Capitulo Dieciocho

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Obi-Wan colocó el deslizador de lado e hizo un picado, apuntando directamente al hueco que se cerraba en las puertas principales de la guarnición. Oyó el chirrido del metal cuando se metió con dificultad por la abertura, y escuchó un golpe apagado como si algo en el lateral del deslizador hubiera sido arrancado completamente. Sólo esperaba que no
fuese algo importante; no tenía tiempo de mirar.

Estaban llevando a Ferus por un amplio pasillo, rodeado por soldados de asalto.  Afortunadamente, el techo ahí era muy alto para permitir circular transportes y
maquinaria. Con las esposas aturdidoras atando sus muñecas, si hacía un movimiento en falso podrían enviarle una descarga que le pondría de rodillas. Había sentido a Obi-Wan, aunque los soldados de asalto no le habían visto, todavía no. Obi-Wan sintió una oleada
de Fuerza cuando Ferus la envió volando hacia él. Malorum se giró de repente. Estaba vestido con una túnica con capucha, como siempre, y Obi-Wan sólo podía ver dos pozos oscuros por ojos, el negro mortal del odio.

Sacó su sable láser. No tenía alternativa. Ahora Malorum sabría con seguridad, si Fett no le había dicho aún, que un Jedi todavía estaba vivo. No le gustaba exponerse de esa forma. Pero Obi-Wan sabía que tenía que hacerlo. Eran los seres como Ferus los que allanarían el camino, los que continuarían luchando, los que debilitarían al Imperio de mil
pequeñas formas que alcanzarían la victoria final. Ahora entendía las palabras de QuiGon. Él había visto de primera mano la lealtad que Ferus podría inspirar.

Mientras el deslizador descendía, cortó las esposas aturdidoras. Sintió la sacudida desde la mano hasta el hombro cuando la carga pasó a través de él, pero las esposas aturdidoras cayeron al suelo. No se sobresaltó, no se detuvo. Podía sentir la Fuerza moviéndose, palpitando, y la usó para dar un empujón de Fuerza a los soldados de asalto mientras extendía una mano hacia Ferus. Ferus agarró su mano. La Fuerza corrió a través de ellos, una cadena que no se
quebraría. Tiró, y Ferus subió, propulsado por su propia fuerza y por la de la Fuerza. Ferus pasó una pierna sobre el deslizador y Obi-Wan aceleró los motores.

El deslizador salió
disparado, bamboleándose un poco por el peso añadido de Ferus y por lo que sea que hubiese caído que había comprometido su equilibrio.
El fuego láser comenzó. Obi-Wan tenía que ocuparse del deslizador. Le lanzó el sable láser a Ferus. Ferus se puso en pie sobre el deslizador. Podía ver, por el rabillo del ojo, qué rápido y preciso era Ferus, devolviendo el fuego láser desde el ondeante vehículo. Mantuvo su posición en las curvas, asombrosamente
capaz de equilibrarse sin caerse. Obi-Wan corrió por el amplio pasillo. Era difícil moverse en un espacio tan apretado con un deslizador, especialmente uno que no estaba
equilibrado, y tenía miedo de derribar a Ferus. Alguien disparó un cohete. Oyeron el zumbido del aire al desplazarse.

—¡Izquierda! —gritó Ferus, mirando hacia atrás, y Obi-Wan giró bruscamente el deslizador hacia la izquierda.

El ordenador de rastreo envió el cohete tras ellos. El deslizador hizo un baile salvaje en el aire, zigzagueando locamente por el vestíbulo mientras oficiales y soldados se lanzaban al suelo buscando protección. El cohete falló por un milímetro y explotó contra
un muro, enviando a varios soldados de asalto por los aires. Obi-Wan sitió como eso agitaba su pelo. Eso estuvo demasiado cerca para su gusto.

El motor comenzó a echar humo. Obi-Wan lo forzó una última vez, haciendo un repentino giro rápido hacia la derecha entrando en un pasillo vacío. El deslizador hizo el giro pero entonces la dirección se averió. Obi-Wan y Ferus bajaron de un salto y el deslizador se estrelló violentamente contra la pared.
El vehículo estalló en llamas. El pasillo se llenó de humo. Las alarmas se apagaron.
Los aspersores rociaron agua por el pasillo. Tenían segundos. Menos que segundos.

Por encima de sus cabezas, Obi-Wan vio un conducto de ventilación. Quitó la
cubierta. Ferus no necesitó que le dijese nada. Se impulsó hacia arriba y metió sus piernas adentro. Obi-Wan le siguió, elevándose y metiéndose por el ancho conducto de plastoide en el sistema de control de aire. Volvió a colocar la cubierta. No tardarían mucho tiempo
en descubrir por dónde habían ido, pero esto debería proporcionarles algunos minutos. Ferus comenzó a gatear por el conducto, moviéndose tan silenciosamente como un
Jedi.

The Last of the Jedi : The desesperate missionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora