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Leopold era un soplón.

Todavía seguía pensaba en una forma para poder vengarse.

Tal vez quemando su ropa interior. O dándole un buen susto con esas cebollitas de pirotecnia.

O torturándolo, más fácil. Había sido castigada por un mes entero por traer al chico a su casa y todo era culpa suya.

Y ahora su mamá quería llevarla a comer para hablar de lo que Butters había visto y que les había comentado. No podía hacer nada más que aceptar.

Cada viernes su madre y ella iban a cenar a City Wok, pedían exactamente lo mismo y conversaban sobre sus vidas. El récord que llevaban hasta ahora era de 4 años. Era una tradición madre-hija que ninguna estaba dispuesta a romper, y la casualidad de que aquello no podía hablarse así como así en la casa la estaba matando. Probablemente porque así no explotaría por estar en un lugar lleno de gente.

Se comportaba toda linda e inocente, por el momento, pero no sabía que ella sabía que su meta ese día no era conocerla mejor ni mucho menos. Lo que su mamá quería saber era por qué había llevado a un chico a la casa para tener relaciones.

O mejor, por qué justamente había escogido a Stan Marsh.

Lo entendía.

Se sentaron en la mesa frente a frente. Un mesero llegó para tomar su orden y al elegir lo que comerían se retiró, dejándolas sumidas en un silencio incómodo. O así era hasta que su mamá lo rompió.

—¿Cómo has estado?

—¿Me preguntas eso después del escándalo que hicieron?

No estaba de buen humor, no le importaba ser educada con la mujer que —desgraciadamente.— le dio la vida.

—De hecho, de eso quería hablar. — la sonrisa que mostró todo el camino se desvaneció, dando paso a un ceño fruncido y músculos tensos. No le impresionó en lo absoluto, ya la había visto en esa faceta antes. — ¿Podrías explicar por qué Butters te vio casi casi fornicando con Stan Marsh en nuestro sofá? — normal. ¿De qué servía mentir si ya sabía la verdad? — ¿Te acuestas con él? — insistió, levantando un poco la voz.

—Sí, ¿y qué? Si te preocupa que termine embarazada de un bastardo o contagiada del maldito sida, no lo hagas. No pasará.

Nuevamente, no le importaba lo que su familia o el pueblo pensaran de ella. No tenían derecho de juzgarla, no sería la primera ni la última.

Tampoco le importó que su madre se viera poco impresionada por su insolente respuesta. La conocía mejor que nadie, después de todo.

—Hija, dime la verdad... ¿él te gusta?

¿La primera mierda que preguntaba después de todo eso? ¿De verdad, fue lo primero que pensó?

—¡Claro que no! — exclamó, tan alto que llamó la atención de los demás comensales. Ruborizada, recuperó la compostura. Su madre la miraba incrédula, no podía creérselo. — No lo hace...

—Pero...

—Esos solo fueron papá y tú. No hay nada entre él y yo más que eso.

—No puedo permitir que te rebajes a ser una puta, yo no te eduqué así, ____. No puedo permitir que sigas viéndolo.

Siempre debía ser la puta, ¿no?

Aunque sí, ella había empezado todo eso y era totalmente su culpa. Pero le gustaría que no lo asumieran tan rápido y también le echaran algo de la responsabilidad a Stan por aceptar.

✓ WE ARE NEVER GETTING BACK TOGETHER, stan marsh.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora