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Stan no era una alguien conocido en el pueblo por poseer una paciencia perenne. Sino por su peculiar grupo de amigos, pero ellos ya eran historia antigua. Ahora era conocido como «el alcohólico», y bastante obvia la razón.

Se había ganado a pulso aquel apodo. Los momentos en los que estaba en un estado inconveniente solía ser sumamente agresivo y hostil, como cualquiera. Y las ocasiones en que llegaba a estar mínimamente sobrio, limpio, eran ínfimos, bastante escasos.

—¡Stan, apúrate! ¡Llegarás tarde!

Gruñó cual perro contra la almohada, malhumorado. Sí, seguir teniendo que ir a la escuela con ese dolor de cabeza era el mismísimo infierno. Pero si quería tener al menos un futuro decente, tenía que hacer ciertos sacrificios, los cuales esperaba que dieran resultados fructíferos. Tampoco quería que el dinero de sus padres fuera echado a la basura por nada.

Se colocó su gorro azul de pompón rojo, cubriendo su cabello enmarañado, y su típica chaqueta marrón. Se colgó la mochila que estaba en su escritorio y salió de la habitación, parpadeando repetidas veces para que no se le secaran los ojos.

—Gracias, mamá. — le besó la mejilla a modo de despedida, para después encaminarse a la salida.

—¡Cuídate! — asintió en un zumbido gutural, cerrando la puerta de la casa detrás de sí.

Había nevado la noche anterior, por lo visto. Pateó un pequeño montículo de nieve antes de ponerse en marcha definitivamente. Pensó en lo interesante y divertido que sería jugar en ella, olvidarse de todo por un rato, pero ya era casi un adulto. Y no tenía nadie con quien hacerlo, ¿qué caso tendría? Sería solo un retrasado marica haciendo ángeles de nieve en el patio.

La escuela ese día fue la misma mierda de siempre. Aburrida. Sobretodo matemáticas, ¿quién necesitaba saber cómo despejar la jodida X? Con saber sumar, restar y dividir era suficiente, si no los estaban mandando a la fuerza espacial. Igual, no se sentía lo suficientemente inteligente para hacerlo.

Lo único que lo traía de vuelta a la vida era cuando pasaba al lado de sus antiguos amigos en los pasillos. Sus sentidos se despertaban, sus manos empezaban a sudar frío, giraba la cabeza hacia otro lado inmediatamente y apresuraba el caso. Era exhaustivo tener que hacerlo entre semana, pero no se quejaba.

En algún punto del día tuvo que ir al baño, excusa tan falsa como sus ganas de vivir. La verdad es que iría al patio de fútbol americano a fumarse un cigarro, tal vez dos, y luego volver. Tratar de mantenerse en abstinencia no era lo suyo, mucho menos en la escuela.

Durante su caminata empezó a oír ruidos extraños. Jadeos. Respiraciones entrecortadas. Se hacía más fuerte conforme avanzaba.

¿Por qué justo cuando decidió ir? ¿Por qué no podían ir al cuarto del conserje o a los baños? Asquerosos. Cuando estaba a punto de entrar, por precaución, se asomó para asegurarse de que no vería a nadie fornicando afuera, en su libre albedrío. Tal vez si estaban dentro de los cubículos podría entrar tranquilamente.

Lo que vio hizo que se devolviera automáticamente, se tapó la boca tanto asqueado como sorprendido. Estaba ____ Stotch, de rodillas, chupándosela a Craig, el cual la tomaba de la cabeza, instándola a meterla más. Tenía los ojos fuertemente cerrados y no se molestaba en tratar de suprimir sus roncos gemidos.

Ok... ____ Stotch y Craig Tucker juntos era lo último que creyó ver ese día. Lo último que cualquiera creería presenciar. Ambos eran polos opuestos de manera irremediable, ¿qué hacía ella... con él?

Alguien con esa carita, en gran parte parecida a la de Butters, siendo así... podía poner en tela de juicio a cualquiera.

Al sentir su cara caliente, la cubrió con sus manos, restregándolas para aliviarse. No se había sentido excitado en... ¿meses? Con todo lo que le estaba pasando, su lívido se encontraba bastante bajo. Wendy no lo quería más, y las demás chicas del pueblo no lo consideraban lo suficientemente guapo —cof, zorras, cof.—, entonces, ¿qué caso tenía tratar de tener algo?

Por su mente cruzó el fugaz pensamiento de que tal vez debería recrear aquella escena pronto. Pero al percatarse de lo que había pensado, sacudió su cabeza violentamente. Estaba urgido, maldita sea.

Cuando detuvo su elucubración, los ruidos también cesaron de igual manera. El silencio era sombríamente sepulcral, tanto que su propia respiración podía oírse a la perfección. Eso significaba que ya habían terminado. De puntillas y aguantando al respiración, salió del baño, escondiéndose en una pared cercana. Asomó la cabeza, viendo a Craig salir del baño a paso rápido, sin siquiera haberse arreglado la ropa lo suficiente, el muy maldito.

Nuevamente salió de su escondite, solo que ésta vez para detener la salida en curso de la chica, poniendo el brazo en el marco de la puerta. Pudo ver la sorpresa en sus orbes tan negros como la noche, ese brillo intenso tintineando, pero pudo recuperarse rápidamente de ello.

—Marsh. — asintió con la cabeza, a modo de saludo.

—____, ¿que Craig "Fucker" no estaba con Tweek...?

—Lo está. Pero a veces viene a mí por ciertos favores..., Tweek es consciente de ello, así que no me quejo, la verdad. — sonrió, cruzándose de brazos. Se relamió los labios, mirándolo por el rabillo del ojo. — ¿Y tú, Marsh? ¿Todo bien con Testaburger?

Justo la que menos quería que preguntara, lo hacía, con reticencia. Debía de ser así, ya que todos se habían enterado. Frunció el ceño, apartándose de forma repentina, ofendido por el alfilerazo. Tal vez se lo merecía, la había importunado después de haber pasado un momento tan íntimo con alguien.

—Terminamos.

—¿Por eso tienes esa cara larga? — inquirió, incrédula. Alguien como Stan Marsh parecía ser más inteligente que eso. De pronto la incomodidad se había desvanecido. — Vamos, sonríe, que así te ves mejor. Vendrán mejores chicas.

—Eso no lo sabes.

No supo de donde había salido eso. Un impulso, creyó, pero debía ser algo más. Le dio la espalda para ocultar un ligero sonrojo que sabía que adornaba sus pómulos, y lo molestaba. La chica le inspiraba una confianza acuciante que lo hacía escupir las palabras sin siquiera pensárselas. Emanaba un magnetismo que invitaba a las personas a abrirse con ella, inclusive él.

—Si me necesitas para algo sabes donde encontrarme.

Su comentario lo había animado un poco. Podían no ser cercanos, pero al menos podía contar con ella si la situación lo requería. Nadie se lo había ofrecido en años. Decidió seguirle el juego, sonriendo ligeramente.

—De hecho, no...

—En la tienda que mi hermano maneja. Suelo ir cada tarde.

—Tal vez vaya. — concluyó. Las comisuras de sus labios se inclinaron hacia arriba sin que esa fuera su intención.

Ella también sonrió.

✓ WE ARE NEVER GETTING BACK TOGETHER, stan marsh.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora