sin embargo estaba encariñado con ella. Le debía su vida. Había llegado hasta aquí, herido, medio loco por el dolor y el agotamiento, y ella le había acogido sin hacer preguntas. Le había escondido y cuidado y moriría por él si tenía que hacerlo. Ella había sido su primer cliente. Él y Roan había empezado el negocio, y apenas
habían abierto sus puertas cuando ella había entrado. Había reunido pruebas contra su jefe durante tres meses, tan pronto como descubrió que estaba recortando gastos en una vacuna para niños que podía estar contaminada.Estaba lista para llevarlo ante las
autoridades, pero sabía que no sólo la despediría sino que posiblemente podría ser el objetivo de un asesinato. Ferus y Roan habían pensado que estaba exagerando, pero la habían aceptado. Ella había estado en lo cierto. El gobierno de su planta natal, había estado involucrado en el encubrimiento así como la corporación. Intentaron desacreditarla, después intentaron arrestarla, y finalmente, intentaron matarla. Roan y Ferus la habían hecho desaparecer, encontrándole una nueva identidad, y ella había testificado contra ellos en una tribunal galáctico. Había derribado un gobierno así como una corporación, y seguía teniendo enemigos.
Dona era tan ingeniosa que Ferus no se atribuía el mérito de salvarle la vida. Había cogido la cabaña de la montaña que encontraron para ella y la había transformado en un fuerte. Había puesto trampas y había ideado sus propias técnicas de vigilancia. Él le había
dicho que tendría que derrotarlos sin la ayuda de Olin/Lands. Pero no podía apartarla de su creencia de que él y Roan le habían salvado. Escuchó el zumbido de su conversación como estática, entonces se giró.-... el problema con la galaxia ahora, es que no puedes confiar en nadie. Al menos antes, sabías en quién podías confiar y en quién no, al menos la mayor parte del tiempo. Yo debería ser la última en decir esto, por supuesto. Yo no confío en nadie. Pero ahora realmente no lo hago. Así que no te quedes delante de la ventana, eso es todo lo que pido.
Ahora, ¿quieres algo? Acabo de hacer una olla de...Más sopa no, pensó Ferus.
-No, gracias, Dona -la interrumpió rápidamente-, yo... -Ferus encendió lo que él pensaba que era un interruptor de una lámpara fluorescente, y repentinamente, el suelo
se abrió. Se deslizó hacia abajo por una rampa y aterrizó sobre el suelo de piedra, golpeándose la cabeza en el proceso.Alzó la mirada hacia el resplandor. Dona miraba hacia abajo dentro del pasaje,
mirándole con los ojos entrecerrados mientras él se frotaba la cabeza.-¿Sopa? -preguntó ella.
Roan, no puedo esperar para contarte esto. Sigue con vida. Sigue con vida, para que podamos reírnos de nuevo, rogó Ferus en su cabeza mientras asentía.
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The Last of the Jedi : The desesperate mission
Science FictionEl Imperio se ha alzado. La Orden Jedi ha sido destruida. Hasta donde sabe el Emperador, los Jedi están completamente extintos. Pero en el remoto planeta Tatooine, queda un maestro Jedi: Obi-Wan Kenobi. Devastado por la pérdida de sus camaradas J...