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Despertó en la mañana tan de malas como la noche anterior. En su estado de cruda lo mejor sería despertar por sí mismo, pero su padre, Randy, lo despertó a la fuerza por haberse quedado dormido en el suelo de la sala de estar, aferrado a una botella de cristal. Él y Sharon habían llegado tarde, aunque no tanto para verlo hundido en su miseria.

Se puso de pie como pudo y se largó a su habitación, estampando la puerta, dispuesto a embriagarse más a pesar de ser primera hora de la mañana. Tenía algunas botellas de licor que le había robado a su padre debajo de la cama, solamente por ello tenía la oportunidad de continuar arruinándose. Un corazón roto y unas inmensas ganas de morirse no eran una buena combinación, ¿qué más podía decir?

En un pasado, cada vez que terminaba con Wendy, se ponía ropa en tonos más oscuros y se hacía "emo", ésta vez no fue la excepción. A decir verdad era la viva imagen de los mocosos de la actualidad, o como solían ser los góticos durante sus días de escuela.

Cartman tenía razón, todo el maldito tiempo la tuvo. Wendy sería su ruina. Ella lo trajo de vuelta a la vida y también terminó de matarlo.

Tal vez éste había sido el golpe final.

Simplemente recordar el estremecimiento y las ganas de vomitar que sentía al tomar la mano de su ex novia le encogía el corazón, y lo hacía beber mucho más. Era tan inestable que parecía una bomba que podría explotar en cualquier momento.

Si tan solo no hubiera estado de reflexivo, y si tan solo ella no lo hubiera llamado...

Después de horas de insultar a muerte a Wendy, se cansó de darse autocompasión y prefirió plantearse las cosas. ¿Quién era el que arruinaba la relación y la hacía miserable para ambas partes? ¿Quién fue el que tuvo la culpa en realidad? ¿Ella o él? Por más resentido que estuviera, en parte entendía por qué en un pasado lo había abandonado para irse con Tolkien. Él era rico, aunque humilde, guapo, sensato, con sentido de la responsabilidad; básicamente el paquete completo.

¿Y él? Un pobre alcohólico tóxico sin futuro que no podía ni con su vida, ¿cómo podría sobrellevar una relación así como estaba?

Estaba jodido.

Su vida entera estaba jodida.

Cuando estaba dispuesto a beber más, tratando de volverse inmune mágicamente ante esa dolorosa revelación, tanteó la mano por debajo de su cama, sin sentir nada.

«No, no ahora, maldita sea.»

—¡Mierda! — tomó la botella vacía que acababa de terminarse y la estampó contra la pared, haciéndose añicos en cuestión de unos cuantos milisegundos, lloriqueó de la frustración.

Necesitaba más, necesitaba más alcohol, urgente. A pesar de su estado inconveniente, decidió ir a una pequeña tienda, sirve que también compraba otra caja de cigarrillos, se le acabaron la noche anterior. De cualquier forma, si debido a su mente nublada terminaba siendo atropellado, mataría dos pájaros de un tiro.

Tomó un abrigo negro del perchero y salió de la casa de mala gana, con la mirada de sus padres en la nuca. La sintió hasta que dio la vuelta en la esquina.

Stan estaba en su último año de preparatoria. Después de terminarla tendría que mudarse a otro estado para ir a la universidad, si es que lograba entrar. Sabía que eso no era un problema, podría si lo intentara de verdad, pero no tenía ganas.

No se tenía mucha fe, la verdad. Alcoholizarse todo el día y apenas ir a sus clases no le aseguraban un buen futuro. Sus padres intentaban animarlo a intentarlo aunque sea, pero si lo hacía perdía las ganas al instante. ¿Para qué, si de cualquier forma terminaría muerto en un pozo oscuro y frío? ¿Para qué luchar si no tenía una razón?

«Mis padres me tuvieron en vano.»

No lo pensaba por lo que estaba sucediendo con Wendy. Siempre lo había hecho, pero su humor empeorando por las complicaciones de su relación amorosa lo orillaban a tener cada vez más colapsos. Estaba a un pelo de rana de ponerse a gritar y golpear cosas como un loco.

Al entrar a la tienda lo primero que hizo fue pararse en la caja y pedir varias botellas de licor, junto a unos cigarrillos. El chico encargado, Butters, lo miró afligido por su estado. Seguramente ya se había enterado de la estrepitosa ruptura. Bastó una mirada amenazante para que el chico acatara la petición.

Sacó la billetera y empezó a contar con algo de dificultad el dinero para pagar, buscando irse de ahí lo más pronto posible. Debía verse ridículo con sus ojeras y ropa negra, más su humor de perro y aliento apestoso.

Entonces, una suave voz lo sacó de sus deprimentes pensamientos.

—Hola, Stan. — una chica lo saludó, haciéndolo voltear sin mucho interés.

____ Stotch, la hermana mayor de Butters. Sin muchos amigos, bocazas, inteligente, aunque un poco zorra. Ella era el prototipo de la chica perfecta, la que podría destronar a Wendy Testaburger si siquiera lo intentara. O tal vez no, pero estaba molesto con ella, así que apoyaba a la desconocida.

El cabello castaño claro que había heredado de su padre brincó en un grácil movimiento de cabeza. ¿Qué hacía ella ahí? Seguramente había venido a saludar a su hermano o inclusive ayudarle a cobrarle a la gente, ya que estaba solo. No le caía mal pero nunca le había prestado tanta atención, estaba más concentrado en su relación y sus amigos.

Ahora no tenía la una ni la otra.

—Hola. — se limitó a responder.

—¿Cómo estás? Muy gótico el día de hoy, por lo que veo. — sonrió, perspicaz.

—Sin ganas de conversar. — entonces Butters se dio la vuelta y le entregó lo que había pedido con anterioridad. Por su parte Stan le entregó el dinero y salió de ahí dando zancadas, tratando de no perder el equilibrio. Ahora sí que no quería morirse, se le había pasado un poco el efecto y quería estar bajo él si es que algo llegara a arrebatarle la vida.

Entonces, la chica apareció una vez más, andando a su ritmo, sin borrar esa sonrisa.

—¿Qué? — preguntó de mala gana, deteniéndose. Quería saber por qué la chica lo seguía como perro si no se frecuentaban en lo absoluto.

—Venía por cigarrillos, pero he cambiado de opinión. Butters le diría a nuestros padres. ¿Puedes darme uno? — Stan rodó los ojos, pero terminó extendiéndole la cajetilla. En parte, lo entendía, ya que, a pesar de ser mayores de edad, sus progenitores no parecían meterse en la cabeza que era su problema lo que se metían en el cuerpo. — Gracias.

Tomó solamente un cigarro y lo encendió, se lo llevó a la boca y le dio una calada profunda, visiblemente relajada. A Stan le llamó un poco la atención que la joven fumara. ¿Sería por parecer genial, o estaría pasando por algo parecido a lo suyo?

No, se dijo. Ya tenía demasiados problemas como para estar preocupado por algo más.

—Debo irme. — dijo, dándole a entender que quería estar solo. Ella asintió.

—No vemos mañana, Stan. — ladeó la mano en señal de despedida, y la vio desaparecer en medio de la blanca nieve y las casas del pueblo.

✓ WE ARE NEVER GETTING BACK TOGETHER, stan marsh.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora